Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20131230

Pequeña historia de cómo te encontré

Relato inspirado en "Paint it, black" de Rolling Stones


"Vengan y sueñen conmigo"
George Méliès, Hugo.


Su rastro era definido, exacto, detectable. Siempre pensé que era una leyenda urbana cuando me contaban que existía una mujer que, al caminar, dejaba su huella negra en el piso. Durante años supe de sus apariciones; nadie daba cuenta de conocerla, solo la veían pasar y aseguraban ver su paso negro. 

No recuerdo cuándo empezó, solo sé que a medida que iba creciendo empecé a ver un cambio químico en mis pasos, fue tan extraño el día en que vi por primera vez la sobra grisácea de mis pies, al inicio pensé que me había metido en algún charco sin darme cuenta y era la humedad que registraba la suela de mis zapatos. No fue así, a medida que pasaron los días aquella sombra gris fue haciéndose más fuerte, más negra, más definida, más contundente. Me daba pena salir y dejar aquel rastro, pero no podía enconcharme y no salir nunca más de mi hogar. Aunque lo consideré. 

Una tarde me dirigía a mi casa cuando vi la línea negra de su paso, eran pisadas cortas, se notaba que las dejó unos pies pequeños, ligeros y un poco alargados, supe que era una mujer pequeña. Ya otros testigos la habían descrito antes pero es hermoso imaginársela con solo ver sus pisadas. Es un descubrimiento personal. La imaginé pequeña, añadí otros datos ya proporcionados: morena, cabellos negros, lentes que ocultaban un poco un par de ojos negri-cafès, algo saltones. Supuse que andar dejando tanta oscuridad desperdigada era la virtud de una persona más bien tímida. Nunca me la imaginé festiva. De repente caí en la cuenta, era cierto. Existía, no era una leyenda urbana. Ahí estaba yo, ante su oscuro pasar. 

Tuve que readaptarme un poco a la soledad, la verdad el contacto social nunca había sido mi fuerte, pero en mi nueva situación fue más una necesidad, debo admitir que a veces extrañaba a mi familia, mis colegas y amigos, fue irónico que me perdieran el rastro teniendo uno bien definido. Claro, ellos no sabían que quien iba dejando negrura a su paso era yo. Siempre me recordaron normal. Creo que nunca lo fui, solo que la vida se tomó un tiempo antes de hacerlo patente. 

Durante varios meses me pareció que estaba cada vez más cerca de aquella mujer. A ratos creía ver frescas sus huellas, sabía que había pasado hacía poco por mi recorrido, me intrigaba poder conocerla, no sé por qué. Nunca lo supe, solo sentía la necesidad de descubrir por qué una persona dejaba semejante rastro. ¿Estaría triste? ¿se encontraría sola? ¿Estaría de luto? Debía, en mi lógica, tener una razón para tanta oscuridad.

Aquella tarde decidí, contrariando mis costumbres, ir a tomar un café. Creo que la soledad me estaba pesando de más, como no tengo el número de ninguno de mis antiguos conocidos no podía llamar a alguien para que me acompañara, tendría que enfrentarme a murmullo de la gente al verme pasar. Era lo que más me molestaba, ser vista como un espectro. No se imaginan que ya me acostumbre a este color, que esta es mi habitualidad, esté feliz o triste, esté tranquila o acongojada. El negro me invade. 

Me decidí a buscarla, fue un impulso bastante tonto lo sé, solo vi que sus huellas estaban frescas, recién hechas, emanaban un aroma de aire fresco, no era totalmente triste, era una normalidad que nadie había podido ver como tal, una normalidad que era anormal. Aquella tarde al parecer ella se sentía de buen humor, vi que su rastro se dirigía a un centro comercial. ¿Necesitará algo? pensé mientras me dejaba guiar por sus pasos pequeños y ligeros. Como era un lugar que no frecuentaba sus huellas eran las únicas que se veían claramente en el piso de adoquines del parqueo que cruzo. Seguí, estaba dispuesto a encontrarla, a preguntarle todo lo que me había acumulado en el pecho para preguntarle y descubrir su voz. De repente me detuve en seco... ¿y si estaba acompañada? podíamos ver sus huellas, pero no sabíamos si iba con otra persona o con más. Si estaba acompañada no tendría el valor de hablarle. 

La mesera que me atendió estaba asustada, era como si hubiera visto a un fantasma, durante años había sucedido eso, tanto que ya hasta me había acostumbrado, a lo que si nunca me acostumbre fue a la curiosidad de los niños que se acercaban a preguntarme si me estaba destiñendo. Al inicio no era tan enfática esta curiosidad colectiva sobre mis pasos negros, pero a medida que fui pintando la ciudad de negro con mi rastro, con mis rutinas y mis rutas alternas, la gente no solo fue teniendo curiosidad, sino también fue temiendo. Algunos pensarían que era la premonición de desgracias o de la muerte, no entienden que esas cosas llegan por sí mismas y sin anunciarse. Que son tan lindas. "Me trae un cappuccino, por favor", dije y la mesera le dio mi pedido a otro mesero que no tuvo más remedio que llevar mi taza de café con el leve temblor de manos que caracteriza a la ignorancia.

