Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20151229

(Nombres) en el tercer piso a las 12

fin de año


Suenan los cohetes antes de tiempo y vibran los teléfonos con anticipación, para confirmarnos a todos de que es hora de dar abrazos sentidos. Se corta la conversación en sigilosa en la sala de quienes recién se conocieron, recién coincidieron en un ah, ¿tú también? Tanto Andrés como Ana Sofía tienen un interés profundo por algo que nadie más conoce y se lo mantienen secreto, con la ayuda del brillo de sus aritos y de su labial rojo, que distraen al público de lo que en realidad está pasando con esas manos que buscan tocarse sin tocarse… hasta que es momento de un beso en la mejía y una mirada que dice que aquí es donde debo estar, ajá. Y si te acercas al cuarto por el pasillo, vas a escuchar a Emilio en el baño diciéndole a su novia que la ama, a gritos, ¡Te amo, nena!, pues él se vino con sus amigos para año nuevo y ella se quedó con su familia. Los años que llevan juntos se escuchan en los decibeles, se ven en la tez de su piel que sonroja y también en cómo él busca en el apartamento de ella aquel pantalón que olvidó hace mucho o toma un suéter prestado. De la cocina salen voces borrachas de Alejandro y Diana que buscan más comida, ¡cuánto le gusta a Alejandro esculcar hasta devorarse los tesoros culinarios ajenos! Diana quisiera detener el hurto, pero su hambre la vuelve cómplice y es por eso que alega demencia cuando los encuentran: estamos buscando las uvas de medianoche. Antonio iba de pasada y nada más quiere su cámara para sacar fotos muy borrosas de Iván bailando y la gente brindando, dejándole manchas de champán y vino tinto a los anfitriones de la mejor fiesta de todo el piso 3 de ese edificio. Nadie en ningún otro tercer piso se la está pasando mejor que los amigos de Emilio y los amigos de los amigos de Emilio que manchan el parquet, a pesar de haberse preguntado time and time again que ¿acaso no es mejor comprar vino blanco? Nos ahorraríamos manchas que, con el tiempo, se vuelven grisáceas y amenazadoras, manchas que te ven con ojos que ellas ganaron y tú perdiste. Y mientras la novia de Iván abraza a Pablo, quien siempre le gustó y a quien protege, como amiga, de novias que no están a su altura, otros se aburren. Liliana se mueve apenas con la música y el tono de las voces conocidas, pues no deja sentir que su espalda le está pidiendo una cama, que su columna vertebral ya convenció a su cerebro de que estas no son horas de estar despierta. ¿Qué pasó con los viejos buenos tiempos de estar sola, recibiendo el año nuevo con una película de Almodóvar? La soledad la ancla, mientras que a Edgardo lo atormenta y lo condena a la repetición infinita de ver su teléfono. Mira su celular y lo guarda. Lo vuelve a sacar, lo vuelve a mirar, baja por el timeline infinito de su red y no logra, aún, encontrar algo que colme la comezón de saber algo de una Ella a quien perdió. Ella quizás esté abrazando a su gato que no se deje sobar o quizás está en brazos de Otro, cuyo nombre quedará así con la O mayúscula de los titiriteros de los celos. Y cuando Edgardo guarda el aparato, se libera su mano en un brindis con una vieja amiga, que no es solo amiga: es una vidente que le advierte que si se siente mal es porque quizás haya hecho algo malo. Todo está en dejar de hacerlo: soltar esos comportamientos nocivos, si es que alguna vez quieres sentirte diferente. La Amiga, en cambio, busca la indulgencia y la saborea en el burbujeo del champán y sus ojos le dicen a Edgardo y a quien tenga enfrente que sí, el mundo no es de ella, pero esta noche sí lo es, envolviendote en una promesa hecha por sus piernas. La Amiga vidente ha descubierto que el frío de diciembre solo se siente mientras no se bebe, es entonces que decido profesarlo y su aliento a alcohol se lo termina diciendo a Emilio, como otras veces de monólogos confesionarios. Nadie tiene ningún problema con que nadie tenga una idea clara de qué va a pasarle a cada uno, una vez salgan del tercer piso del inmueble B. Y cuando juntos miran hacia el vestido de lentejuelas de pólvora china en el cielo, se pasa un poco el efecto adormecedor del vapor del cúmulo de fiestas que no son fiestas, son rituales: momentos puntuales y regulares en los que se acercan piezas perdidas de familias fragmentadas, con verdades extraviadas que, por alguna razón cazan aquí dentro. Y aún en el olor a algodón del suéter prestado, Emilio encuentra la manera de encontrarle un lugar a su amada, quien seguirá siendo lo que es para él, si ambos siguen siendo ellos mismos, una confabulación que aún están descubriendo.

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