No
deja de asombrarme como la humanidad se inclina a crear toda una filigrana de
ideas y creencias sobre seres que técnicamente la ciencia no ha podido
comprobar su existencia (pero tampoco ha podido negarla).
La
construcción de estos personajes culturales deben tener el mismo proceso de creación
que el de los personajes literarios. Finalmente, el acto de narrar se puede
rastrear hasta el arranque de los tiempos; desde que la humanidad necesitó unos
relatos con que matar las horas o con qué convencer a unos para que maten a los
otros, en virtud de lo cual los inventores de los relatos puedan dedicarse a gestionar el poder desde un templo, pirámide,
casona blanca o infraestructura afin.
Estos
personajes creados por la cultura y cuyo rastro se encuentra en casi todo
soporte que puede consignar el pensamiento y la creatividad humana toman
diversos vestuarios: dioses, ángeles, fantasmas, extraterrestres, gremlins, espectros
y hasta pirañas inteligentes capaces de devorar una comarca en pocas
horas. Unos pueden servir para salvarnos
o echarnos una mano en este valle de lágrimas, otros cómo los extraterrestres a
lo mejor nos abusen en su nave nodriza y nos hagan engendrar algún espectro
siniestro como Aliens o quizás solo nos digan (estoy simplemente replicando el
relato, no convenciendo a nadie) como pacificarnos de una buena vez para cuando
venga la nueva era, algunos andan penando por ahí queriendo decir un mensaje:
que todo mundo le devuelva las pertenencias a la abue, por ejemplo. Vamos, que
formas y contenidos hay muchos, y funciones también. Pero todos, o casi
todos, tienen un denominador común:
tienen una misión y están de paso. Son forasteros.
Y
ahí es donde me pregunto: con qué objeto, qué necesidad primaria subsana la humanidad haciéndose acompañar de ese extranjero, de ese otro que no se parece a
nosotros pero solo un poquito. Porque en el Olympo los dioses se la pasaban regio
y sus deidades cuando hacían sus incursiones por estas tierras también andaba
por ahí de traviesos, qué decir de los ángeles mensajeros que te dejaban de una
pieza con sus revelaciones. Allá vos como salías con las encomiendas de los
cielos. Los extraterrestres pues sí son variopintos, pero son bípedos y con
unas ganas de conquistar la tierra superadas solo por ciertos protagonistas de
los noticieros. En fin que estas construcciones simbólicas no son más que la
proyección de nosotros mismos queriendo ser mejores o depositando en lo
intangible la responsabilidad de una vida, muchas veces, imposible de abordar.
UFO
Starmen me remite en sus sonidos a la inconfundible banda sonora que antecede a la aparición del ser venido de
galaxias ajenas, que ha decidido por fin dejarse ver. Pero ese ser de las galaxias por ahí de los 50
vestían a gogo, luego ET nos enseñó que bien podía ser una mascota (para luego
abandonarnos: primer trauma infantil imposible de superar) y ya luego pues casi
ser ese extranjero (migrante) hostil hay que hay que aniquilar a hierro y fuego. Otra vez: el arquetipo del
extranjero para justificar ideas que no queremos trabajar directamente por que
es menos doloroso proyectar la culpa en el enemigo, al que de ser posible
deformamos en sus características físicas.
Nuevamente, mi amigo el simbolismo nos ayuda en este cometido.
Y aquí es donde aparece la
relación binaria del atormentado ser humano,
expulsado del paraíso y totalmente perdido en la historia, la del líder y el
enemigo. En el líder podemos también descansar esa angustia y la náusea sartreana
de hacernos cargo de la responsabilidad y consecuencia de nuestros actos, nada
más que a este lo queremos un poquito. Es más fácil indicar quien es el o la
iluminada, seguirlos mansamente y luego ya acordaremos si nos ha complacido lo
suficiente o le hacemos un juicio sumario real o mediático, pues el arquetipo
de líder y mesías tiene esa cualidad que también nos puede servir de chivo
expiatorio que con ponerlo a arder pues ya quedamos todos en paz ¿Quedamos en
paz?
Y es así como esta manera
de andar por la vida narrando las otredades nos lleva a dibujar héroes o villanos,
fantasmas y extraterrestres, ángeles y demonios que llenan la programación de
Netflix y las campañas electorales. Si nos enseñaran de pequeños el Diccionario
del Bestiario Universal a lo mejor pudiéramos distinguir mejor la realidad de la
ficción y no convertir en monstruos a nuestros iguales ni dotar de cualidades
que no tienen a simples mortales.
Madurar un poquito, pues.
Imagen tomada de: Filmaffinity
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