Vi a aquella mujer, los que la describieron tenían razón en todo lo que dijeron, pero no hablaron de la calma que residía en su rostro. No era la muerte en persona, no era la desolación materalizada, era una mujer normal, con el tiempo en su piel, con canas entre los cabellos negros. La noté un poco cansada, quizá había caminado mucho, se sabía que no usaba el transporte colectivo y todas las apariciones reportadas denotaban que iba caminando. No podía ser de otra forma, sino cómo hubiera pintado la ciudad de negro... calles, asfaltos, zonas verdes, alfombras, gradas, pasajes. Durante años se había dado a la tarea, sin proponérselo, a pintar con oscuridad todo lo que la rodeaba. Me parecía una tarea hermosa. 

Lo vi de pie frente a mí. No supe qué hacer, nunca nadie me había puesto nerviosa. La que provocaba nerviosismo y extrañeza era yo. Sentí como mi corazón latía fuerte y rápido, me miraba como nadie me había mirado antes, descubrí en sus ojos todas las preguntas que tenía y que no iba a decir. No me explico cómo pero sabía que así sería. Quise hablar y no pude. En cambio él sonrió y dijo... "Hola, puedo tomarme un café con usted?" al momento que iba sentándose frente a mí. Es posible que haya notado que se me salía el alma por algún lugar del cuerpo.

Creí que se iba a morir, estaba tan nerviosa que no podía disimularlo. Junto al café estaba un cine, para aminorar la tensión pensé en decirle en si me aceptaba una invitación a ver una película francesa que pasaban por esos días. Aceptó con un movimiento de su cabeza, no sé si era por alejarme y fui a comprar las entradas mientras traían el café que había pedido. Fui, tomé el riesgo de no encontrarla al regresar con los boletos en la mano, pero ahí estaba esperándome. Me alegré de que así fuera. Estaba mejor, tenía una sonrisa en los labios y al fin conocí su voz. 

No recuerdo tantas cosas de aquella tarde, creo que no tiene importancia. Lo que no es importante se olvida. 

Tomamos el café y le hice un par de comentarios graciosos sobre su paso negro, sobre algunos libros y películas, hablamos mucho antes de entrar al cine. No entendía por qué nadie le hablaba, era muy agradable. A lo mejor ella no los dejaba acercarse, me sentí afortunado de que a mi si me dejara sentarme con ella a platicar y que no haya huido cuando pudo. No era una mujer demasiado bella, no al menos como nos enseñan. Me fascinaba algo en ella... no le temía a su sombra, a su rastro... al contrario, toda aquella oscuridad le daba fuerza. Seguirá pintando su rastro en negro, posiblemente no quede nada fuera de su alcance, yo la acompaño a lugares que a los que nunca ha ido, me gusta pensar que necesita conocer más lugares y dejar su constancia ahí, me enorgullece sugerirle rutas, espacios y lugares donde dejar su rareza pintada. Aquella rareza es, ahora, mi objeto de fascinación, incluso de deseo. Lo extraño jamás había sido tan bello. 

Julianne. "Love is Blindness" - Jack White.



          When Julianne came back home after three months of work on board “The Norwegian Cruise", she found nothing but a pale, fragile silhouette staring at her, moving from left to right in a trembling swing, result of the Scotch and hash she could notice he'd been abusing of. He was always too careful with his stuff but by the way it was all carelessly spilled over the wooden table, she could tell something was more than wrong.

          His bony face creeped her out, his smile was gone, and all she could notice was a pair of black hollow eyes glowing with some sort of curiosity… or fever… or hangover, she wasn’t sure.

          “Only three months.” she muttered.

          Julianne stood static at the front door, trapped in that empty face, trying to find reasons for her love not to fade away. She felt a weird butterfly sensation in her stomach, not the kind of funny butterflies she felt when amused, but some kind of cold empty pain instead, the same she always felt when things made her nervous. However, she wasn’t nervous. She was antsy. For the first time in eight years she started to notice where she was really standing. Suddenly, it all looked chaotic and stale. Had it always been that way? 

          She didn’t know exactly what to do. She hesitated for a moment, and leaving the luggage at the front door, she walked slowly towards him. He stopped swinging  abruptly but continued to follow her movements only with his eyes. As she came closer, he blinked twice as if he suddenly realised who she was. His thin lips drew a smile in his face.

          “I’m finally home.” she said.
          “Finally,” he repeated. “Long time… long time no seeing ya.”
          “Three months is not that long.” she excused "I can see a lot has been going on around here.” she said inspecting the place.
          “Naw. The usual stuff… ya’ know… he said looking over the place without any interest or surprise.

