Relato inspirado en Hung up de Madonna |
Eran
las 4 de la tarde y sonaban "Los Temerarios" cerca de la cocina...
Hacía calor y sonaban vasos con hielo por la casa mientras se oía una voz que
gritaba: "¡Fiiiiiiiide! ¡Tráigame por favor más
limonada!" - seguido de un "¡Ya voy, Niña Yolan!"
Era la hora de planchar, de las tareas, de la novela, del "ya va a venir a cenar el señor de trabajar, péreme que estoy haciendo la cena y tengo que ir a planchar, niña". La niña hacía su lista de palabras indígenas que le habían dejado en "Idioma Nacional" y la pequeña de la casa se dedicaba a molestar a la Fide, la había amarrado con una de las dichosas "pitas" para colgar la ropa y le decía que no se preocupara, que ella haría la limpieza ese día. La pobre Fide no hallaba como quitársela de encima: "¡Mire, Niña Conchi, la niña no me deja ir a cocinar!".
La abuela miraba las noticias, mamá hablaba por teléfono y la chiquita seguía molestando a la Fide. Tenía unos 21 años cuando llegó a la casa, venía de Santa Elena, Usulután y decía que vivía en el Cantón El Nisperal. Nunca se supo que fue de ella, dijo que se iba a "acompañar" y que se iba de regreso a su casa, a vivir con su "peor es nada". Nunca se supo si se quedó trabajando en maquila, si tuvo mil hijos como todos imaginaron que le tocaría, o si se lanzó al estrellato y se fue a los "Yunais", como ella decía.
Por ella sonaban "Variedades del Seis" con Davys Rosales en las mañanas de los domingos, junto con las noticias de la farándula nacional: que si los de Algodón necesitaban bailarina nueva, que si las de Carey le copiaban a las nenas del grupo Caña o al grupo Mandarina, que si el maratón del Zangolote tenía finalistas, que si el baile del sapito era mejor o peor que el baile del atol de elote, que cuantas canciones tenían nombre de comidas (sopa de caracol, sopa de frijoles, las pupusas, el atol de elote, etc), que si la Máquina competía con la Fuerza Band que era imitación de la Raza Band o si el grupo Compacto era totalmente nuevo y venía a revolucionar el sonido de la cumbia. Era entonces que sonaban los Bukis o Los Temerarios o los Fantasmas del Caribe y la Selena se murió. La niña se enteró de la noticia mientras jugaba en su piscina inflable del patio, la misma Fide llego contándolo entre lágrimas y con una cara de pánico que nos hizo pensar lo peor.
Cocinaba lo que ella llamaba "souffle de espárragos", que no era más que un plato de su invención, improvisado que era un capeado de güisquiles con crema Maggi de espárragos de sobre muy espesa, quesillo y crema. Quedaba tan consistente que se le podía cortar como a un pastel. De ella eran también los purés de papa con "Salsa Perris" y salchichas refritas que le daba a la abuela con su café de la tarde acompañado de dos panes quemados a los que les raspaba la ceniza. Y la abuela se lo comía feliz, así le gustaba. Cuando hacía las listas para las compras que ella le pedía, la Fide (entre otras cosas) ponía:
Era la hora de planchar, de las tareas, de la novela, del "ya va a venir a cenar el señor de trabajar, péreme que estoy haciendo la cena y tengo que ir a planchar, niña". La niña hacía su lista de palabras indígenas que le habían dejado en "Idioma Nacional" y la pequeña de la casa se dedicaba a molestar a la Fide, la había amarrado con una de las dichosas "pitas" para colgar la ropa y le decía que no se preocupara, que ella haría la limpieza ese día. La pobre Fide no hallaba como quitársela de encima: "¡Mire, Niña Conchi, la niña no me deja ir a cocinar!".
La abuela miraba las noticias, mamá hablaba por teléfono y la chiquita seguía molestando a la Fide. Tenía unos 21 años cuando llegó a la casa, venía de Santa Elena, Usulután y decía que vivía en el Cantón El Nisperal. Nunca se supo que fue de ella, dijo que se iba a "acompañar" y que se iba de regreso a su casa, a vivir con su "peor es nada". Nunca se supo si se quedó trabajando en maquila, si tuvo mil hijos como todos imaginaron que le tocaría, o si se lanzó al estrellato y se fue a los "Yunais", como ella decía.
