Relato edición "Yo fui una vez" de Silvio Rodríguez |
Existen tipos de rosario, así como hay todo tipo de días: los días
nublados que se alían con un sol canicular que propaga el vapor y el dolor, son
días que caben esta tipología de días que se encuentran descritos rigurosamente
en la agenda de 2008 de Cynthia. La mamá de Cynthia coleccionaba rosarios de todo tipo, y ese día no estaba pensando en ellos. 31 grados, dos baldes; La Herradura, Merliot;
¿habrá algún tipo de vino que se llame Merliot? Cynthia se levantó (cuando es
de noche, desde las mesitas de madera de la Herradura de Merliot, no se nota el
vapor inusual de la mitad del año) y en la cola –––que siempre se hace, que
nunca termina– se despreocupó por lo que ocurría en la mesa, en la barra, en el
pasillo, en la calle. Tres personas delante de ella tenían que orinar (o
ajustarse el sostén, o putearse a sí mismos con un poquito de agua en la frente
o…) y era, al fin, un privilegio no huirle a sus estupideces. Se imagino
tocándose el vientre, porque sus manos no lo sobaron, no tal cual… Buscó cómo
acomodarse sus manos, en esa fila, esa noche húmeda como la mañana con nueve
días de retraso en los que se sintió los senos más grandes, hasta que encontró
cómo colocarlas en las bolsas del pantalón ajustado y desteñido… Se las mordió,
antes, justo antes de resignarse con las palmas sudadas al efecto de esa noche.
En un par de años, no le fuera a causar este estrés. ¿Qué más va a hacer? Manejar,
mantener al niño, y estar soltera y, de alguna manera, trabajar y estudiar;
¿pero en qué órden? Y cuando el tipo barbudo y brilloso salió del baño,
perturbando el orden de la cola formada con mucha gracia sobre el suelo mojado
por el vaivén de baldes y hieleras, volvió a ver a Cynthia y bajó un poco la
mirada. Con sincronía imperceptible, el hombre, factor de disrupción de la
cola, le vio el escote a la muchacha y reveló un rosario muy similar al –así
como hay tipos de días o días de todo tipo, hay distintos tipos de rosario– al
que cuelga del cuello de la lámpara de la mesa de noche de la mamá de Cynthia.
Su “Él” usaba un rosario muy similar, y rebotaba contra su pecho cuando estaba
encima de ella, y aquel ir y venir distorsionó el significado de cada perlita
de madera y la única salida era rezarle a otro tipo de rosario, que no le
recordara a ninguno de esos hombres. Después de la ida al baño, verse en el
espejo, buscar una barriga nueva en su perfil contra el espejo sucio del bar,
regresar a la mesa a fingir que todo está igual de bien o de mal que siempre,
Cynthia se iría a dormir con un rosario turquesa, sin ninguna perlita de
madera.
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