          His face revealed the tiredness of waiting. The bags under his eyes showed the endless nights of restless sleep. The once youthful face began to show thin wrinkled lines, the once lively freckles started to fade away. Was time really that cruel on some creatures? Was the distance and loneliness eating him away? 




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NGB DA20131229

20131229

Escribiendo en negro

Para esta semana, la última de 2013, tenemos el reto de escribir inspiradas en "Paint it, black", canción de los Rolling Stones, compuesta por Mick Jagger y Keith Richards, se estrenó en Inglaterra el 7 de mayo de 1966.

Todos los retos de este blog son interesantes y a veces... hasta difìciles... pero escribir sobre canciones clásicas añade un poco de estrés, ya que no nos podemos "pasear" en una canción que aún está en el ideario colectivo. Pero eso lo hace divertido.

Estoy segura que mis compañeras, cada una, hara propuestas literarias dignas de admiración.

Como si esto fuera poco, en esta última semana, además, podremos llevarles a nuestros lectores las canciones que marcaron nuestro 2013 y de esta manera, hacer un recuento histórico a través de la música. Esperamos que este nuevo año que iniciará no solo nos traiga más canciones, experiencias, historias para contar y lectores, sino que además podamos ir más allá de nuestras metas y sueños.

20131227

Todo azul, pero non-girly blue

En este blog tenemos tantas satisfacciones para terminar este año que se va. Primero, el proyecto Non-Girly Blue, que nació como idea allá por febrero, en octubre se hizo realidad. Al momento que escribo esto, tenemos publicados 22 relatos basados en 14 canciones y más de 4 mil visitas en el blog. Es un pequeño paso, pero la idea es convertirlo en algo grande.

Además esta semana le hemos dado la bienvenida a dos nuevas integrantes al grupo, una de ellas, @beiioso; la segunda integrante es @claudiaolmedo, artista visual. El lunes 30 ellas se estarán "estrenando" en el blog con el relato basado en la canción Painted Black de Los Rolling Stones, que fue sugerida por @Accidental_

Gracias a todos los que nos siguen por aquí, en @nongirlyblue y en facebook.com/nongirlyblue

Recuerden dejar sus comentarios y sugerencias en cada uno de los post.

20131226

Ceguera

"A quién me la ha provocado"


Las noticias fueron claras, en el incendio murió solo una persona, pero la casa se desintegró hasta sus cimientos por el voraz siniestro. 

No recuerdo cómo sucedió, cuando inició este calvario. Tengo solo dos que me recuerdan lo acontecido... antes estaba ciega, ahora ya no... y las quemaduras que tuve en el incendio. 

Había pasado un año y medio con él, todo era maravilloso hasta que una mañana desperté con los ojos sellados, no podía ver, era como si una fuerte venda rodeaba mi cabeza, no solo no veía, el dolor de cabeza era insoportable. Con la paciencia de un santo, él me llevó al hospital, buscamos a los mejores doctores, barajamos todas las posibilidades y experimentamos con todos los tratamientos que se nos puso al alcance, desde los mas ortodoxos hasta los más extraños y exóticos. Nada funcionaba. El hecho de no poder valerme por mí misma, de consultar todo, de pedir favores al amado me ponía de mal humor, no quería perder mi autonomía, dejé de ir al trabajo, ya no escribía, ya no podía ver una película... solo la música no se largó. Ella se quedó. Ella y él.

Con devoción el amado me preparaba los alimentos, me guiaba por la casa, me bañaba, me escuchaba en mis pataletas, en mis conversaciones serenas, echaba agua a mi planta, como lo hacía yo, me decía que él podía escribir lo que yo le dijera, que podía sacrificarse de por vida conmigo si no recobraba la vista, que encontraríamos una forma de sobrevivir... juntos. 

Una mañana la compañía para la que trabajaba le anunció que debía atender unos negocios fuera del país, se espantó tanto, no podía rechazar la asignación pero pensó en todo lo que implicaría dejarme sola a merced de mi oscuridad. Haciendo malabares, pidiendo favores y dejando todo milimétricamente ordenado me dejó en compañía de una enfermera. Se fue. 

La primera mañana de su ausencia lo noté, el dolor de ojos y cabeza iba disminuyendo. La segunda mañana sentí como podía mover los párpados que habían estado como rocas en tantos meses. Había algo en ese movimiento reflejo de mis ojos que me dio esperanzas. ¿Y si volvía a ver? ¿y si recuperaba la vista? ¨Podría ver su hermoso rostro al regresar de su viaje, vería con sorpresa que yo volvería a ser la mujer independiente y autónoma que siempre fui. Se sentiría orgulloso, se sentiría feliz. 

Era parte de todo un milagro orquestado, mientras él estuvo de viaje poco a poco fui recuperando la visión. La tercera mañana fue lindo empezar a ver siluetas y reconocer algunos colores, la enfermera estaba entusiasmada con mi avance, con ella volví a proponerme metas, volví a esperar con paciencia mientras veía que existía la esperanza. 

