Los Amantes de Marc Chagall Texto inspirado en
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Era un martes, a media semana de enero iba, caminando hacia todo lo que lo pendiente del resto de sus años, cuando se fijó por primera vez en Plaza Salvador. ¿Se estaría refiriendo a El Salvador, este pequeño monumento incrustado en el barrio de Varsovia? Moja droga, le decía él al oído cuando se permitían caminar el largo del río. Kocham cie, le iría a firmar luego cuando todo se condensara en cartas postales, porque primero hubo caminatas e invitaciones a salir de estos espacios circulares de verbena y masajes de ego para discutir y platicar y viajar, poco a poco, a los recuerdos el uno del otro. Luego cesaron las miradas, quedaron las palabras al aire e impresas en el cartón de cartas postales.
Ella firmada en español y con mucho cariño tácito que llevaba el eco de cuando a media caminata se volvían a ver a los ojos y guardaban el sentimiento de que era la primera vez que veían a los ojos a alguien que hace mucho conocían.. cuando no se conocían. ¿Cómo pronunciar nombre de ella? Si los alfabetos eran tan distintos pero cachaban en el aire sonidos y semejanzas y en la traducción se perdían las construcciones gramaticales pero no el sentido de un yo también ni de un yo entiendo, el privilegio de dos personas que juraban ser amigos de toda la vida, a quienes les dolía separarse cuales amantes enamorados.
Ella iba a llegar a Varsovia, algún día, solo para que se juntaran de nuestros los brindis de El Salvador y Polonia, brazos cruzados, y rieran todo. Uno creería que a medida se escurre el tiempo esos elementos que carecen de sentido se van llenando de significado, cuando para estos había tanto que permanecía sin casar con ninguna pieza de sus reflexiones. Claro, ¿cómo iba a querer alguien el bigote de Hitler? No era necesario especificar que no le gustaba el fascismo, al contar de la vez en la que se empezó a quitar la barba y el bigote la primera vez.
Reirían de ello una vez más en las ciudades costeras y al sur por Dachau y Auschwitz, aunque no al mismo tiempo. Ella iba a entender, por fin, la sensación de cortar las conexiones con la capital y escaparse a los paisajes húmedos y grises y encontrarían nuevas frases para el glosario que iban armando, más allá de nazdrovie y drogo. Y estando más cerca, así como estaban, quizás pasaría algo que rompa la promesa de amistad, como dicen que ningún lazo fraterno es del todo inquebrantable. De cerca pasarían por encima de los dibujos de la facultad de arquitectura de Varsovia o dibujo en Cracovia.
Y las palabras nuevas y el sabor de las aventuras dibujadas en un bar con luz tenue, un círculo polaco alrededor de la salvadoreña, vivían y crecieron en una libreta que tenía escrito Warsaw en la portada. El cuaderno está untado de pistas que pueden reconstruir lo que nunca sucedió, todo lo que evoca Plaza El Salvador, aun después de que las postales hayan hecho la brecha más grande. Pues, de repente las postales ya no venía desde Varsovia. Luego vinieron los viajes a México, al Oeste de EE.UU., inquietudes con respecto a si seguir con el dibujo, y pedazos de historias que perdían vigencia y relevancia tan rápido como el pasar de semestres que, luego, uno justo después de otro, cobran un ritmo que conexiones tempranas son incapaces de alcanzar. a
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