Relato inspirado por la canción homónima de Owl City.
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5:00 a.m.
La vida aún está a oscuras, tengo miedo de salir, de no encontrar nada a mi paso. Me da miedo todo... el viento, la soledad, el frío, no adaptarme, no entender, no aprender, los extraños, que me juzguen, que algo me salga mal, todo puede suceder y a esta hora todo es merecedor de mi miedo.
Me enfundo en mi sueter, no puedo quedarme acá encerrada, la casa es refugio solo cuando realmente el tiempo que paso es controlado, no me gusta estar sin trabajo, detesto no sentirme productiva, me aterra la idea de depender de otros... el dinero siempre ha sido un problema... ahora menos, pero no dejo de temer a la falta de él. Como si eso fuera importante.
Debo salir ya, ir al trabajo... ni siquiera sé si a esta hora pasan los buses ya. Una sola ruta me lleva desde mi casa a mi nueva oficina. El recorrido es corto, lo que me preocupa es que no a amanecido.
Tomo mi cartera, mis ganas de trabajar, mi coraje y mi mejor cara para enfrentarme a cualquier problema y salgo de mi casa.
Comprobé lo que se vislumbrara desde mi ventana... el sol no ha salido... la calles está sola, hace frío, el viento baila entre mi cabello suelto... camino a mitad de la calle, es la forma más segura de trasladarme desde mi casa hasta la parada del bus, al menos eso creo. Camino, escucho mis propios pasos, el retumbo de mi corazón, me abrazo a mí misma para guardar un poco de calor. Para consolarme un poco. Las últimas semanas no fueron muy buenas que digamos, pero... he sobrevivido a cosas peores. No entiendo por qué he sentido tanto temor en las últimas horas. Estoy loca... me lo digo en un murmullo mientras llego a la parada y espero el bus.
Justo entonces sucede.
Veo más allá de mi nariz y descubro mi ciudad... está ahí... desperezándose, estirándose, llenando sus pulmones, sabe que el sol se acerca... se ve perfilarse el horizonte con una breve y hermosa línea dorada... las nubes empiezan a pintarse... todo es tan hermoso y yo no lo había visto. No me había percatado de eso que pasaba fuera de mí por estar pensando en el miedo, en protegerme, en no tropezar. Todo estaba ahí. Todo estaba ahí... y era hermoso.
Cada una de las luces que estaban posadas sobre el manto de la ciudad fueron apagándose... también las estrellas que me acompañaron cuando salí de la casa fueron apagándose, lentamente se despidieron de mis ojos, solo una persistía cerca del horizonte, fuerte, contundente, tenaz... un poco terca. No es estrella... es Marte y yo estoy ahí para verlo, para recordar que él con su espíritu guerrero me llama desde la oscuridad para llevarme de la mano hacia la luz, hacia el sol.
Metrópolis se despierta a mis pies, la veo desde la cima de la montaña... mientras espero el bus que me conectará con el mundo entero. Ya no tengo miedo, avanzo.
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