Las dos semanas en las que él se fue, fueron largas pero de trabajo arduo, a 48 horas que él regresara aún no le había contado del milagro quería que fuera una sorpresa que me encontrara con mis eternos lentes puestos, dispuestos a redescubrir cada una de sus arrugas, de sus canas, cada uno de los centímetros de su cuerpo. A 24 horas de su regreso ya leía el último libro que me había dado antes de la ceguera y que se había quedado a medias. Era una triste historia, la protagonista decidía quitarse la vida ante la imposibilidad de formar parte de la historia de su amor. No soportó ser parte oculta de él. No soportó amarlo más de lo que debía. Fue una mala idea. La tristeza empezó a invadirme, mientras pasaba la última noche sin él lloré mucho, pensando en lo que había leído, no entendía por qué me había impactado tanto esa historia. El 80% de historias de amor son así, trágicas, dramáticas... tristes. 

Me sequé las lágrimas, él venía en camino... debía alegrarse de verme recuperada, quería ver su rostro sorprendido. 

Su retorno fue tal cual lo pensé, nos besamos, él lloraba de felicidad de verme como me recordaba en nuestros mejores días. Yo lloraba de felicidad, de ver su rostro de nuevo. Somos un par de cursis. Par de viejos cursis. 

Aquella noche hicimos el amor, me amó como solo él ha podido, me recordó las rutas que ha usado para llevarme a lugares inimaginables. En sus manos fui de nuevo materia dispuesta para el gozo eterno que se deslizaba desde mis piernas. Aquella noche hicimos el amor y yo le dije justo las palabras que él necesita escuchar para saber que es el hombre más importante en mi vida. En mis manos su piel fue papiro para escribir mi historia. 

Luego la calma. El silencio.

Desperté a mitad de la madrugada, como siempre... me sentía mareada y decidí bajar a tomar un vaso con agua. Bajé a la cocina y ahí reconocí el primer síntoma... la cabeza me dolía, los ojos se me hacían pesados, la ceguera venía de regreso. ¿Cómo era posible aquello? ¿qué sucedía? Sentía tanto miedo, empecé a gritar, lo llamaba, le decía que bajara, que me ayudara, mientras yo estaba a esas alturas tirada en el piso de la cocina, tratando de reconocer el camino de regreso. 

No sé cómo sucedió, mis ojos eran incapaces de ver bien, solo vi un enorme destello y un escuché el ruido como de mortero. Fue cuando empecé a ver de nuevo. Una tremenda estela de fuego cercaba todo el camino hacia la segunda planta de la casa, vi como todo era invadido por una luz incandescente, el calor era terrible, le gritaba, gritaba con todas mis fuerzas. No sabía por qué ni cómo, pero en ese momento veía perfectamente, aunque lo que veía no era agradable. Todo ardía.

Intenté subir por las gradas, escuchaba que gritaba. Él gritaba, yo  me quería morir abrazada a él, me quería morir de vieja en sus brazos, criar a sus hijos, cocinar sus alimentos, escuchar sus quejas y sus problemas, emborracharme con él, tomar el café al atardecer, recorrer países de su mano, quería todo y todo se consumía, con él en medio de toda esa tormenta de fuego que al fin me dejaba ver todo.

Lo último que escuché de él fue su voz diciéndome que saliera, que escapara. 

Las noticias fueron claras, en el incendio murió solo una persona, pero la casa se desintegró hasta sus cimientos por el voraz siniestro, justo como me desintegré yo. Ahora veo, veo todo y quiero estar ciega de nuevo. 

20131225

Tengo un radar en el corazón



Hola. Te presento a Paola.

Paola tiene veintitanto años.

Dos corazones rotos.

Y un corazón en restauración.

Conocí a Paola en el verano pasado, mientras caminaba sola en la playa, su mirada estaba en todo. En el mar, en los niños que jugaban en la playa, en las parejas que se abrazaban, en aquellos que estaban apuntando miradas, usualmente no veo a las personas tan detenidamente, como cuando vi a Paola ese día y yo usualmente… no me enamoró de las personas que tienen un corazón como el de ella, pero eso se los cuento después. Lo importante es explicarles cómo conocí a Paola.

Por alguna razón, note que tenía algo diferente ese día en su vestuario, era casi mediodía y con un calor extremo, Paola lucía un suéter grueso, grueso. Mientras todos en la playa estaban en su semi-desnudez, ella estaba con ese grueso suéter. Me moría de la curiosidad saber que había en la siguiente capa de ese suéter, en un momento pensé que era lo único que andaba puesto, pero luego vi a detalle que abajo del suéter salía una camisa ¡Qué calor! Me dije.  Nunca había visto tantas ganas de alguien de cubrir un pecho, es decir, las razones por las que ocupas un suéter en medio verano es porque… estas enfermo o simplemente quieres ocultar algo.
Decidí caminar yo también. Y contemplar su comportamiento. Paola seguía caminando, un poco despistada, aún no estaba seguro hacia dónde iba, ya estábamos pronto para llegar al estero, ese lugar extraño de la playa donde se acaba todo pero inicia algo nuevo.

