Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20160808

Prohibido reír




Relato inspirado en Creep versión de Postmodern Jukebox




Me preguntó usted por qué es que soy así. O mejor dicho, por qué creo yo que soy así. Le dije que varias cosas tienen la culpa: las figuritas de las corredoras que flotaban por la pista con velocidad envidiable mientras yo apenas alcanzaba a salir de la meta, el árbol seco del área social donde aquella amiga me mandó a la mierda, los hot dogs insípidos con los que aquel primer novio me pidió que anduviera con él, aquella señora que me vio con desprecio cuando llegué al cumpleaños de su hija un día antes por querer encajar. Usted no sabrá cómo es esto de ser yo, de ser invisible a voluntad y de ser notoria por los motivos equivocados. Usted no lo sabe y es mejor así, porque si no, no estaría contándole todo a $40 la hora. Quisiera que me dijera que esta combinación de cosas que llevo adentro es culpa de todo eso y de esta cobardía de no haberles dicho lo hijueputas que eran todas, de no haber tenido el valor de defenderme. La verdad es que yo misma sé la respuesta, no tendría ni por qué estar sacando toda esta sarta de cosas. Después de tres meses de estar dando vueltas a la misma cosa, no creo que sea necesario que me siga escuchando, pero como ya le pagué todo el tratamiento, voy a seguir en esto. Me da risa pensar que me decían que parecía dragona, me da risa porque en realidad no tenía ni la mitad de la furia que tengo hoy, porque la única diferencia es que hoy la disimulo mejor.


Verá usted, si hay algo que no entiendo es cómo toda esa gente que nunca se esforzó ni la mitad de lo que yo me he esforzado vive viajando por el mundo, en pent-houses de lujo y con veinte fotos por día en Instagram, en Facebook y en cuanta red que aguante fotos exista. Le pasan machacando a una por casi veinte años que es especial cuando en realidad es una poco menos que ordinaria. Los otros restaltan no por sus logros, sino por sus apellidos y por las amistades de papá y mamá. Es una lástima que eso lo haya venido a aprender demasiado tarde. Antes veía los calendarios y de repente me caía un anuncio para avisarme de la nueva imagen de alguien, porlagrandísima. Ellos en un yate, ellos en París, ellos en el bautizo del segundo hijo y ellos en los juegos de invierno en milnovecientosquiénsabe en algún lugar de Europa del Este, con nieve en el fondo. Seguí su consejo y por mi salud mental dejé de seguir a toda esa gente, desinstalé programas de todo, cerré cuentas de redes y solo paso hablando con la gente que de verdad me importa. Resultó que encontré amigos entre perfectos desconocidos que hablaban mi idioma y boté supuestos contactos de gente hipócrita que conocía desde hace veinte años. El que dijo que los amigos del colegio eran eternos, claramente no conoció a la misma calaña de personas que conocí yo. El que a usted lo obliguen a estar encerrado en un salón seis horas al día con el mismo grupo de personas durante ocho años no lo hará tener amigos entre sus compañeros de encierro. Si no me cree, pregúntele a un ex-convicto. No veo la diferencia entre las paredes de un colegio al de una cárcel. Bueno, si... El cambiar de juego de paredes pasado el mediodía puede que haga la diferencia, pero el encierro forzado y el falso compañerismo comparten la misma naturaleza. Juzgue usted.


Y no hablemos del falso fervor. Falso, falso... Todo falso. Creo que esa palabrita resume todo en esta vida. O al menos una buena parte de la mía. Podría pasarme horas quejándome de esa porquería, siempre encontrando algo nuevo que criticar. Amén la clase de catecismo, oremos por el Santo Padre que lleva en sus hombros la salvación de todos nosotros y no recuerdo qué más. Yo misma veía a los supuestos líderes coqueteando con las muchachas del grupo, que solo eran grupos de encuentro para potenciales novios y novias aprobados por los padres y a veces asolapados por los mismos curas. Pero le veo la cara de espanto y el labio arrugado; no me mienta, que sé que le ofendo. Y está bien, usted es libre de creer lo que quiera, pero a mí ya no me vienen con cuentos. Pasé por eso: por los hermanitos de los coritos dominicales, por los Hare Rama Hare Hare, por los otros hermanitos del diezmo que es del Señor y muchos otros. Creo que brinqué por todas las religiones, a excepción de los mormones y musulmanes. Mejor le cambio el tema porque veo que no le voy a poder echar la culpa a eso con usted. Ya lo ví, creo que es mejor que no le diga nada más de eso. Cerremos nomás al decir que yo no voy a buscar la religión como un consuelo así como hacen otros porque ya pasé por eso y sigo sin encontrar a Dios. No me malinterprete, que no soy atea. Creáme cuando le digo que sí quiero encontrar a Dios. Quiero creer en El pero la vida me tira razones para no creer directamente a la cara, todos los días. Dios y yo nos entendemos y El me conoce. Dejémoslo allí.



¿Le cuento algo? Creo que encontré una forma de maldecir menos y pensar menos. Así paso los días concentrada en cosas más productivas que en cómo insultar a esas malnacidas si me las llego a topar en la calle algún día. Sí, es mejor si paso buscando formas de reírme por estupideces. Si la vecina patea porquería de perro, me río. Si alguien me cuenta un mal chiste, me río igual. Reírse es gratis, disfrutar pequeñeces es barato, no jodo a nadie y me siento mejor después. Lo que más me gusta es que puedo reírme al fin de mis errores aunque no me de risa, aunque quiera llorar o mandarlos a todos al carajo. Es más fácil reírse a la fuerza que fingir que alguien me cae bien porque a la larga termina dándome risa de verdad. No importa si al principio no siento cosquillas en el estómago, porque la risa no comienza en el estómago sino en el cerebro. Una vez me dijeron que la risa abunda en la boca del tonto, pero no creo en eso. El que se ríe a propósito no tiene ni un pelo de tonto, sino que navega sutilmente con bandera de pendejo para enterarse de todo y no afectarse por nada, digo yo. ¿Sabía que dicen que disfrutar del sarcasmo es signo de inteligencia? Desde que oí eso, me siento menos estúpida cada vez que hablo antes de pensar. Sigo pensando en las cosas que encuentro risibles y no logro entender todavía si soy penosamente idiota o increíblemente lista. ¿Será que eso importa? Yo digo que mientras logre pasar un día más sin agarrar a alguien del cuello para cobrármelas todas, eso sale sobrando. ¿Usted que piensa? Ah, sí. No me puede decir. El tiempo se nos ha terminado y esos $40 no alcanzan para que me diga eso.  Será para otro día.

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