No. No era yo quien esperaba en esa esquina. Tampoco era la de medias caladas y tacones estilizados. Era la de la ventana de arriba, en el edificio al otro lado de la calle, la que con el telefoto te observa caminar rumbo al farol que cuelga, como tú.
Metros adelante, sus tacones incandescentes describieron historias en pasos rojos como tu deseo mientras abrías sus piernas como una cortina gastada de gamuza color amarillo y te escurrías en tediosos flagelos y un placer fingido. Ella lo sabe y también lo sé yo.
Iguales son todos estos rincones, llenos de silenciosas estatuillas, de espirales de alquitrán y plásticas pasiones recicladas. No. No fui yo quien imaginó tu emoción. Fue el telefoto el que capturó tu orgasmo y su ficción. Nadie parece molestarse, solo tú.
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DA2008. editado para NGB.20150420
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