 Realmente… ese era uno de esos días en los que quieres conocer a alguien nuevo, hablar con alguien extraño o diferente, tener otra visión de la vida… yo quería hablar con ella. Sea como sea, creo que podía ayudar en algo, o conocerla o explicarle que simplemente en  40° centígrados es casi imposible llevar un suéter puesto, en verano, en la playa, cuando podes darte el lujo de mostrar tu cuerpo (y no es por nada, pero el cuerpo de Paola me parecía espectacular aún con ese sueter).

Seguí caminando, pero ella notó mi presencia y decidió parar, de esas paradas que haces para ver qué pasa. Te detienes, miras hacia el suelo y luego volteas a ver a tu izquierda (a la derecha teníamos el mar, que por cierto ese día estaba enojado). Justo eso fue lo que hizo Paola, detenerse y hacerlo de la forma menos obvia… y terminó siendo obvia.

En ese instante yo:

La vi y mire sus ojos azules inmediatamente.

Y como sus pupilas se dilataban.

Vi su corazón acelerándose.

Estremeciendose.

Quedandose quieto y viendo a hacia la derecha y a la izquierda.

Tratando de contenerse.

Hasta que ella grito fuerte: ¡MI CORAZON TIENE UN RADAR Y ES MEJOR QUE TE ALEJES! Y ya no me mires así, sé que te atraigo pero, creeme no soy la mejor persona del mundo.

¿Yo? ¿yo qué iba hacer? Bueno, reaccioné como siempre lo hago ante situaciones difíciles o...que no tienen tanto sentido: riéndome (mi sonrisa hace sentir cómoda a las personas, es mi don, al parecer) y seguí caminando hacia donde ella. Realmente había algo que me atraía, era algo sorprendente, ojos azules, su cuerpo envuelto en un sueter y quizás lo más importante pero que no podía ver: ¿un radar en el pecho?. Esta chica debe ser interesante, me dije.

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Hola

Soy Paola

Tengo 23 años.

No me gusta dar explicaciones sobre mi vida o las cosas que hago, pero hoy es uno de esos días en los que me siento obligada hacerlo.

Me gustan los amaneceres.

Las nubes que se detienen.

La lluvia que cae en el suelo.

El destino de las personas me hace pensar en el mío todo el tiempo.

Y bueno, lo peor de todo es que tengo un radar en el corazón. Puedo sentir cuando alguien esta triste, cuando alguien esta emocionado… cualquier tipo de emoción, la siento yo.  Este defecto de fábrica viene porque mi mamá cuando me tenía en su vientre decidió llevarme a uno de esos lugares en los que quieren conocer tu futuro, sí, los llamados Centros de Atención Para Corazones Futuros, estos lugares te permiten saber cómo será tu hijo en el futuro y sí tendrá las emociones estables para desarrollarse como buen ciudadano. A mi mamá le dijeron que yo probablemente no iba a sentir nada y que no tendría una personalidad definida, esto le preocupó mucho, pues en nuestro pueblo, más allá de los estudios, las emociones con las que se viven son las más importantes, dependiendo la emoción que tengas, así tu posición en la vida. Mi mamá se preocupó demasiado y tomó medidas agresivas para revertir este “mal congénito” de no sentir nada, así que desde bebé me contaba cómo se sentían las personas en el mundo exterior, me mostró cómo identificar cuando alguien estaba a punto de llorar por alegría, cuando estaba a punto de llorar por tristeza, cuando alguien estaba demasiado feliz.  Ella decía que dependiendo de que tanto sentías las emociones de los demás era tu personalidad y que con eso, definías tu rol en la sociedad. Gracias mamá, mi corazón hoy es un radar.

Y muchas cosas se resumen de esta forma:

Nací y no lloré. Supongo porque estaba feliz de estar afuera de la pansita de mamá.

Cuando aprendí a caminar pude sentir la preocupación de mi mamá cuando estaba a punto de caer. Cuando sentía que su corazón latía más fuerte me ponía más nerviosa y pues, fallaba.

Tenía seis cuando vi el corazón de mi papá reemplazar el amor de mi mamá por el de otra persona, era una mezcla extraña entre felicidad y tristeza ¿la han sentido? Se siente horrible pero también, bien.

Mi mamá decidió que nos mudaramos a otro pueblo, vivir en la ciudad no era nada bueno para ella, así que me dijo: aquí la gente no tiene sentimientos, viven porque deben de vivir, pero no porque sean felices. Sin embargo, cada vez que íbamos a la tienda y caminábamos por la calle, sentía que sus corazones estaban como contraídos, querían ser felices…  ¿Felicidad en potencia? quizás, pero era extraño, es como cuando estas emocionado y quieres decir algo y te quedas con las ganas o mejor aún, cuando quieres estornudar, pero tu estornudo se queda en la nariz y nada más, no estornudaste pero sabes que estaba ahí y pasó. Esa gente solo dejaba pasar las cosas. Nunca amaba de verdad.

