Relato inspirado en "Paper Trails" de Darkside |
En las sombras, alcanzó a ver sus ojos. La presa se movía como en un sueño: lenta, segura, hipnóticamente ligera. Siguió arrastrándose entre el fango, moviendo las hojas en el agua, husmeando el aire. El cazador no despegaba los ojos de ella, era una bestia hermosa, oscura y valiosa. Sólo su piel negra le aseguraría un lugar importante entre los suyos y ante todo, la admiración de Keomara.
Midió su respiración: ni mucho para que sonara, ni muy poco como para perder la concentración. No se dio cuenta de cuánto tiempo pasó así. Esto ya no era un asedio. Parecía un cortejo. Llegó a admirar al animal que tan bien se fundía con el ambiente. Su cola dejaba una estela de estrellas en el agua, delicada y siempre en movimiento. En un segundo, creyó ver que la pantera volteó la cara y siguió caminando. Su corazón dio un vuelco y se ocultó detrás de un arbusto. Esperó lo que pareció una eternidad y contuvo el aire, sus pies eran de piedra. Esta era su oportunidad. En un instante, tomó su arco y lanzó una flecha. Cortó el aire y la hirió al lado izquierdo de la cara. Un rugido ahogado y zarpazos al aire le dijeron que había sido descubierto. Saltó hacia la pantera, pero ella era más veloz. Intentó sacar otra flecha, sólo para ser aplastado por una garra directamente en el pecho. Movía sus piernas, tirando patadas, intentando salir de ese abrazo que terminaría con su vida, desesperado, queriendo respirar y hacerse humo para escapar. Vio como esos ojos amarillos lo congelaron y decidio abandonarse y dejar de luchar. Sólo esperaba que le llevaran su cuerpo intacto a Keomara. Que le dijeran que sí, que fue valiente contra la pantera y que a pesar de haber muerto, siempre peleó hasta el final aunque no fuera verdad.
El peso en su pecho se fue y la pantera corrió hacia lo más profundo del pantano. Sin creer en su suerte, el cazador se levantó, derrotado pero aliviado y feliz de seguir vivo, apestando a miedo, corriendo hasta donde sus piernas le permitieron... hasta que llegó a la villa un par de horas más tarde.
En la villa, no sostuvo la mirada de nadie. Lo consumía la vergüenza. Estaba seguro de poder vencer a la pantera, de ganarse el respeto del padre de Keomara de una vez por todas. Llegó a su lecho en el suelo y al momento vio que Keomara estaba en la entrada. La vio cansada, con una sonrisa torcida que no lo alegró. Tenía un corte profundo en la mejilla izquierda.
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