Afuera todos
hablan de cómo me salvaste. De la forma heroica en la que, en el último
instante, me tomaste del cabello para impedir que saltara al vacío. En la tele
dicen que me salvaste; igual que el periódico que Teresa me trajo a leer en la
mañana. No quiero ver más, ni escuchar nada.
¿Salvarme? ¿De
qué? ¿De la libertad? ¿De mi decisión? Me salvaste, dicen. ¿Para qué? ¿Para
volver a lo mismo, a este camino sin salida al que entré cuando te contesté
aquel primer saludo?
Parada sobre ese
techo me sentí, por primera vez en años, dueña de mí, de mi destino. No sé cómo
llegaste hasta allí... Oh claro, me seguiste. ¿Fue el GPS que pusiste en mi
carro? De seguro viste que salí sin consultarte, sin pedirte permiso, e
imaginaste que iba a encontrarme con algún amante. Sí, eso debió pasar. Tus
malditos celos, como siempre.
De un tirón me
arrebataste ese momento de autonomía. Me anulaste de nuevo, aunque para todos
ahora sos un héroe. Teresa dice que te han entrevistado y tomado fotos. Me
cuenta que sos como el nuevo príncipe soñado en redes sociales; que has
recibido mucho apoyo, el joven esposo abnegado que ha sufrido el golpe de ver a
su mujer intentarse quitarse la vida.
¡Qué suerte! ¡Qué
feliz coincidencia! ¡Qué valentía que llegaste a tiempo para librar a esta
pobre infeliz de sus propios desvaríos, de ese intento cobarde de quitarse la
vida!
Ahora es... Oh,
la ironía, como si no existiera.
Nada de lo que
digo vale para nadie. Ni siquiera he logado encontrar un poco de luz en Teresa
. Llora y me reclama cómo pude siquiera
intentarlo sin pensar en ella, en mamá, en el tío Gustavo... La pena que les he causado.
Al siquiatra le
he dicho todo. Le hablé de los golpes, de las amenazas de muerte, de la gente a
la que le pagaste para que me siguiera, de lo bebés que he perdido, de cuánto
te odio. Silencio. Anota y no me cree nada. "Desvaríos de suicida ",
murmuró la enfermera. "Esta mujer está grave, ¿viste al encanto del
esposo? Es que hay quienes tienen todo resuelto en la vida y por eso se
inventan problemas", ha contestado la otra.
Veo al techo, ya
sin fuerzas para nada , ni para sacar las lágrimas que se me atoran en la
garganta. Supongo que es el medicamento. Me
cuesta respirar. No logro pensar con claridad.
Y sin embargo,
estoy más resuelta que nunca. Esta vida debería ser de permanencia voluntaria,
y yo he decidido que quiero levantarme e irme.
Se había exiliado
ResponderBorraren la orilla de playa
más cercana a la nada,
donde encendía
hogueras urgentes
desde aquella isla
donde el sol
nunca se escondía.
Escribía mensajes
en la arena,
mensajes que miraban
al cielo,
tan grandes,
que hasta el dios
más despistado
y miope, lo vería.
Mensajes,
que esperaba
fueran atendidos
por la muerte
para que lo salvara
de esa isla maldita.
Él, no tenía
valor ni vocación
al suicidio.
Espero que los dioses le hayan respondido.
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