Así que nos venimos a este pueblito, para mi mamá era perfecto, después que mi papá sustituyera su cariño por el de alguien más en su corazón, nunca la vi tan fuerte e independiente. Yo me sentía cómoda, siempre sentía su amor por mí.

A mis 11 mi mamá murió. Yo sentí su corazón en la escuela. Fue una mezcla extraña de sentimientos de ayuda, de auxilio, de piedad, de perdón y de amor. Yo solo pude gritar y llorar. Y sentir los corazones asustados de mis compañeros, no ayudó en nada..Mi mamá tuvo un ataque al corazón. Yo sentí que se llevaban el mío también. Pase días sin sentir nada, hasta que un día lloré y grite y mi corazón volvió a ser un radar de nuevo.

Me quedé a vivir con la mejor amiga de mi mamá quien siempre quiso tener una hija, su cariño era similar al de mi mamá, sentía su corazón solitario darme amor a mí. Hasta que un día se enamoró y pase a segundo plano, nunca la culpe solo decidí moverme sola, usualmente ella me preguntaba cosas del corazón, quizás mamá le dijo que era buena dando consejos de amor. Sí, yo a mis 12 años de experiencia hablando de amor. 

A medida que fui creciendo comencé a tener estas sensaciones extrañas en mi pecho, solo tenía que ver a alguien y sabía cómo se sentía, algunos le llaman intuición, pero era más que eso, yo podía sentir sus emociones y muchas veces, sabía las razones porque pasaba todo esto.

Cuando me enamoré por primera vez, fue de alguien quien no pude leerle el corazón, era increíble, todo era sorpresa. Hasta que un día, de repente sentí su corazón, sentí su distracción en otra persona, vi su emoción. Su alegría. Y así fue como me di cuenta que cuando a alguien le gustaba o me gustaba, le podía leer el corazón. ¿No creen que es injusto?

Así que después de todo esto. Decidí volver mi defecto de fábrica en una herramienta para ayudar al mundo.

La gurú del amor me decían. Sabía cuándo las cosas iban a funcionar o no. Así que me tomaba el tiempo para asesorar a la gente de la escuela y la universidad. Es gracioso, la gente llega con preguntas de todo tipo: ¿será el indicado? ¿tendré una posibilidad? ¿debería de alejarme?.  Solo tenía que pedir un par de días para averiguar,  acercarme y decirle a la otra persona que se acercará. En muchas ocasiones, todo era perfecto. En otras, no había nada. Ni siquiera un poco de intención. Pero usualmente la gente cree que el amor llega de la nada. Sin construir nada. Ni siquiera un "hola". ¿o será que el amor es así de inmediato? Aún no puedo leer amores en potencia, pero para mi que todos podemos amar en potencia. 

Y siendo una gurú del amor..

Todo iba bien, hasta que el amor se acababa. Esas cosas que yo ya no podía controlar. Los humanos amamos y dejamos de amar. Sí, de la noche a la mañana. El amor a primera vista existe. El amor puede sustituirse con un nuevo amor. Aún del carbón de un amor pasado se puede volver hacer una hoguera.


Y yo seguía con mi amor ciego… de aquellos de quienes no podía sentir sus sentimientos.

Hasta que lo conocí en la playa.

Con mi sueter grueso.

Tratando de ser lo menos obvia posible.

20131223

Anónimos


(Relato inspirado en Love Is Blindness de Jack White)

Un mes antes había decidido llamarla La Noche del Final. Y en ese momento, treinta días le habían parecido de lo más lejano. Treinta días no llegarían nunca, había pensado. Y sin embargo, allí estaba: sentado en la esquina más apagada del Bar Anónimo, en donde había empezado todo hace ocho meses. 

El Bar Anónimo era de esos lugares desconocidos en la ciudad, “underground” como solían llamarle elegantemente. Solo se podía ingresar por invitación y luego de una exhaustiva investigación acerca de los contactos, costumbres y discreción del sujeto. Todos habían oído hablar del lugar, muchos se morían por asistir, tal vez por curiosidad, tal vez por pertenecer a ese grupito cerrado; pocos podían decir haber estado cerca. Nadie había estado allí nunca. Esa noche de diciembre, nuestro amigo había recibido –sin mucha ceremonia- el sobre color gris plomo. Solo su nombre cubría el exterior. En el interior, una tarjeta negra con una dirección y la hora. Hora exacta, decía; si no estaba allí en punto, perdería la entrada... Para siempre. Al principio le pareció una de esas bromas tontas del Día de los Inocentes, ya que la había recibido ese día, el día en que todos se vuelven creativos para hacer caer a los más incautos en las más absurdas mentiras. Pero no, al parecer no era una broma. Estaba citado para el día 30 de diciembre a las 9 de la noche. Tenía todavía dos días para arrepentirse de la idea, a esas alturas, todo le parecía demasiado surreal como para vivirlo. Él, el tipo más equis de la ciudad, el que siempre pasaba desapercibido en las reuniones y en las fiestas, qué iba a hacer allí en el Bar Anónimo.

