Relato inspirado en Special To Me de Jessica Harper |
A lo largo de la Historia, muchos hombres y mujeres me han amado. Los poetas me han adorado y los sacerdotes me han temido, mientras las brujas me han admirado. He formado parte de profecías, canciones de amor, desvaríos de locos, teorías de científicos y supersticiones de toda clase.
Desde donde estoy veo toda clase de cosas. La noche me cubre de nubes y a veces lo de abajo se adivina entre brumas, otras veces puedo claramente mirar y disfrutar de una hermosa vista. No siempre pude ver lo que veo ahora. Pasé siglos, eras completas sin ver mayor cosa, solo la tierra respirando. Ahora es diferente. Cada noche hay algo distinto, a veces tristeza y a veces gozo y ruido... A veces muerte y otras veces la vida grita entre el silencio.
Hay una mujer que está siempre a la orilla de la ventana de su casa, mirándome y pidiéndome que le traiga a su hija de vuelta. Cada vez que oscurece abre las cortinas raídas y viejas para mirarme en un largo lamento sin palabras, rogando por ver a su retoño una vez más. Nadie la ha encontrado, está segura que es porque no la han buscado lo suficiente. Trata de no imaginársela en un río o entre unas piedras.
Al lado de un camino solo y sucio, hay un hombre acostado en el suelo, apesta a miseria, está recordando y balbuceando entre lágrimas y me cuenta sus glorias pasadas. Alguna vez tuvo hogar, familia, honor. Tirado en el suelo, atontado por el licor, apenas recuerda su nombre. Su mente se ha perdido y no volverá.
En el mar, hay un pequeño bote. Padre e hijo pescan, esperando cubrir con la venta de esos peces lo suficiente para la semana. Veo la ilusión brillar en los ojos del hijo, la experiencia en la mano del padre. Suavemente, muevo su barca para calmarlos y señalo en el agua el lugar exacto donde deben tirar sus redes. El padre conoce mis señales y lo hace. Felices, recogen la red llena y se abrazan.
La parturienta sigue en su cama, sudorosa y delirante. Con paciencia, entro por la ventana y la veo, acariciando su frente, intentando hacerla olvidar. He visto tantas veces el mismo esfuerzo que puedo adivinar lo que sigue pero nunca deja de sorprenderme. Horas después, escucho dos llantos y un suspiro de alivio. La vida de nuevo se abre paso y compensa tanta podredumbre. La balanza vuelve a su lugar, como siempre lo ha hecho.
Veo lo que nadie más ve: prostitutas en las calles desviviéndose por buscar clientes, hombres de negocios escondiendo papeles y guardándose billetes ajenos, trabajadores aplanando calles, despojos de gente durmiendo en aceras que apenas y recuerdan que existo. Estas cosas quisiera no verlas, lloro por ellas.
Soy la niebla que se esconde en las esquinas, la sombra que proyecta fantasmas en las paredes de las casas donde hay niños, la frescura que se cuela en las ventanas, la musa de los insomnes, la compañera de los solitarios. Estoy allí siempre, he visto la infancia de este planeta y espero ver su final respiro.
Las noches son largas y todos se creen a salvo de miradas... Mas no saben que yo los veo. Siempre.
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