Relato basado en "Hung up" de Madonna
A Martha
para que la memoria nunca nos abandone
Se habían puesto de acuerdo, el día a día las alejaba sin querer, el trabajo, la familia, el tráfico, los horarios, las reglamentaciones, pero en un acto de profunda nostalgia Judith la llamó, Alicia se sintió feliz de escucharla por el teléfono... "el viernes alistate, vamos a salir en la noche".
Judith y Alicia eran mujeres de diferentes generaciones, diferentes gustos, diferentes en todo. Diferentes.
Judith siempre admiró la belleza física de Alicia, mujer hermosa, piel blanca, facciones finas, delgada y siempre elegante, ella en cambio no era el prototipo de hermosura, ni en su país y en ningún otro, al menos eso pensaba ella al verse al espejo y peinar la larga e interminable cabellera negra, ahora plagada, poco a poco, con el brillo plateado de las primeras canas. "Pintáte el pelo", le había dicho en alguna ocasión Alicia, ella se rió, al tiempo de caer en la cuenta de que no recordaba en ningún momento haber visto a Alicia con su color natural de cabello.
Aquella noche, mientras se alistaba, Judith decidió hacerle caso a Alicia, siempre le dijo "ponete tacones, maquillate, arreglate"... hoy le daría ese gusto. Cuando llegara a traerla la vería como siempre le dijo.
Buscó su mejor blusa, sus jeans más ajustados, desempolvó los tacones, esos que tenía por si acaso y se los calzó, cuando estuvo enfundada en glamour, buscó su bolsita de maquillaje básico... se ahumó la mirada y pintó sus labios con un discreto color rosado y selló con brillo, se sentía más joven de lo que era. Vio su reflejo y le gustó lo que le regresó, pensó... "A esto se refería mi mamá", supo que Alicia siempre tuvo la capacidad de ver su belleza. Sonrió y vio en su sonrisa, la misma sonrisa que vio en su madre durante años, cuando hacía cosas buenas, cuando se permitían un momento de encantadora ternura, cuando algo le quedaba rico en la cocina. Cuando regresaba a su casa, incluso cuando pensaron que jamás sucedería.
Agarró su cartera de mano, metió lo básico: el celular, las llaves y un poco de dinero en efectivo, una tarjeta y su dui. Se fue al carro y manejó hasta aquella casa que la vio crecer, aquellas paredes fueron testigos de sus conflictos internos, de sus conflictos con Alicia, de sus enojos, de los tantos gritos, de todas las desesperaciones, pero también de todo el amor. Lo último era lo importante, lo demás, podía ser olvidado.
Tomó su celular y marcó... "Salí, ya estoy aquí".
En la puerta apareció aquella mujer que le dio la vida, era tan hermosa como cuando tenía 37 años, edad en la que estaba Judith, edad en la que Alicia dio a luz a su última hija. Ahora era una mujer de más de 60 años y estaba olvidando todo, Judith sabía que en pocos años su mamá no recodaría aquella noche, no sabrá que un día, su hija mayor, en un acto de locura, la llamó para decirle que saldrían a beber algunas cervezas y a bailar a un lugar, porque siempre supo que Alicia amaba bailar, a pesar de tener dos pies izquierdos Judith había quebrado su promesa de no bailar con nadie en público y se adentrarían a un lugar con bola de cristal cortado, luces neon y bailarían las canciones de los setentas que tanto amor le dieron a Alicia, se fundirían las dos en una noche de interminable alegría.
Eso era lo importante. "Time goes by so slowly..." Judith y Alicia querían que fuera así, que el tiempo se fuera despacito, que ahora que ambas eran mujeres tuvieran la dicha efímera del desorden, de las luces, de la alegría ruidosa de la música.
Alicia no lo sabía... pero Judith estaba harta, harta de tantas cosas, que había decidido, en estado de completa cordura, olvidar como ella estaba olvidando. Judith no lo sabía... pero Alicia jamás olvidaría aquella noche.
Aquella noche era para bailar.
Aquella noche era para bailar.
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