Sin embargo, veinte minutos antes de la hora convenida estaba allí, en la esquina más oscura de una casa en la parte baja de la Colonia Escalón. A las nueve de la noche en punto un carro polarizado se detuvo despacio junto al andén. "Vamos", le dijo una voz saliendo de la penumbra del carro... Al verlo dudar, la voz le dijo desde adentro su nombre, apellido, dirección y hasta número de celular. En el interior, solo un motorista, casi una sombra y el tipo que lo había llamado. "Uno de los requisitos para poder entrar al bar Anónimo es que te tengo que vendar", le dijo el tipo, sentado a su lado, pero metido tanto en la oscuridad y en su papel, que no asomaba más que la mano blanca sosteniendo el pañuelo rojo. "Te podés bajar ahora, si querés, y aquí se olvida todo."

-No, dale.

Desde ese momento en adelante su vida no volvió a ser la misma. Claro, él no lo sabía en ese instante en que su vida se partió en dos: la real y la anónima. Por algunos minutos, diez, quince, veinte, el carro siguió y siguió por la calles desconocidas y secretas, esas que recorrió durante meses con la misma venda roja de ese primer día, con una emoción nueva recorriéndole cada milímetro de la sangre. Cada milímetro de noche de allí en adelante... Cuando el carro se detuvo el mismo tipo le ayudó a bajar, como un ciego en la penumbra de su ceguera -pensó-. Dos toc-toc y una puerta que se abrió. Los olores  y sonidos se confundieron de golpe con la noche. Voces, murmullos, una versión demasiado electrónica de la Toccata y Fuga de Bach. Humo de cigarro, alcohol, tal vez whisky, perfumes baratos. Voces y más murmullos sonándole en los oídos al pasar. Risas lejanas. Risas estridentes.

Silencio.

Perfume de jazmín envolviendo la noche.

-¿Qué querés tomar? Pregunta una voz diminuta de mujer en algún rincón de la habitación mientras la puerta se cierra detrás de él.

-¿Tenés whisky? Un doble. ¿Me puedo quitar la venda?

-No, todavía no. Nunca. Dice ella, con la misma voz tan profunda que pronunció todo a partir de esa noche.

"Todavía no. Nunca", llegó a ser como el lema de esos encuentros anónimos, una frase tan acariciada, como lejana y extraña. Le preguntó si ella también tenía venda en los ojos y le dijo que no, pero que podía tenerla cuantas veces él quisiera. Y así comenzó el juego de nunca acabar. Sus manos, las de ella, eran suaves, pequeñas y lisas, pero lo suficiente fuertes como para masajear su espalda si el día había sido duro. Pero lo suficiente leves como para deslizarse como mariposas entre sus piernas, para meterse como hilos entre los hilos finos de su pelo y su cuello. Esa parte que le gustaba acariciar tanto, le decía ella al oído, confundiéndose entre olores a whisky y jazmín, entre sonidos como vocales y consonantes. A veces eran pocas las palabras, porque los cuerpos eran largos y al tacto se proclamaban soberanos. A veces jugaban a ponerse los dos la vendas, a reconocerse los cuerpos en la oscuridad y al tacto, y todo era como si estuviera planeado. Como si estuviera escrito desde hace siglos. "Sos mi oasis", repetía ella entre besos y caricias.

-No olvidés que la mayoría de veces los oasis son un espejismo.-

Ocho meses había sido demasiada oscuridad como para seguir siendo anónimos, dos cuerpos y dos nombres extraños, dos pieles desconocidas a la vista. Dos ciegos, cegados quién sabe por qué.  Así que allí estaba él, sentado y sin venda en la Noche Final: "Todo esto se fue tan de nuestras manos", había dicho ella un mes antes, argumentando que había que darle fin, que no podía dormir ni vivir. Él, había accedido, apelando a lo imposible del asunto, el primer hijo de él estaba a punto de nacer en esos días. Todo era real ahora: paredes rojas, sábanas rojas, espejos en el cielo más falso de todos los cielos. Una rosa, inesperadamente, también roja, posada solitaria en un florero transparente. Todo el set iluminado apenas por dos velas blancas junto a la rosa.

-Apaga las velas.- Dice ella con la misma voz tan profunda de siempre.

-Todavía no. Nunca.- Repite él.

20131216

The Limit To Your Love


Estoy enferma, de una enfermedad incurable, al menos así parece, o al menos así lo dicen los tres médicos a los que he acudido: el remedio no existe, dicen, al menos hasta hoy porque no hay registro conocido de una enfermedad como la mía. No hay récords en los anales de la medicina, repiten, y en vista de que los síntomas empeoran con el transcurso de los días, les ha dado por decir que es una enfermedad degenerativa. Enfermedad mental, diagnosticaron, y me mandaron a tomar calmantes, relajantes, ansiolíticos y toda serie de pastas y drogas.

