Cada mañana se levanta tempranito, se baña y jala con todo y la mujer y el hijo, el día de trabajo les espera. Ella va a atender el puesto para llevarle a los transeuntes agua y dulces, también va a cuidar al crío, él va a subirse a un montón de buses a vender dulces. Se llama Roberto, le dicen "El Grumpy".
- "Buenos días a todas las personas que abordan esta unidad de transporte, este día les paso a poner, hasta la palma de su mano, este delicioso y exclusivo chocolate jerchi, que le viene con lo que es almendra, maní y chocolate, usted se estará preguntado cuál es el valor de este sabroso chocolate, déjeme decirle que en todo supermercado o tienda de conveniencia usted cancela cincuenta centavos de dólar, pero a mi no me va a cancelar cincuenta, ni cuarenta, ni treinta centavos, usted puede disfrutar de este chocolate por solo una cora. Es de esta manera en que me gano el sustento de mi familia cada día, demostrándole así a muchos jóvenes que es posible ganarse la vida honradamente sin venir a exigirle dinero o faltándole el respeto con sus pertenencia. Pasaré a por cada uno de sus asientos por si alguno desea llevar este sabroso chocolate jerchi."
Antes de subirse al bus regañó a su hijo, como que comprendiera cada una de sus palabras le dijo "por esas culeradas si te voy a verguiar", mientras se refugiaba entre las piernas de su mamá, ella le dijo que no lo regañara, la regañó a ella... "cuando se haga marero a los dos nos va a matar, no quiero que él sea así". "Exagerado" le dijo ella.
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Cuando se acompañó tenía solo 15 años, ahora tiene 17 y un niño de año y medio. No le importó que su nana le dijera que no se fuera con ese muchacho, que se dedicara a sacar siquiera bachillerato en el instituto. No sabía su nana que estaba preñada, nunca lo supo, se "le vino" el niño cuando tenía tres meses, pero Roberto si la quería de verdad, no la dejó, se quedó. Le dijo cuando salió de maternidad - "vaya mija, hay que buscar trabajar de algo".
En sus días más afortunados vende hasta 40 dólares de dulces y bolsas de agua, está curtida por el sol y el pelo morucho se le ha puesto claro de tanto aguantar sol, la parada de buses de metro es su segunda casa, su hijo solo conoce ese lugar y la casa de su abuela como lugares para quedarse, día tras día. Ya ha pensado en vender otras cosas, como verduras o ropa, pero el pisto nunca alcanza para saltar de rubro. Se llama Yamileth, le dicen "La Curilera".
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Los días son duros en el mundo de los vendedores informales, son una estadística en el comercio de El Salvador y un titular habitual en los periódicos, en especial cuando al alcalde se le ocurre que los va a reubicar, también cuando los malos de la película los matan, por renta o porque vieron algo que no debían o dijeron algo incorrecto o pasaron por donde no debían. La vida es difícil, pero al menos ellos se tienen amor, un amor tan normal.
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Esta mañana mataron a "El Grumpy", un pasajero paranoico le dio un solo balazo en el estómago, dijo que lo estaba asaltando. "La Curilera" lo está llorando mientras espera que lo reconozca medicina legal, alguien le soltó la noticia sin anestesia, dejó al niño encargado con su vecina, la señora que vende lotería ahí en la misma parada de buses. Ni ella, ni su hijo leerán lo que dirá la nota al día siguiente, que lo mataron por delincuente. Menos mal.
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