Relato inspirado en Kitsch en C de Cartas a Felice |
Querida niña,
Acaba de amanecer y ya me estoy acordando de vos. Era bonito cuando caminábamos en esos días soleados, con cielos despejados y atravesábamos las calles sin mayor preocupación, quizás lo único que empañaba tu entusiasmo era que no fueras a llegar a tiempo a tu oficina. Las escapadas mañaneras eran la excusa perfecta para verte: que si eran las horas extras, que si había reunión, que si tenías que reponer una clase. Te salía a recibir con el pelo revuelto, listo para llevarte de paseo, me sentía feliz con tan poquita cosa.
¿Te acordás de la panadería que estaba frente a tu casa? Te gustaba comer canastas rellenas de leche, berlinesas, merengues. No sabía cómo te podía caber tanta azúcar. Conservabas la cordura, cantabas para mí. Te daba pena, decías que tenías la voz más fea del mundo, pero a mí me encantaba oírte. Nadie tenía el placer de oír tu voz de ratón: fina, pequeña y dulce, sólo para mí. Decías que me amabas, le dabas vuelta a las letras y les ponías mi nombre, y yo muy callado, escuchaba el resto de la canción y sin decir nada, sentía aguado el corazón.
No me gustaba ser cursi. Era un asunto serio eso de guardar las apariencias. Me perdía en pensamientos vagos, una nube de ideas difusas para no sentir toda esa ola de cosas que me provocabas. Verás, tenía que guardar la compostura. Eras un remolino de emociones, todas a flor de piel, todas visibles, todas revueltas. Yo intentaba todo para permanecer sereno, para quedarme quieto, para poner orden entre los dos. ¡Estaba tan equivocado!
Me escribías notas. Tu letra ínfima, lisa y redonda, como letra de escolar, me contaba todo: desde cómo habías preparado el desayuno, hasta qué planeabas hacer al siguiente día. Yo era escueto, no pasaba del "te quiero mucho" de siempre y vos derramabas toda una letanía de poesía como la niña enamorada que eras. Nunca volví a escribir poemas. ¿Sabés algo? Creo que la tinta se me acabó aquel día en que me despedí de vos. Me despedí de vos sabiendo que no quería irme. Llorabas. Llorabas a mares y no pude verte más, me partía el alma verte llorar.
A veces todavía salgo a caminar, solo, rumbo a tu antigua casa, donde vivías cuando eras una parte de mi vida. Veo el cielo limpio, me como una canastilla de leche y tengo una idea toda azul: que sós más feliz que nunca porque te dejé ir.
Inspirada también en: "Una idea toda azul" de Marina Colasanti
No hay comentarios.:
Publicar un comentario