Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20160523

The last man standing













Esa Navidad, una pequeña Aura de apenas cinco años, bailó subida en la mesa de la sala familiar para el tío-hermano-lejano que había venido para las festividades. Alguien tuvo que haber sabido, entonces, que nunca iba a parar. Que en interminables fiestas con amigos, amores, familia, amantes, conocidos o desconocidos; siempre todo iba a parar en eso: ella era la que siempre terminaba bailando a altas horas de la noche cuando todos los demás ya estaban doblados de la borrachera. Y así fue pasando de clases de ballet a danza moderna, folclórico, bellydance, salsa y hasta lambada, punta, samba. Ustedes solo menciónenlo. Ella bailaba. Unos pintan, otros cantan, otros escriben. Ella bailaba. Era su forma de decirle al mundo que nunca iba a parar. Como esa noche en el cuartito blanco y a oscuras del primer romance en serio, con algunos jalones de más a la pipa y el hombre que la miraba anonadado mientras ella brincaba y su ropa volaba para todos lados, o la otra noche en que apenas en calzones le bailaba demasiado cerca al querido en cuestión, aquellas escenas, aquellos bailes que iban a parar directo a la cama, porque ella sabía cómo, ella sabía qué fibra tocar. Toda su vida se tratataba de playlists, todos sus amores los arreglaba con un paso por aquí, otro por allá. Porque no tenía otra forma de entender las cosas. Solo a través de la música y bailando.

– I'm the last man standing!!! Gritaba en aquella fiesta alzando su vaso casi vacío mientras las demás ya se habían ido, o estaban dobladas en alguna silla, o dormían la borrachera en algún sueño.

Ella era the last man standing con los pies descalzos y chucos de tanto bailar. Sabía que había nacido para andar en el mundo y agarrarle a la música el gusto y las ganas. Porque nadie tenía más ganas que ella de andar por allí sin que nada le importara, sin explicación cierta, sin aburrimientos ni excusas.

Hasta que, - claro, siempre hay un "hasta que" - apareció el Marciano. Se lo encontró en la pausa entre una canción y otra en una de esas fiestas de viernes mientras ella buscaba otra cerveza y él pedía su quinta agua mineral. Ese hombre no tenía modos ni filtros, y a la primera, sin mediar palabras ni presentaciones, le estaba tratando de adivinar el color de ojos en la oscuridad. Y luego le estaba contando un sueño, tan vívido que parecía como si hubiera pasado de verdad. Fue el sueño ese de cómo bajaba su nave espacial sobre el volcán de San Salvador y de cómo sus compañeros planetarios lo habían dejado aquí a la buena de Dios... Bueno, sea cual sea el Dios de los marcianos. Y de allí su nombre. Y el Marciano era tan atractivo que bien se le podría creer que no era de este mundo. Seguía hablando incoherencias a las que Aura ya no les prestaba atención, solo quería sentarse a oírlo por siempre y tener la excusa de mirarse en su mirada todo el tiempo que fuera posible. El Marciano le contaba otro sueño, pedía la séptima botella de agua mineral, y a ella ni siquiera le había preguntado su nombre. Le contó todos sus sueños y fantasías por más de cinco horas, diez agua mineral y siete veces al baño, hasta que entró la madrugada. Que si quería ir a ver el amanecer al volcán, le preguntó, le iba a enseñar dónde lo había dejado la nave... Según su sueño, claro.

Subieron y subieron y subieron y subieron.

Hasta el final o el tope de una calle. La calle terminaba allí en medio de una nada con vista a San Salvador, el lago de Ilopango y el Chinchontepeque. Y de hecho, el sol estaba saliendo cuando llegaron. Aura estaba incendiada de rojo cuando el Marciano cayó de rodillas a la orilla de la alcantaría que previamente había abierto. Con los brazos abiertos hacia arriba invocó a Zeus y a algunos otros dioses del Olímpo. Y sin advertir si quiera "aquí va", se tiró de un solo salto en el hoyo recién abierto.

Comenzaba a subir el calor y eso no podía estar pasando. Vio el reloj y eran casi las siete de la mañana. Vio su sombra tirada en el suelo.

– I'm the last man standing!!! Gritó

* Foto tomada de -  http://coordenadascuba.blogspot.com/2015/06/la-bienal-de-la-habana-tiene-zona-franca.html


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