inspirado en Toto - "Africa" |
Nadie se acordaba de qué habían pedido. ¡Menos mal habían aprendido algo de tanto salir con sus hermanas mayores! “Este es truco de vieja bola, mirá…” y apuntaban cada una de las cervezas que habían pedido, en palitos, en la parte trasera del menú o en algún equivalente. Ya así era más fácil sacar la cuenta y que cada uno pusiera sus 2, 3, 15 dólares correspondientes. Y es que te dije que salía más barato tomar en mi casa; pero esa casa me acuerda a él y es que no estoy allí todavía.
Se la habían pasado 15 dólares de cervezas y bocas hablando de lo que les había pasado a cada una y aún así había que tocar el tema con pinzas. Fumándose cada una un cigarrillo, caía brisa que golpeaba los ojos hinchados de la recién cortada y coqueteaba con la tos de la otra con su mal de amores. Pero es que, Clara, vamos, siempre has sido muy terca con tu gripe. Siempre me da cuando corto, contestó; no lo puedo evitar, son las defensas que se me bajan. Volvió a ver la hora, como buscando explicación a 1) por qué se demoraban con la cuenta y 2) el por qué de esa vibra de las estaban echando… Y, bueno, sabes Clara, yo no tengo tanta experiencia cortando, como tú, pero ahora que lo decís… ¡por eso debe ser que ando mala del estómago!
Y soltaron unas risas entre lágrimas, aludiendo que ahora que estaban solteras podían hablar con más libertad de estómagos flojos y otras sandeces. De hecho, ¿cuándo fue la última vez que hablábamos tan largo y tendido? La noche se estaba desintegrando y el techo las estaba invitando, esta vez sí, vamos. Se saltaron la visita al piso y fueron direcro a la azotea, sí, Emilia, nos podemos subir por aquí; llevaban cerveza y tabaco. Ojalá alcancen los cigarros. Ojalá ninguna de los dos fume tanto, tampoco. Todo con mesura, por una vez, ese era el nuevo lema con el que se acomodaron en las sillas que siempre están allí puestas en la azotea del inmueble espantoso de Clara. Y entre toses y risas, el amargo humor fue suavizado por la ausencia de ruido de la ciudad tediosa y Clara recordó las palabras de un su amigo psicólogo: A todos nos agarran desprevenidos las cachetadas emocionales. De hecho, te lo puedo presentar, Emilia. ¡Callate! No quiero salir con nadie. Quiero que se me pase y lo vea todo como una pesadilla, porque las pesadillas se te olvidan. Es cierto, vos, se vuelven una cosa borrosa. Una cuestión borrosa que ya no te impacta, pero recuerdas que no te la pasaste bien y que allí no querés volver. La verdad es que allí en esa azotea estaban tan bien que no importaban las pesadillas ni el duelo.
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