Nunca fue buena para dormir, cualquier cosa era una excusa para que la abandonara Morfeo. Pasaba las noches en vela, oyendo música, leyendo cuentos, escribiendo poemas, mandando mensajes a su paladín. No recordaba cuándo empezó. De hecho siempre tuvo la impresión de que nunca durmió bien.
Las noches siempre fueron su espacio temporal favorito, le gustaba el color oscuro del cielo, el silencio cuando todos dormían, la frescura de la inmensidad.
Tenía una semana de no dormir poco, un par de horas al día, los exámenes médicos, la presión laboral, la madre que persigue sus pasos perdidos, la hermana que requiere consejo, el hombre que quiere y su plática alentadora, la soledad que le aconseja, los triglicéridos disparados, la prolactina que se subleva y las preocupaciones básicas de todo adulto normal: ir al super, pagar la casa, terminar un texto, recordar cumpleaños a tiempo, cubrir necesidades de los demás, tomarse un café con las amigas.
Y ahí estaba de nuevo, ella acompañada del insomnio, de las mil preguntas que jamás contestará, del recuerdo lejano de una noche de noviembre cuando vio llover fuego sobre los techos de la colonia popular donde creció. El miedo de escuchar las pisadas de "los muchachos", la enorme ollada de frijoles que la puso su mamá a cocinar y sus 12 años que no comprendían muy bien que la guerra era una necesidad comunitaria o la forma en que alguien la engañó y le dejó impregnada para siempre la piel con la idea equivocada de que el comunismo era la solución.
Veinticuatro años después está acá, no es comunista, nunca entró a la guerrilla, ahora es una asistente de algo parecido a la filantropía y no comprende por qué la vida a veces no es como ella creía que sería a los 12 años.
24.
No se da cuenta que empieza a soñar mientras está despierta, su cerebro necesita descansar y manda esas señales, para que ella de verdad vea la manera de dormir, al menos un momento. Sueña despierta porque no le queda otra. Sueña con un hijo que jamás tuvo, que amaría con fervor y se llamaría Silvio, como su papá. Sueña que es doctora y que al menos tiene una excusa para el desvelo, que es otra, con faldas cortas y tacones caros. Sueña que es una mujer normal que no escribe, que ama a Arjona, que busca estabilidad con un marido amarrado con todas las leyes. Sueña que es la mujer que siempre le dijeron que debía ser.
No es ella.
Sueña que viaja, que tiene un bar, que publica libros, que cuida a una familia a la que se integró tarde, que puede hacer lo que le da la gana, que tiene pocos amigos, pero son los suficientes. Sueña que el dolor de cabeza la dejaba, que podía dormir, que era normal. Sueña que México los recibe a ella y a él, que le deja meterse en sus rincones y ver los cuadros de Frida y Diego, caminar por Chapultepec, que se maravilla en el Soumaya mientras él se da el lujo de instruirla. Sueña que el cielo es claro y hace frío.
Pero no es ella.
Ella es la niña de doce años que tiene miedo, que se prometió a sí misma que no permitiría que nadie la golpearía jamás, también es la muchachita altanera de diecisiete años que prometió nunca enamorarse, que pensó que todos sus compañeros eran unos imbéciles faltos de creatividad e instinto asesino. Ella es la que nunca quiso hijos hasta que a los 21 le dijeron que nunca los tendría, es la que permanece despierta demasiado tiempo, es la que no logra controlar del todo sus alucinaciones, la que le da pena admitir que la mitad de lo que ve no existe, sueña porque no le queda otro remedio. Es la maitra gordita que le gusta el rock, la brava, la demasiado blanda cuando le ganan el corazón, es la tía lejana de un crío identico a ella. Él como ella, a los seis le ha dado por hablar con muertos y eso le preocupa.
Ella es la que está sentada en el balcón de su casa, sola.
Sabe que soñar es la mejor alternativa que tiene, porque esta vida es una afrenta a su imaginación, piensa en su familia, esa familia plagada de normales que vive al otro lado del volcán, piensa en sus planes que nunca concreta y sabe que fácilmente llegará a los 40 años, le faltan pocos años y seguirá siendo esta que sueña, esta que no duerme, esta que está medio loca, esta que no entiende al resto de adultos, esta que sigue pensando que algo pasó el día que a los seis años empezó a ver a un monstruoso hombre que le decía... "jamás volverás a dormir".
¡HERMOSO!
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