Por ella sonaban "Variedades del Seis" con Davys Rosales en las mañanas de los domingos, junto con las noticias de la farándula nacional: que si los de Algodón necesitaban bailarina nueva, que si las de Carey le copiaban a las nenas del grupo Caña o al grupo Mandarina, que si el maratón del Zangolote tenía finalistas, que si el baile del sapito era mejor o peor que el baile del atol de elote, que cuantas canciones tenían nombre de comidas (sopa de caracol, sopa de frijoles, las pupusas, el atol de elote, etc), que si la Máquina competía con la Fuerza Band que era imitación de la Raza Band o si el grupo Compacto era totalmente nuevo y venía a revolucionar el sonido de la cumbia. Era entonces que sonaban los Bukis o Los Temerarios o los Fantasmas del Caribe y la Selena se murió. La niña se enteró de la noticia mientras jugaba en su piscina inflable del patio, la misma Fide llego contándolo entre lágrimas y con una cara de pánico que nos hizo pensar lo peor.
Cocinaba lo que ella llamaba "souffle de espárragos", que no era más que un plato de su invención, improvisado que era un capeado de güisquiles con crema Maggi de espárragos de sobre muy espesa, quesillo y crema. Quedaba tan consistente que se le podía cortar como a un pastel. De ella eran también los purés de papa con "Salsa Perris" y salchichas refritas que le daba a la abuela con su café de la tarde acompañado de dos panes quemados a los que les raspaba la ceniza. Y la abuela se lo comía feliz, así le gustaba. Cuando hacía las listas para las compras que ella le pedía, la Fide (entre otras cosas) ponía:
·
2 botellas de salsa dulce
·
Tomatinas
·
Gelatinas para las niñas
·
Mostaza para el señor
·
Veneno para zompopos
·
papelaluminio
·
Salsa Perris
·
Sopa Magui
·
Jelatina
·
Cubitos (entiéndase, jamás fueron de res, sólo de pollo)
·
Crema y queso para chancletas
Era atrevida ("Niña Conchi... ¿Me presta
diez pesos para el pasaje?", "¡Ay este hombre! Mire me dijo que me
veía pura puta con la permanente y yo, mire... ¡Lo putié! ¿Vacrer?"),
tenía novios a cada rato (los vigilantes o los policías le llamaban la
atención, la chiquita platicaba con ellos cuando llamaban a la casa, les
preguntaba el nombre o se equivocaba, diciéndoles a veces el nombre del Ex en
lugar del de ellos) y creía que la niña sería la nueva genio del diseño de
modas ("Mire que chulo el vestido que me dibujó la niña... ¡Allá a la niña Moncha le vuá decir que me lo
cosa!", "¡En el Carnaval voy a ser la envidia!")... No
bromeaba, se mandó a hacer dos con la misma hechura pero de distinto color y de
distinta tela, tenía uno hecho de pana y otro de cáscara
de huevo con detalles de lino y
otra tela tornasol a la que jamás le supimos el nombre). Cuando regresó nos
contó que con el calor de Usulután, el vestido la ahogaba y que se le había
derretido el pastel del "Pocs" con el que pensaba impresionar a toda
la familia. Uno de sus mayores orgullos fue llegar a una Casa Comercial de
Oriente a comprar un "chifonier" y pagarlo "caish"
para llevárselo a su casa, que vieran que ella solita se compraba sus muebles y
ayudaba a la familia además. Jamás se puso uniforme y tampoco se lo pidieron,
como en otras casas.
La Fide tenía su propio sentido de la moda, no se
ponía nada plateado o dorado ni nada de "licras" pero adoraba las telas nacaradas y los esmaltes de
uñas rosado chillón o los tules... mientras oía a Vilma Palma e Vampiros.
Lloraron cuando la Fide se fue. Ni la Tita, Adelita, Marta, Mari, Inés, Rosa o la Ña Chave hicieron la vida en esa casa tan divertida como ella.
