Relato inspirado en "Luz de día" de Enanitos Verdes.
Si pudiera borrar un recuerdo sería el de aquella canción, siempre me cayó mal. No sé por qué, en general me gustan las canciones de amor, pero esa está ligada al recuerdo de un mal amor de cuando era una mujer muy joven.
Los ingredientes hervían a borbotones y ella danzaba al ritmo de la radio, era una diva de la cocina, en especial cuando sabía que Mario llegaría a comer, aquella época de pobrezas no desestimaba la creatividad y cuando se puso a tocar cacerolas se armó de valentía y se puso a hacer una sopa de pollo. Todo iba bien, hasta que los primeros acordes pastosos de aquella canción empezaron a sonar y ella no logró llegar a tiempo a la perilla del radio para cambiarla. Era demasiado tarde. El recuerdo había llegado.
No recuerdo su nombre, es increíble, solo recuerdo el peso de su cuerpo sobre mí y que puedo decir, sin miedo, que la primera vez que tuve oportunidad de sorprenderme con la sexualidad fue con él, por supuesto, ya había tenido sexo antes, pero él me arrastraba a la orilla del desamparo envuelta en la desnudez y la desfachatez. Me sentí en sus manos la mujer más hermosa.
Metió la cuchara de madera para sacar algunas verduras y verificar que estuvieran cocidas adecuadamente, era en vano, quería pensar en otras cosas, pero en su cabeza había una sola cosa: molestia. No sabía por qué, el tipo se había ido hace tanto tiempo, que no recordaba cosas esenciales como su nombre, su rostro o su forma de roncar al dormir. Solo sabía que, además del abandono del que fue víctima hace más de diez años, lo que le atormentaba es que jamás al infame le gustó cómo cocinaba. El muy atrevido.
Marío ya va a venir y no tiene por qué enterarse de este mi mal humor, nada tiene que ver él con mis malos recuerdos y mis pelazones mentales, además, fue hace tanto tiempo, jamás pienso en lo que pasó, a menos que suene esa estúpida canción.
Ella estaba de mal humor, mientras tapaba la sopa se le zafó la manta y al tratar de evitar que se cayera al suelo la tapa, se quemó. El ruido y desparpajo espantó al gato que era testigo de la sopa, de la canción, del recuerdo y el mal humor. El pobre animal se fue con una corridita graciosa a meterse bajo la cama, era un genial espacio para esconderse de las neurosis de su dueña.
Y porque puedo mirar el cielo,
besar tus manos,
sentir tu cuerpo,
decir tu nombre...
¿Cómo es posible que me irrite tanto esa canción? El tipo ni siquiera fue tan importante en mi vida... creo que estuvimos juntos menos de dos meses... prácticamente lo que hizo fue darme algunos orgasmos y joderme la canción.
Regresó a la cocina luego de mojarse las manos que se quemó con el vapor de la olla llena de sopa, pensó que era una suerte que no hubiera arrojado la sopa sobre sí. Una quemada de esa magnitud sería fatal, pero peor aún... No tendrían qué almorzar aquel día. Le partía el alma pensar que no le daría de comer a Mario.
Soy una ridícula.
Porque puedo ser luz de noche
ser luz de día
frenar el mundo por un segundo
Algo pasó cuando terminó la canción... escuchó la llave de Mario que entraba en la cerradura, ella corrió a la sala del apartamento a encontrarlo, él entró y traía entre sus manos nada más que un libro que le acompañaba y al verla sonrió, ella lo besó en el pacífico silencio de una mala canción. Sintió los brazos de él rodeándole la cintura y cómo le devolvía el beso.
Ella estaba feliz de verlo... "La sopa ya está". Él se sintió aliviado de escucharla, traía mucha hambre. Se acercó a la cocina y llevó a la mesa los platos que ella sirvió. Ambos se sentaron ella jamás volvió a recordar al tipo de antaño... por si acaso, procuraría no volver a escuchar aquella fea canción. La vida era buena. Ahora.
Cuando la música se convierte en inspiración
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