Inspirado en UFO Starmen de Piotr Kalachyn |
Dos cosas pasaron. No, no fueron 2: fueron 3. Vamos a empezar por el comienzo, porque no podemos entender lo uno si no entendemos lo otro, ajá, es debatible, pero dejemos la discusión para después, ¿no? Además, esto tiene poco que ver contigo: tiene que ver con el protagonista de la historia, reactivo y tranquilo, inconsciente de las consecuencias de reaccionar e ir y venir y llegar a lugares por inercia, y no convicción. La primera fue el cortocircuito, causado por un choque eléctrico entre lo que él esperaba y ella le dio. ¡Boom! De un solo, así el accidente del Challenger, pero más lento; igual de inesperado, pero más lento.
Después vino el estado catatónico. Compartido o a solas, no salía de la cuarentena de protección y silencio. “Cuando un hombre se queda acostado viendo al techo es que de verdad está hecho mierda”, dicen. Y esta vez fue eso multiplicado por 10 y llevado a mesas de bares y restaurantes. Palabras que no tenían sentido, llegaban a estrellarse una tras otra en la pared invisible del trauma post ruptura, el primero en la historia amorosa de nuestro protagonista. Lo delicado era que nadie estaba consciente que uno de los síntomas es asociar el malestar a todo y por eso los pleitos por el control de la tele o por qué comer un viernes en la noche. Todas las partes involucradas, sin embargo, llegaron a sus treintas sabiendo que cuando uno está mal con uno mismo está mal con todo. Amigo protagonista #2 puede llegar después de una ruptura y la red de apoyo asienta con la cabeza y juntos se preparan porque no, no es cosa de un día al otro. Silenciosamente se soltaba si y solo si desaparecía la realidad virtual para dejarlo a sola con su cuaderno verde.
Y ahora, ¿qué putas? ¿qué es lo peor que puede pasar? Si el celular se cae caería en un pasto verdoso, antes verde y virgen y hoy machucado por los infiltrados como yo y probablemente habrá que limpiarlo pero peores golpes ha sobrevivido y ya la pantalla está floja y cada acción te dice que hoy teléfono vale menos. Peores cosas han pasado y la vida útil de tantos aparatillos sigue, yo no debería de ser la excepción, ¡maldita sea! Me llevo la lección y los callos, pero no sé cómo quitarme el mal sabor de boca, todo me sabe a maldecir y a “What’s the point?” Quiero descansar apoyado en una botella de plástico o de vidrio y usar el alcohol para apagar el cerebro, el cerebro que enciendo con textos y correos electrónicos que apelan al conocimiento y la cobardía de las responsabilidades pues es más cobarde someterse a los deseos de las responsabilidades que renunciar a ellas del todo y en tiempos de desconexión igual sirve de puente al pasado. Quizás eso me hace falta: desconectarme y caer al pasto verdoso y que me trague el lodo, morir; morir públicamente para renacer emocionalmente.
Y así fue que ocurrió lo que faltaba que ocurriera para terminar de narrar tres de las tres cosas enunciadas al inicio: él huyó de todo su pasado para encontrar su futuro. Nadie sabe cuál es la receta para desaparecer sin morir tan bien como el, que ya no existe, no es alcanzable ni distinguible. ¿Cómo logró desaparecer dejando esa impresión de que allí sigue? Todos los testigos que le conocieron aseguran que no ha muerto, que aún vive, que en una identidad paralela vive mejor que antes, siempre sobre la faz de esta tierra, dicen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario