Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150308

Antes y después

Relato inspirado en Nemo de Nightwish


Es extraño, eso que pasa después de vivir. Cuando abrí los ojos, no me encontré ni con un océano de leche, ni con un mar de fuego. No había ruido, no había luz, no había melodías celestiales esperándome ni mansiones de perlas o de oro. Logré mirar un sendero largo y angosto, en el que solo una persona podría caminar. No había puertas angelicales ni mensajeros. Ese sendero había sido hecho para mí. A lo largo del camino, estaban otras cosas que de alguna forma, esperaba no volver a ver jamás.

Estaban, intactas, mis culpas: pesadas, cegadoras y las primeras en esperarme. Todas ellas: las insignificantes y molestas, las grandes y abrumadoras, las inútiles y las que nunca debieron de haber existido, las que dieron cabida a otras angustias y las que me mantuvieron despierta por muchas noches, hasta las que no eran mías y que había dejado entrar en mí.

Después, estaban mis deseos: aquellos que nunca me habían dejado, los que se habían quemado tan rápido como habían surgido y los que nunca dejaron de abrasar mi corazón.

No muy lejos de mis deseos pude ver a mis sueños. Vi a los imposibles, a los que eran nada más que la sombra de un recuerdo, incluso a los que tuve en mi niñez, cuando no podía hablar. Eran sueños hermosos, llenos de color, borrosos de lágrimas porque no existieron nunca sino en mi mente. No quise ver a las pesadillas, pero allí estaban para recordarme que habían empañado mis noches de oscuridad y miedo. No quise seguir, pero no tenía opción más que seguir avanzando.

Mis deseos, sueños y pesadillas dieron lugar a mis dolores. Recordarlos, verlos fue casi como revivirlos. Me esperaban mis dolores físicos con sus escalofríos y fiebres, junto a los que no vivieron en mi cuerpo pero dejaron huella en mi alma. Vi entonces a los hijos que nunca tuve, a las sonrisas que reprimí, a los perdones que no otorgué, a los resentimientos que alimenté sin motivo, la gente a quien no amé y los favores que no agradecí. Otros horrores los acompañaban: mis venganzas, las discordias que sembré, las heridas que causé y las envidias que me doblaron de rabia. Seguí en mi camino, queriendo salir de donde fuera que estuviera, me costaba creer que alguna vez hubieran formado parte de mi vida.

Después de mis dolores, descansaban mis fortalezas: serenas, brillantes, imponentes en su sencillez. Me dí cuenta que estaban todas en fila, guardando lo que estaba después. No sé cuánto tiempo pasé allí antes de continuar, no queriendo avanzar, cansada de lo anterior.

Al final, pude disfrutar de mis alegrías, mis triunfos y amores. Toda la felicidad que pude haber disfrutado, por ínfima que fuera, estaba en ese lugar, embelleciéndolo todo. Eran más de las que imaginé: abrazos de lealtad, besos, desapegos y entregas, miradas de amor... tantas que costaba contarlas. Envuelta en la dicha de verlas, comprendí que éstas no podían haber estado en otra parte sino al final. Habían sido destiladas de todo lo que no quería enfrentar al inicio. Comprendí lo esencial. Era el momento de volver a nacer.

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