(Relato inspirado por With Or With Out You de U2)
Dijo que a la hora del atardecer mientras el sol todavía se reflejara en mis ojos. Dijo que sí vendría y la luz del sol todavía se escurre sin ningún drama entre las ramas de los árboles, entre las hojas que se mueven con su verde que te quiero verde. Así. Sin más noticia que mis manos dándole vuelta al último café del día, que tal vez en unos minutos pueda convertirse en algo más fuerte como licor o rosas o espinas. Me resisto a creer que esté aquí esperando, que haya estado esperando desde unas horas antes por si se le ocurría aparecer previo a la hora convenida, por si yo hubiera oído mal y en vez de cinco hubiera dicho cuatro o tal vez tres o tal vez dos y así no habría sorpresas o disgustos o llegar y encontrarme con la mesa vacía como la vez anterior y luego tener que soportar el fin de semana de enojo, tener que dar miles de explicaciones, miles de perdones que al final siempre nos llevan a la misma reconciliación de siempre en un hotel de tercera, con whisky de segunda y sexo de primera. El reloj pasa tic-tac tic-tac tic-tac, la gente pasa en la calle también, mientras espero, mientras la espera se prolonga como cualquier orilla del mar cuando las olas van y vienen y mojan la arena y la dejan llena de espuma amarilla de tanto sodio y entonces se convierte en un estorbo más como basura o llantas o desperdicios que nadie quiere apartar.
Dijo que sí vendría.
Dijo que a la hora del atardecer mientras el sol todavía se reflejara en mis ojos. Dijo que sí vendría y veo cómo el sol se va acercando a la línea recta del horizonte y pienso que nada de esto vale la pena, haber vaciado así las emociones, dejarme descubrir vulnerable, dejarme abrazar y sacar palabras que nunca creí que existieran para que luego todas esas palabras se revirtieran en mi contra, para que luego todas las emociones le permitieran acomodarse en una relación ya casi sin sorpresas, ya sin canciones, ni poemas, ni dulzuras, ni ternuras... Ni nada de todo el palabrerío del que hizo gala al principio. Para ganarme, para comprarme, para sorprenderme, para amarrarme de manos y dejarme el cuerpo todo en automático hacia él. Y a este punto podría levantarme, levantarme, irme para siempre caminando hacia el horizonte como película cursi y con drama, con música de fondo con tragedia, con una ópera de esas lastimeras y desgarradoras. El sol todavía no se va del todo y podría... Podría irme. Podría. O dejarlo ir sin sorpresas. Dejarlo ir como un suspiro, como una lágrima, o como ese mismo sol que dentro de unos momentos se va. Pero dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir.
Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir. Dejarlo ir.
Dijo que sí vendría. Dijo que a la hora del atardecer mientras el sol todavía se reflejara en mis ojos.
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