Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20140715

Hermandad

-- Relato inspirado en "No es serio este cementario" de Mecano --


"¿Con qué be se escribe bello?" - preguntó Gabriel.

"Depende" - contestó Carlos sin levantar la vista del crucigrama que estaba resolviendo, él era así... nunca levantaba la mirada mientras estaba rebanándose las neuronas si resolvía uno de los crucigramas que pasaba arrancando cada mañana a periódico que la señora del comedor compraba para la clientela de la colonia donde vivían los tres hermanos.

"¿Dependen de qué?" - osó en preguntar Gabriel.

Carlos tuvo un instante de silencio, no sabía si contestar lo primero que le pasó por la mente, o si, al contrario, debía poner a funcionar sus filtros y no parecerle tan odioso a su hermano menor.

"De tu ingenio" - dijo con desdén Carlos. Por supuesto Gabriel entendió que no debía seguir preguntando, se arriesgaba a una respuesta mucho más grosera y que dejaba en evidencia su ignorancia en cuestiones ortográficas y de redacción.

"Ya no vino Silvio" - apuntó a otro tema con mucha sabiduría, vio como Carlos levantó la mirada hacia la ventana que daba a la calle, supo que dio en el clavo.

"Tenés razón, ya no vino este maje" - acotó Carlos, inmediatamente frunció la frente, no le gustaba que sus hermanos menores anduvieran muy noche solos en la calle. Desde que su madre se fue vivían en la vieja casa del abuelo, en la zona vieja de la ciudad, rodeados de burdeles, cantinas y vencidas imprentas de antaño.

Silvio era el hermano de enmedio, tenía unas horas de haber salido a buscar algo para comer, por supuesto, Carlos cocinaría, ni Silvio, ni Gabriel estaban preparados para sobrevivir en la vida, no sabían ni hervir agua. A Carlos "le tocó" aprender por necesidad, sino se hubieran muerto de hambre cuando niños. Luego la maña quedó y simplemente siguió la rutina. Más cuando su madre los abandonó.

Pensaba Carlos en el rostro de su madre, al menos cómo lo recordaba, hacía varios años de que se había marchado, era bella para entonces. "Bella, con b" pensó mientras veía a Gabriel que se entretenía en acariciar al gato que los había adoptado. No solo recordaba bella a su madre, la recordaba inteligente, "Brillante, con b" volvió pensar e inmediatamente se preguntó por qué sus hermanos no habían heredado su brillantez, él se sabía algo topado, pero tenía el empecinado objetivo de superar su estupidez natal y parecer un poco listo.

Se oyó la llave entrar a la chapa de la puerta de madera e inmediatamente vieron el rostro redondo de Silvio. "¡Holaaaaa!" dijo mientras entraba con las bolsas del mercado. Las puso en la mesa mientras se iba quitando la camisa, dejando a la vista sus hermosas lonjas grasosas. Carlos lo observaba en silencio, no comprendía muchas cosas de aquellos dos jóvenes que compartieron con él la casa desde niños, se llevaban muchos años entre ellos, pensaba insistentemente que debía irse, ya no podía vivir con ellos, no porque se odiaran o no se soportaran, no... nada de eso, de hecho, vivir con aquellos dos era fácil. Tanto, por una sola razón, solo él se preocupaba de toda la logística de un hogar...  la limpieza, la ropa, el gato, la comida, los recibos, todo... con suerte (como aquel día) ayudaban a hacer algún mandado, previamente escrito con cada detalle para no agarrar cólera porque olvidaban algo. Aún así, los amaba, aún así deseaba irse lejos y pronto. Se pensó la peor persona sobre la faz de la tierra.

"¿Por qué no me voy? con v..." pensó mientras veía a aquel par y sacaba las verduras que acababa de llevar Silvio.

"¡Puta! No trajiste el apio, Silvio..." dijo con vos molesta Carlos.

"Eeehh... se me olvidó" contestó el otro con una pereza premonitoria de la siesta que iba a darse... "me hablas cuando ya esté la comida" dijo mientras se acomodaba en el sillón de la sala, dispuesto a empezar a roncar inmediatamente.

"Si queres te lo voy a traer", dijo Gabriel, en realidad era su forma de salir de casa, antes que Carlos montara en cólera y empezara a hablar fuerte (porque no, él no gritaba [según su propio concepto]) y evitar escucharlo decir que aquella casa era una desgracia.

"No" dijo a secas Carlos. Se le notaba, ya estaba molesto. No solo era la falta de apio, o vivir en aquella casa en ruinas o la pobreza que los envolvía, o el gato que se le choyaba en las piernas cada vez que podía y él no tenía corazón para decirles a sus hermanos que detestaba al animal. No tenía corazón para decirles que los amaba, pero que deseaba irse lo más lejos y lo más pronto posible... con el gato... No podía. Sería enfrentarlos a un nuevo abandono, primero el padre que se le ocurrió morirse muy joven y luego la madre que de la nada se fue una mañana. No podía irse. Estaba condenado. En eso se escucha que alguien toca a la puerta.

"Andá a ver quién es" le dice Carlos a Gabriel. El otro deja su cuaderno donde está escribiendo un reporte estudiantil y va a la puerta, Carlos se atreve a ver de reojo el cuaderno y medio lee algunas líneas, en un pequeño párrafo ve al menos cinco errores de ortografía, se "amarra" las manos para no corregirlos, piensa que Gabriel debe aprender a corregir sus propios errores, como él hizo.

Gabriel regresa a la cocina, viene pálido, como si algo lo asustara mucho, Carlos con un gesto leve de su cabeza le hace entender que quiere saber qué le pasa.

"En la puerta está un señor, bien parecido a vos, que dice que es papá", dice con voz entrecortada Gabriel, que apenas era un bebé cuando el padre de todos murió. Carlos abre los ojos como suele hacerlo cuando algo le sorprende, suelta el cuchillo que usaba para ralear la carne que cocinaría para la cena y va  a ver quién es el gracioso que pretende ser el autor de una puntada.

Al llegar al puerta, lo ve... está ahí, de pie, tal como lo recuerda... su pelo muy negro, su piel morena y su bigote... todo parece igual que la última vez que lo vio con vida. ¿Estaba vivo? ¿Y dónde estuvo todos aquellos años? ¿qué hacía ahí en la entrada? Gabriel iba justo atrás de su hermano, no quería perderse detalle.

"Hola hijo" dijo el hombre. Carlos estaba inmovil viéndolo, más con enojo que con asombro, el hombre lo supo, conocía aquel rostro desde que nació y sabía que habían muchas preguntas en ellos, vio a Gabriel y se sorprendió de verlo tan grande. "Vos has de ser Gabriel" dijo "eras un bebé la última vez que te vi", concluyó.

"¿Qué pasa aquí?" Preguntó Carlos.

"Los anduve buscando desde hace años, pero su mamá no me dio muchas señales de cómo se veían ahora de grandes" dijo... "por eso me tardé un poco".

"¿Qué pasa aquí?" preguntó Silvio, rascándose la cabeza, tratando de desesperezarse, cuando vio a su papá se asustó y se puso justo atrás de Carlos, como acuerpándolo, también quería una explicación.

"Sé que tienen muchas preguntas... pero no se preocupen, tenemos toda la eternidad"

___


La mujer, como cada noche, antes de dormir, elevaba una oración por las almas del purgatorio, donde seguramente estaban sus tres hijos y su marido... solo esperaba que hayan podido estar en la misma región.

"Amén".

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