“¿Crees en el amor a primera vista?” preguntaste con miedo de sonar estúpido. No, no es estupidez es solo que no creo en el amor a primera vista.
Me encuentro atrapada en una imagen que no sé si es un sueño o realidad. La arena bajo mis pies y el olor salado del mar son demasiado reales. Tomo tu mano y miro en tus ojos la infinita claridad del agua, son un océano profundo de serenidad. Tu piel brilla como una extensión del sol y después de titubear por un segundo, descubro que es la sal la que le da sabor a tus besos.
Si, te he visto antes en la lucidez de mis sueños, caminando hacia al Sur sobre amplias dunas mientras la blanca espuma se disuelve entre tus pies. Detrás de ti se abre el cielo en un azul inmenso. El sol brilla intacto creando sombras que juegan a atrapar la escurridiza arena que dejan nuestros pasos mientras gaviotas con peces en sus picos vuelan hacia lo más alto de aquellas montañas donde una habitación con enormes cortinas blancas se alzan como velas por las ventanas entreabiertas.
El bronceado de tu piel, tu camisa celeste desabotonada y las gafas de sol sobre tu frente me inspiran libertad. Caminas a mi lado masticando un silencio eterno y me miras con esa serenidad infinita que la edad otorga mientras me distraigo trazando historias sobre las arenas del tiempo.
Si tan solo la edad fuera nuestra aliada, pero realidades como estas son solo un sueño, uno de esos que enamoran y se viven a través de la imaginación. Quisiera borrar el tiempo para encontrarnos de verdad y nunca disolvernos en las aguas del despertar pero nacimos para desaparecer, así como esas gaviotas, nacimos para volar.
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NGB.DA20140504. edited 20150424
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