Relato inspirado en Mala de La Garfield |
Ya no recuerda cómo empezó todo. Sabe que alguna vez su vida fue tranquila, aburrida y que alguna vez amó a alguien de cara difusa que ya no recuerda. Quizás fue feliz, ya no lo sabe. Lo único que le importa es encontrar algo que pueda saciar su sed de una vez por todas. Los días pasan lentos y parsimoniosos y ella contempla las hojas del calendario con desgana. Se siente vacía de nuevo. Poco a poco decide que no puede quedarse esperando a que su salvación caiga del cielo: empuja a un lado sus dudas y sale a buscarla.
Nada le importa más que su sed entonces. En su cabeza, todo da vueltas. La sensación de soledad la abruma. Escoge una calle oscura y se funde con la negrura de la noche. Paciente, espera. Cierra los ojos y se da cuenta de cada reacción de su cuerpo: cada inhalación, cada gota de sudor, cada temblor. A lo lejos todo se magnifica y escucha... Desde el gato en la esquina dentro de un basurero, un vigilante que anuncia la medianoche con un silbato y los tacones de una mujer que va suspirando. Sigue esperando, sabe que tarde o temprano va a encontrar lo que busca. Después de un par de horas, se da cuenta que no está de suerte. Llega el amanecer y se resigna a no encontrar sosiego una vez más.
De nuevo, comienza un día repleto de preguntas para ella. Se acuerda que dejó a alguien esperando pero no deja que eso la distraiga. Todo es nuevo y la luz del sol está especialmente brillante, sus ojos arden y quiere evitar a la gente. Quiere llorar y no puede, todo se ahoga en su garganta y hierve su cabeza con más preguntas que la noche anterior. Ha pasado algún tiempo sin poder entender cómo es que todo de un momento a otro parece fastidiarla más de lo normal. La música es algo más que un par de notas para sus oídos, nadie parece entender todos los matices que una canción lleva sino ella, nadie busca entenderlo y no logra concebir cómo es que no oyen las trompetas, las cuerdas de cada guitarra y bajo que suena. Sin querer, cierra los ojos y comienza a caminar por la acera, casi cantando. Ama la música porque es lo único que logra apartarla un poco de tanta incertidumbre, adora la seda que entra por sus oídos, las notas que acarician sus sentidos. Siente cada vibración, disfruta el toque del viento sobre su piel que se siente casi de papel. De repente hay silencio y vuelve la ansiedad. Deja de estar tranquila y se da cuenta que debe verse como una loca bailando en plena calle, está segura que los demás la miran y lo que menos desea es llamar la atención. Asustada y nerviosa, se cubre la cara y sale corriendo lo más rápido que pueda hasta su casa, dispuesta a ver llegar la noche de nuevo.
Ha hojeado libros, ha intentado dormir y no ha podido, No ha comido, no ha bebido nada. No es ella misma. No se siente completa, no como hace dos días. Elástico, el tiempo la traiciona y se enrosca en su cerebro, torturándola. No soporta el pasar de las agujas del reloj, la nada que pasa con las horas, minutos, segundos. Finalmente, comienza a oscurecer y ve su oportunidad.
Toma lo que necesita y busca un lugar nuevo donde buscar. Descarta los parques. Hay demasiada gente allí. No toma en cuenta las plazas porque le han fallado demasiadas veces. Detrás de las tiendas puede ser, usualmente hay quienes se quedan allí después de las jornadas de trabajo. Sabe que quien sea ese a quien encuentre, tiene que estar solo, estar callado y tener ese aire de desamparo de quienes no han conocido nada que los ilumine todavía. Si llega con una sonrisa, es probable que alguien le sonría y le pregunte qué hace tan sola, que le ofrezca acompañarla a su casa, que le brinde un hombro donde llorar para lamentarse de sentirse tan abandonada en una ciudad tan grande. Se lo imagina. Tal vez le pregunten por quién llora o para adonde va. Intenta hacer su mirada lo más líquida y pequeña que puede. Ellos se pierden por un par de pequeños ojos vidriosos. Para rematar, deja mostrar un hombro y suspira.
Sabe reconocer a aquellos que intentan buscar presas sin saber que son ellos mismos los que terminan siendo las presas. Ha pasado años haciendo esto, tantos que ya no puede precisar cuándo fue la primera cacería. Sabe reconocer a los depredadores fallidos. Sabe cómo ir sacando lo más asqueroso de ellos y lo más frágil de ella misma para tentarlos. Alguien que se alimenta de almas sabe cómo obtenerlas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario