Estoy enferma, de una enfermedad incurable, al menos así
parece, o al menos así lo dicen los tres médicos a los que he acudido: el
remedio no existe, dicen, al menos hasta hoy porque no hay registro conocido de
una enfermedad como la mía. No hay récords en los anales de la medicina,
repiten, y en vista de que los síntomas empeoran con el transcurso de los días,
les ha dado por decir que es una enfermedad degenerativa. Enfermedad mental,
diagnosticaron, y me mandaron a tomar calmantes, relajantes, ansiolíticos y
toda serie de pastas y drogas.
Todo empezó hace cuatro mañanas... Solo cuatro,
¿entienden? Hace cinco días llevaba una vida normal y de repente esa madrugada
la canción se metió en mis sueños, una canción que nunca había escuchado, “there’s a limit to your love-your love-your
love-love”, repetía la propia vocalista, cantando bajo una luz blanca y
cubierta solo por su larga cabellera castaña, el lugar era una especie de bar
en el medio de quién sabe dónde, con varias mesas y sillas de metal de color negro,
todas vacías, menos una en donde estaba yo y yo misma, viéndome desde mi
inconsciente en el sueño. “There’s a limit
to your care, so carelessly there, is it truth or dare?”, repetía, mientras
el mesero, vestido todo de rojo, traía una copa de vino y una corbata, ambos
rojos también, en una bandeja. Mientras sorbía el primer trago de vino el
mesero amarraba la corbata, cubriéndome los ojos. En ese momento desperté y el
estribillo “I know, I know, I know, that
only I can save me” seguía sonando en mi mente. Obviamente lo primero que
hice fue buscar la canción en internet. La escuché varias veces. Busqué el
video en YouTube. ¿Cómo era posible que es canción haya ido a dar a mi mente?
¿Era algo que ya había escuchado antes en una de tantas fiestas o reuniones?
¿Algo que sonó de fondo y quedó allí grabada para dar vida a un sueño?
De vuelta al trabajo ese día, hace apenas cuatro días,
traté de olvidar el asunto del sueño y la canción, pero, entre reuniones,
llamadas teléfonicas y demás asuntos de rutina; la canción volvía a sonar con
todas sus palabras, estrofas y estribillos. Hice lo que normalmente se hace en
esos casos: meter otra canción para borrar la que no deja de sonar en la
cabeza. Probé con Cuando calienta el sol de Luis Miguel y por unas horas el sol
calentó, el cerebro se puso alegre y hasta llegue a bailar uno que otro pasito
mientras salía del baño. Estaba curada de canción y de sueño. La vida volvió a
tomar su curso normal con salida tarde de la oficina, tráfico endemoniado y
largos minutos tratando de encontrar las mejores vías de salida de la ciudad.
Hasta que esa noche el sueño se repitió: los mismos personajes, el mismo
escenario, la misma canción sonando sin límite al límite de mi sueño. Solo que
esta vez el mesero no traía la copa de vino, sino que dos corbatas rojas. Con
una ató mis ojos y con la otra mis manos... Cuando desperté “I love, I love, I love, this dream of going
upstream” seguía sonando en mi cabeza.
Ese día pude deshacerme de la canción por algunas horas
tocando de manera aleatoria en mi cerebro algunas canciones de Alejandro Sanz,
Thalía, David Bisbal y Shakira. Pero fue inútil, al llegar a Inevitable, Feist
se introdujo de nuevo y desde entonces no ha dejado de sonar como banda sonora
rayada y desgastada your love your love your love.
Al principio pensé que era como uno de esos casos de
enfermedades raras que solo se dan una en mil. Una en mil, pensé. Pero los
médicos me sacaron de mi error. Uno de ellos hasta quiso encerrarme unos días
en una clínica. Allí podría descansar y ser observada por profesionales, dijo.
Que podría convocar una rueda de especialistas en la materia, agregó. ¿Músicos,
compositores? ¿La misma Leslie Feiste en persona? Pregunté. No: psiquiátras,
psicólogos, neurólogos. Ante mi negativa me recetó drogas y me envió a casa.
Y aquí estoy desde entonces. Ayer.
Y la canción no para de sonar, mientras Leslie la canta a
mi oído y el mesero vestido de rojo me amarra también las piernas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario