Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20161206

Antes de la edición

He salido temprano. Son las 10:00 pm. Afuera el asfalto húmedo es la evidencia de que ha llovido a cántaros las dos horas y media que me ha tomado terminar la nota. Otro  motín carcelario. Esta vez con decapitación de reclusos, intervención de los cuerpos de seguridad, gases, inundación de celdas y caos. Apesto. Quisiera darme una ducha y ya un poco refrescada buscar un par de cervezas allá por la U Nacional. Dimito de mi propio plan post jornada laboral de 32 días seguidos con apenas tiempo para comer un par de huevos estrellados de vez en cuando en la casa vieja cuasi abandonada, que hace las veces de cafetería local y presumo llena de leptospirosis.

A mi beeper ha llegado una invocación redentora: están todos en El Lobo Feroz en Suchitoto. No lo pienso mucho, mañana por primera vez tendré un día libre -¿Tendré? y quizás -converso conmigo -lo mejor es que haga un poco de vida social, con los mismos cuatro con los que hago vida laboral. 

Si bien cumplo 32 días laborales continuos, cumplo 47 días calendario sin sexo así que si la noche se pone prometedora y hasta pueda romper el celibato que me deviene desde que la relación número enecientos ha terminado en nada, con cajas, libros y discos, de él, en el cemento del pasaje y una jovencita que cursa Sociología 1  lo espera en putishort  al volante de un Golf. Claro que conduce  ella. Gonzalo, el corriente, a penas se mueve en bus. Recuerdo que estoy apestosa y no es manera de presentarse a los lechos eróticos. Mejor me anoto a la borrachera a ver si se me olvidan los traumas, la ruptura, la pobreza o la hora.

En El Lobo Feroz están las compañías de siempre. Las nalgas no me caben en el  taburete  que me han reservado los miembros de mi club personal. Creo que durante el trayecto atropellé a un animal. Espero que haya sido un animal, y si no a menos gentes más tortillas.  Es que venia a unas velocidades de fórmula uno. Estas calles para Suchitoto en la noche no son para andarse con ternuras. 

Los leales, como nos autodenominamos en este mini club, ya están cantando trova. Qué decadentes. Batres, Elías, Amalia y José han hecho la ola cuando llegué y me han servido la primera jarra de Pilsener. Por eso los amo, por salir  sin  falta  al encuentro y de manera irreductible a mi necesidad  de  refrescarme. El primer sorbo me ha devuelto de un plomazo a las ganas de amanecer cantando o recordando. Amalia quiere no tan secretamente a José, pero siempre guarda las formas aunque ande clavada una borrachera apocalíptica. Admiro está mujer.

De pronto me veo por la plaza central del pueblo, hablándole a la luna y explicándole a Batres que estas calles empedradas se mueven demasiado. Batres consigue llevarme de nuevo al interior de El Lobo Feroz.

Durante las primeras rondas, no vi que estuvieran colocando ningún andamiaje musical en plan cubano.

¿Qué hora es? Si salí de San Salvador a las 10:00  pm y llegué cerca de  las 11 ¿Qué grupo de son cubano toca en la madrugada? Y lo que es peor ¿Desde cuando en El Lobo Feroz hay  jornadas bailables? Amalia no para de hablar con el bartender. ¡Ya dejalo trabajar rubia!

Vuelvo a mi taburete y entro en pánico. Elías esta sentado con la cabeza volteada hacia atrás. Fue el único que consiguió silla, los demás nos posamos sobre los taburetes,  por lo que y gracias a la  intercesión de sus ángeles custodios no está ahora  tendido en el piso con la cabeza reventada. Sus  ojos parecen ventanitas de máquina tragaperras  en el momento justo en que los iconos se detienen en posiciones distintas. Elías tenia un iris arriba y otro abajo. Creo que va a morir y  lo sacudo. José me dice: déjalo descansar. Luego me toma del antebrazo y me lleva al patio central del El Lobo Feroz, oigo los primeros acordes de una canción que violentamente  despierta  en mi alguna cadencia atávica. Pero  no soy del caribe, con lo cual no logro explicarme por qué me gusta tanto. Soy solo una triste mestiza con la información genética más mezclada que la cocaína adulterada.

¡Hay Candela¡ Me quemo, me quemo. Canta uno de los músicos de la delantera que se me hace el hombre más atractivo de la noche, bien podría perderme en esa barba las próximas horas, pero… recuerdo mi perfume de penal amotinado y dimito de nuevo a mis pretensiones. 

 El gato en su buen bailar, bailaba un danzón liviano
el ratón se sube a guano y dice bien placentero
Y ahora si quieren bailar busquen otro timbalero” canta mi conquista  truncada emulando a Buena Vista y me percato de que José sigue ahí.

-¿Cuánto tiene este grupo de estar tocando? Es que con esta canción no se comienzan los conciertos, esta se pone cuando la mara ya está encendida, analizó en medio del sereno de la madrugada.

- Marielos, me abrieron el carro y me robaron todas las ilustraciones, me actualiza con unos ojos de gran tristeza.

José es ilustrador, así a mano alzada. Para mi, muy malo; es mejor infografista que es como se gana la vida en la redacción.

En mi mareo solo alcancé a decirle que de que se preocupaba , que el podría hacer el doble de lo que le habían llevado y pensara, que a lo mejor los ladrones sí tenían gusto estético. Lo invito a bailar por que las ganas  ya no me caben en el cuerpo. Veo a José que se va como en una espiral hacia el fondo.

¿José, vos sabes qué tienen esos sándwich con hongos que venden aquí, es que te veo como en el centro del gordito de Michelin?, le pregunté a los gritos, mientras todo mundo guarachaba como si en el planeta se supiera que esa noche era la víspera del arrebatamiento.

Estoy con la camisa de la pijama, el jeans y las botas puestas. Algún día voy aprender a cerrar las cortinas cuando salgo de la casa para no vivir estos latigazos de luz del día después. Amalia duerme a la par. Porta uno de mis camisones. Seguramente, los otros están esparcidos en la sala y la hamaca de la terraza. ¿Amalia vos sabes si me bañé?  El beeper ha vuelto a sonar. Esta vez con una asignación: van a desalojar las ventas del centro. Según  leí en el cuadro de turnos  los parroquianos de El Lobo Feroz están a cargo de la edición. El beeper dice que ahora yo también.

Relato inspirado en la canción Candela, de Buena Vista Social Club
Foto tomada de clasesdeperiodismo.com


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