Relato basado en Closing Time de Semisonic.
Esa noche soñó con una calle que nunca terminaba. Un sueño de esos oscuros en los que no sabés para dónde vas. Una calle interminable en la cual, por más que trataba de ir por el lado correcto, las líneas del sentido cambiaban a cada momento. Y entonces, siempre iba en contrasentido. Por más que trató nunca pudo llegar a ninguna parte, mientras el sueño se hacía cada vez más oscuro.
A la mañana siguiente se despertó como si hubiese bailado y bebido toda la noche, estaba cansada, y, por lo mismo, se detuvo a pensar o tratar de encontrar el significado de un sueño tan largo y tan simbólico. No era que olas gigantescas hubieran aparecido en su subconsciente, o que hubiera volado o tratado de volar, no era, ni siquiera, que hubiese aparecido desnuda en su antigua escuela o en el trabajo; que eran, por decir, sus sueños más recurrentes, como todos, y tan obvios. No, calles sin sentido... ¿Su vida no iba para ninguna parte? ¿Su vida tendría que ir hacia otra parte? ¿Su vida no tenía sentido? Eran las preguntas que se hizo esa mañana y durante todo el día. Le dio vueltas por todos lados al sueño, lo analizó, trató de encontrarle un mensaje escondido, buscó en internet a ver si encontraba por allí la simbología.
Y nada.
No se dio cuenta hasta varias semanas después, pero el gato desapareció esa misma noche. Salió a una de su usuales travesías por el vecindario y simplemente no volvió. Claro, ella no se dio cuenta de la falta del peludo, porque solía hacer esas desapariciones constantemente, la cuales daban por terminadas con una entrada espectacular con algún regalo, que generalmente consistía en un murciélago, un pájaro muerto o un chapulín gigante. Pero esa vez no volvió, y ella habría de darse cuenta hasta pasados varios días. La siguiente pérdida se dio al segundo día después de su sueño. Tenía un almuerzo importante, de esos de trabajo, de esos a los que no se puede llegar tarde o faltar; cuando, subiendo una de las cuestas más empinadas de la colonia Escalón, allá por la Ambrogi, el marcador del calentamiento del motor comenzó a subir y subir y subir sin previo avisoy antes de que ella pudiera detenerse el motor comenzó a echar humo. Demasiado humo. Y, claro, ya luego de que la remolcaran los buenos hombres del taller más cercano, pudo saber que se había echado la culata. Sí, eso le dijeron. Gravedad que ella no entendió hasta que los amables tipos le explicaron que podría costarle alrededor de mil quinientos dólares. Si no era eso, o que hubiera quedado inservible para siempre. Ese para siempre le pareció demasiado desesperanzador. Mucho más cuando dos horas después de la reunión llegó a la oficina y un gerente de Recursos Humanos la esperara con la puerta abierta y los cheques cerrados para explicarle de una tal reestructuración de la firma y que, bueno, su falta a la reunión de esa tarde les había ayudado a tomar la decisión que de todos modos hace unas semanas ya estaba tomada. Salió antes de las cinco de la tarde con una caja demasiado vacía y un futuro lleno de preguntas. O más bien: un presente lleno de preguntas acerca del futuro. Se sentó a la orilla de la cama y permaneció allí varios minutos u horas. El hombre de su vida andaba nuevamente de viaje, y, la verdad, es que se había quedado en blanco con la tercera pérdida de ese día. Sin trabajo, sin carro y sin gato, por supuesto que no pudo dormir esa noche. El amanecer la sorprendió sentada en la misma orilla de la cama enviando mensajes por WhatsApp al mejor amigo.
Y nada.
A las nueve y treinta y cuatro minutos el mejor amigo dejó en leído el mensaje. Tampoco es que fuera uno de esos mensajes triviales de todos los días como buenos días o tuve un sueño extraño anoche. No. Estaba angustiada y con frío. Más con frío que angustia. Que al final, era lo mismo. A las diez con doce minutos se preparó un café, la casa resoplaba en su silencio, las paredes estaban desteñidas y sin cuadros. Nunca quiso colgar nada. Nunca quiso poner un lindo paisaje o una foto u un cuadro de arte moderno. Nunca quiso. A las diez con cuarenta y cinco marcó el número del mejor amigo. Sin respuesta. Le envió otro mensaje. Sin respuesta. A las seis veintidós de la tarde recibió un escueto mensaje
conocí a esta chera.
he estado con ella desde ayer.
tranquila
Entonces supo que lo había perdido. El frío era más fuerte adentro y no sabía explicarse por qué. Los vidrios de las ventanas se empañaban y ella se paseaba por los cuartos vacíos de la casa fumando un cigarro tras otro. Mientras se disponía a salir por otra cajetilla de cigarros se topó con el hombre de su vida en el umbral. Lo abrazó y besó como si se fuese a terminar el mundo, pero él, sin saber de su despido, la pérdida del carro, el gato y el mejor amigo; la detuvo en seco para explicarle que solo venía por sus cosas, que no quería que todo fuera así, pero que ya no podía más con la culpa y el destierro de querer a otra y andar a escondidas, que a su edad ya no se le daba y que mejor quedaran así, como dos personas que en su momento se habían querido tanto y que el sexo había sido bueno, pero que ya no le quería seguir mintiendo, porque, de boladas, sí la quería, de otro modo, pero sí, y que ella no se merecía eso. Él siguió como si nada hasta la habitación que habían compartido por más de cinco años. Ella lo vió sacar la maleta azul que habían comprado para su viaje a Lisboa. Lo vio llenarla de su ropa, afeites, accesorios y demás. Lo vio salir por la puerta como si nada.
No durmió muy bien esa noche, como entenderán. Tuvo que tomarse una botella de vino para pescar el sueño. Y tuvo sueños oscuros con líneas de la calle que se perdían y cosas así que ella no entendía, pero nunca llegaba a ninguna parte. Nunca llegó en sus sueños.
Cuando despertó había perdido su casa. La cama blanca flotaba en un limbo étereo del blanco más puro mientras Dan Wilson y su banda cantaban a capella closing time, open all the doors and let you out into the world, closing time, turn all of the lights on over every boy and every girl, closing time...
You don´t have to go home but you can´t stay here
Al incorporarse de la cama flotante en el limbo también perdió la memoria. No supo ni cómo se llamaba, ni siquiera que había perdido tanto. Se quedó allí, sonriente y escuchando la canción, que de verdad le parecía de lo más alegre. Se envolvió más en la sábana, porque de no ser por la música, hubiera preferido dormirse otra vez.
Cuando la música se convierte en inspiración
Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.
Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?
[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]
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