Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20160117

Ángel de la guarda, dulce compañía.

Relato inspirado en Golden Years de David Bowie.

El un dos tres para mí y para todos mis amigos suena lejano y ella se escurre entre las sombras, en las gradas que, a sus diez años, parecen más interminables que las vacaciones que se alargan más de lo esperado. Y ojalá que no, que nunca acaben mientras la luna se esconde entre los palos de almendras que dejan caer hojas y frutas como si fuera el final del mundo o por lo menos de una época que no entiende y se le va entre los deditos largos y delgados que alguna vez le dijeron que parecían de pianista, pero que no pudo ser pianista ni podrá porque de dónde van a sacar pisto los papás que apenas le pueden pagar el colegio privado de tercera categoría. Todos sus amigos, todos los bichos de la calle, van a escuelas públicas y los papás les queda para comprarles zapatos chivos y de esas camisetas de moda, pero ella se tiene que conformar con los vestidos de algodón que le cose su mamá todos los fines de mes. El un dos tres para mí y para todos mis amigos suena por allá otra vez y según sus cuentas ya solo queda ella y otro más por ser descubierto. No le gusta ser la última. Esa posibilidad de ser quien los salve a todos o ser la condenada a contar y buscarlos a todos luego; la mata. Mejor ser la que llega penúltimo y puede ser salvada. Mejor. Baja hasta el centro de las gradas para ver cómo están las cosas con el vigía, cuando arriba, en la parte más oscura se escucha un ruido de hojas secas, el ruido viene acompañado de una sombra que se mueve sigilosa. Ella se mueve hasta la orilla en donde está más oscuro. Está muy lejos de los demás y se la atora algo en la garganta. Ya la mamá le ha dicho que no se vaya tan lejos cuando juegan escondelero, mucho más si son más de las nueve o diez. Se enrosca envolviendo sus piernas con sus dedos de la pianista que nunca será y repite la única oración que recuerda en ese momento ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. Ni de noche ni de día. ¿Qué sigue? Y el qué sigue se le va con el alma cuando el dueño de la sombra y la figura se mueve unos pasos más hacia ella. Clau, clau... Es el Roberto, el del final de la calle, el hijo de la profesora de inglés de su colegio privado de tercera categoría. Shhhh, ¿qué? Nos van a descubrir.  Roberto tiene once años y una bicicleta nueva solo para él. Tenía un hermano también, con el que seguramente hubiera compartido la bicicleta, pero lo mandaron para los Estados. Se andaba metiendo con los bichos esos que andan armando no sé qué relajo en la iglesia. Un relajo raro, seguro, porque uno desapareció, y a los otros los sacaron del país... O desaparecieron también, a saber. Clau, clau. Shhhh, ¿qué querés? Que tenía ratos de querer decirle algo, le dice. Pues, no decirle. Pedirle. Luego del susto, ella sigue en su puesto de vigía, esperando a que el otro se descuide, salir corriendo y dejar al Roberto a que sea el último. Por menso, por andarse metiendo a querer decir o preguntar cosas en los momentos más estratégicos de la vida. ¿Qué querés, pues? Puráte que en ratito salgo corriendo, allí quedate si querés y los librás a todos. Que ella es bien bonita le dice, que todos en la cuadra se dan cuenta que es bien bonita y pues, que él le hubiera dicho antes, pero que el Jaime se le adelantó. Ella abre tremendos ojos y piensa en Jaime, Jaime colocho y chele y de trece años, con dos hermanas menores con las que juega barbies los fines de semana. ¿Jaime? ¿Qué quiere Jaime? Que lo mandó a preguntarle si quiere ser su novia, le dice. La novia de Jaime, pues.

No, le dice. Que le diga que no.

Y el NO suena con una bomba que hace iluminarse parte del cielo, los gritos de todas las mamás llamándolos desde las casas, el barullo de niños corriendo asustados y las balas que se cruzan de un lado al otro.

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