Relato inspirado en Special to Me de Jessica Harper.
Por Flor Aragón
1.
Se había clavado, como dicen, por varios meses con el tema de los amores líquidos de Bauman, desde que le había conocido por referencia en una de sus clases de la maestría. Le atrajo el concepto de la liquidez de las cosas, la modernidad, la educación, el conocimiento, las relaciones; pero, sobre todo, el amor. El amor. Ese, en el que él había tenido tanta mala suerte, dejándolo solo y con escombros a sus recién estrenados treinta años. "Nada de enamorarse," decía Bauman en alguna parte de su libro. "Nada de esas súbitas marcas de emoción que lo dejan sin aliento: nada de esas emociones que llamamos amor, ni de esas a las que sobriamente llamamos deseo..." Amaneció esa mañana leyendo al maestro y, luego de que la última tipa en cuestión se había ido con algunos regalos de más y los mejores recuerdos de su vida en un viaje de fin de semana a Roatán, en donde habían departido y compartido con hippies de todas partes del mundo en una playa oscura y anodina; esa madrugada, todavía con el recuerdo del sabor a cerveza y marihuana de la boca de ella rondándole la mente, había decidido dedicarse al amor líquido. Esas relaciones que se dejan ir colándose entre las manos a capricho. No le costó mucho volverse un experto, ya había conocido de cerca todo tipo de relaciones, y se daba cuenta de que, de alguna manera, él había sido el amor líquido de muchas, de esas que nunca se dejaron atrapar, que se diluyeron sin mirar atrás, a las que no se les movió ni la más mínima fibra de sus átomos incoloros para irse con la corriente; dejándolo mudo e impávido frente a cada final. Así que, digamos que, en menos de una semana estaba estaba listo para salir al mundo en su nuevo estado fluido. En ese en el que no se iba permitir ni el más pequeño desliz. Ya no. Nunca más.
2.
Ni sus amigos le vieron por varios meses mientras se dedicaba a derramarse por los más insólitos lugares de San Salvador. Bares, fiestas privadas, fiestas sin invitación, antros, lugares anónimos que subrayaban más sus ganas de diluirse en cada relación. En donde conocía mujeres equis, mujeres genéricas, mujeres cero a la izquierda; como decidió llamarlas en su mismo juego, en su mismo ir y venir todas las noches probando que sí, que contra toda teoría, el amor y el deseo se podían medir y frenar. Se volvió todo un experto en callar y anular cualquier ansia y emoción, cualquier gana de despertar junto a un cuerpo que pudiera darle calor o cariño, sexo o ternura. Se volvió un experto en no volver a caer ante cualquier mirada que se derritiera bajo un rimmel bien puesto, ante unos labios que sonrieran con comisuras demasiado pronunciadas. No, ningún color de labios, ningún batir de pestañas lo podían conmover. Ni siquiera las palabras suaves y comprometidas de alguna mujer que en medio de la noche o la madrugada le pudiera hacer ninguna petición o reclamo. No. Era, finalmente inmune a cualquier luna que se deslizara por cualquier espalda cercana, a cualquier canción que le cantaran cualquier noche, al sonido callado de un par de lágrimas rodando por un rostro, a cada palabra que sonara como amor o cariño o seguridad o quedémonos a dormir o quiero que seas parte de mi vida y mis noches o no importa cuánto escondas o cuánto sentimiento acumulado o cuántas ganas te lleven a mirarme de esa forma o a soñar conmigo cada domingo en la tarde mientras tu mano se desliza suave entre tus piernas. No. Nada de eso le inmutaba. Quería ser alguien y para eso tenía que ser nadie. Anónimo. Sin amor. Sin deseos.
3.
Hasta que, claro, siempre hay un hasta que o un pero en cualquier historia de este tipo; pasaron varios años y nuestro querido y bastante anónimo personaje llego a aquel bar, aquella noche, de aquel abril medio cálido, medio lluvioso. No era como cualquier abril, como podrán ver, no en cualquier abril llueve suave y se apagan las luces en la fiesta. En ese sí, y nuestro amigo, buscando algún fósforo en la barra se la encontró a ella. Jimena. Lista, viva, envidiable. Sentada en un banco de madera como si nada. Como si esperara la vida o como su mirada estuviera dispuesta a matar o a derretir o solo a mirar como se miran las cosas que pasan y no tienen ningún sentido. Nuestro amigo le pidió un fósforo o fuego o lo que sea como se pide un taxi o se pide perdón. Ella le dio un encendedor como se da un buenos días o la propina o la vida. Él le dijo gracias o quién sabe...
No llegan hasta ningún lugar las palabras.
Porque el amor, el deseo, o como quieran llamarle; se solidifica de alguna manera, queridos amigos, que ninguna teoría o filosofía puede explicarlo.
Cuando la música se convierte en inspiración
Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.
Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?
[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]
No hay comentarios.:
Publicar un comentario