En muchas casas hubo una chacha, aquella mujer (joven, viejita, no importaba) que se levantaba antes que los dueños de la casa y se dormía después de todos, que salía con permiso cada quince días y se perfumaba los sábados y regresaba el domingo por la tarde. No comía en la mesa, sino en la cocina y algunas hasta llevaban sus hijos a la casa. En la repisa de su cuarto, el más frío o caluroso de la casa, se veían todos sus menjurjes, pero los más notables eran el Ralco, la crema de tortuga, la Romance, Ponds o Aquamarine, el spray AquaNet para las más modernas, la "brillantina", la crema de serpiente Apretadora, el aceite de Sapuyulo para la caída del pelo, un peine fino, esmaltes de uñas Lolita o Darosa con su respectivo bote de acetona, perfume "Charlie" de Revlon y un "Pino Silvestre" de regalo para el novio o el papá, un peine redondo, shampoo Palmolive o sin marca y las cuchillas Gillette. No se sabía mayor cosa de ellas y podían pasar toda una vida trabajando en la misma casa, cuidando hijos ajenos, cocinando la misma comida de todos los días y haciendo la limpieza por un sueldo que ahora no es ni el mínimo. Aun así, la Fide con eso pagó muebles para su cuarto, mandó a poner azulejos en su casa, encargaba vestidos con telas que ella misma compraba en almacenes de señoronas y se compró un reloj de pulsera para su cumpleaños.
Lloraron cuando la Fide se fue. Ni la Tita, Adelita, Marta, Mari, Inés, Rosa o la Ña Chave hicieron la vida en esa casa tan divertida como ella.
En muchas casas hubo una chacha, aquella mujer (joven, viejita, no importaba) que se levantaba antes que los dueños de la casa y se dormía después de todos, que salía con permiso cada quince días y se perfumaba los sábados y regresaba el domingo por la tarde. No comía en la mesa, sino en la cocina y algunas hasta llevaban sus hijos a la casa. En la repisa de su cuarto, el más frío o caluroso de la casa, se veían todos sus menjurjes, pero los más notables eran el Ralco, la crema de tortuga, la Romance, Ponds o Aquamarine, el spray AquaNet para las más modernas, la "brillantina", la crema de serpiente Apretadora, el aceite de Sapuyulo para la caída del pelo, un peine fino, esmaltes de uñas Lolita o Darosa con su respectivo bote de acetona, perfume "Charlie" de Revlon y un "Pino Silvestre" de regalo para el novio o el papá, un peine redondo, shampoo Palmolive o sin marca y las cuchillas Gillette. No se sabía mayor cosa de ellas y podían pasar toda una vida trabajando en la misma casa, cuidando hijos ajenos, cocinando la misma comida de todos los días y haciendo la limpieza por un sueldo que ahora no es ni el mínimo. Aun así, la Fide con eso pagó muebles para su cuarto, mandó a poner azulejos en su casa, encargaba vestidos con telas que ella misma compraba en almacenes de señoronas y se compró un reloj de pulsera para su cumpleaños.
Se oían toda clase de historias raras. Una que trabajaba con una amiga de la señora salía por las noches con la ropa interior "prestada" a bailar a saber dónde... una que metió a un hombre a la casa de su patrona y lo tuvo encerrado en su cuarto dos noches hasta que el esposo de la señora se dio cuenta... otra se fue porque dijo que le salía mejor "acompañarse con un cabo de la Escuela Militar porque no la iba a hacer trabajar" y una última que se escapó un día con el jardinero.
Pero no la Fide. Ella se concentraba en lo que llamaba "la visión de tener mejor vida como fuera" y pensamos que hasta la fecha la sigue buscando, sea en una maquila, sea en los "Yunais" o sea como la mamá de dos niñas (como dijo que tendría) a las que les ha de haber puesto Hazel Veralis y Joanna Elizabeth, sus nombres favoritos.
Seguramente las mandó a la escuela para que "no fueran brutas como ella" y a lo mejor les enseñó que no se hicieran la
permanente porque "no vaya a ser que en la calle les digan que parecen putas".
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