Todo empezó hace cuatro mañanas... Solo cuatro, ¿entienden? Hace cinco días llevaba una vida normal y de repente esa madrugada la canción se metió en mis sueños, una canción que nunca había escuchado, “there’s a limit to your love-your love-your love-love”, repetía la propia vocalista, cantando bajo una luz blanca y cubierta solo por su larga cabellera castaña, el lugar era una especie de bar en el medio de quién sabe dónde, con varias mesas y sillas de metal de color negro, todas vacías, menos una en donde estaba yo y yo misma, viéndome desde mi inconsciente en el sueño. “There’s a limit to your care, so carelessly there, is it truth or dare?”, repetía, mientras el mesero, vestido todo de rojo, traía una copa de vino y una corbata, ambos rojos también, en una bandeja. Mientras sorbía el primer trago de vino el mesero amarraba la corbata, cubriéndome los ojos. En ese momento desperté y el estribillo “I know, I know, I know, that only I can save me” seguía sonando en mi mente. Obviamente lo primero que hice fue buscar la canción en internet. La escuché varias veces. Busqué el video en YouTube. ¿Cómo era posible que es canción haya ido a dar a mi mente? ¿Era algo que ya había escuchado antes en una de tantas fiestas o reuniones? ¿Algo que sonó de fondo y quedó allí grabada para dar vida a un sueño?

De vuelta al trabajo ese día, hace apenas cuatro días, traté de olvidar el asunto del sueño y la canción, pero, entre reuniones, llamadas teléfonicas y demás asuntos de rutina; la canción volvía a sonar con todas sus palabras, estrofas y estribillos. Hice lo que normalmente se hace en esos casos: meter otra canción para borrar la que no deja de sonar en la cabeza. Probé con Cuando calienta el sol de Luis Miguel y por unas horas el sol calentó, el cerebro se puso alegre y hasta llegue a bailar uno que otro pasito mientras salía del baño. Estaba curada de canción y de sueño. La vida volvió a tomar su curso normal con salida tarde de la oficina, tráfico endemoniado y largos minutos tratando de encontrar las mejores vías de salida de la ciudad. Hasta que esa noche el sueño se repitió: los mismos personajes, el mismo escenario, la misma canción sonando sin límite al límite de mi sueño. Solo que esta vez el mesero no traía la copa de vino, sino que dos corbatas rojas. Con una ató mis ojos y con la otra mis manos... Cuando desperté “I love, I love, I love, this dream of going upstream” seguía sonando en mi cabeza.

Ese día pude deshacerme de la canción por algunas horas tocando de manera aleatoria en mi cerebro algunas canciones de Alejandro Sanz, Thalía, David Bisbal y Shakira. Pero fue inútil, al llegar a Inevitable, Feist se introdujo de nuevo y desde entonces no ha dejado de sonar como banda sonora rayada y desgastada your love your love your love.

Al principio pensé que era como uno de esos casos de enfermedades raras que solo se dan una en mil. Una en mil, pensé. Pero los médicos me sacaron de mi error. Uno de ellos hasta quiso encerrarme unos días en una clínica. Allí podría descansar y ser observada por profesionales, dijo. Que podría convocar una rueda de especialistas en la materia, agregó. ¿Músicos, compositores? ¿La misma Leslie Feiste en persona? Pregunté. No: psiquiátras, psicólogos, neurólogos. Ante mi negativa me recetó drogas y me envió a casa.

Y aquí estoy desde entonces. Ayer.

Y la canción no para de sonar, mientras Leslie la canta a mi oído y el mesero vestido de rojo me amarra también las piernas.


Por ti

Tenes 17 años.

Tenes 17 años y la vida se te abre de par en par como centro comercial en navidad. Acabas de terminar segundo año de bachillerato y tenes esa forma de ser linda que solo se tiene a esa edad. Tenes la fuerza en el corazón para amar como solo se puede amar a esa edad.

Estas de vacaciones y el inicio de una libertad que no sabes cómo manejar. El colegio se quedó estático un momento, te ha dejado un par de meses para que jugués a vivir, para que hagas un simulacro para ver qué se siente ser casi adulta. 

Él ha estado rondándote durante más de medio año, con toda la precaución de la que sos capaz lo dejaste acercarse. Cuando viste que es inofensivo lo dejaste ser tu amigo. Jamás has entendido a los muchachos, tampoco a tus compañeras, a decir verdad. Más de alguna ya te lo dijo, vos le gustas a él. Eso te puso alerta.

La primera pista propia fue que leían juntos. 

Eso te destripió, no habías conocido a nadie más callado que vos, más lector que vos, más loco que vos... hasta que chocaste con él en el pasillo del colegio. Es un poco mayor que vos y tiene los ojos que siempre supusiste que tendría el amor. Lo mirabas de lejos a veces, sin querer interrumpir cuando iba en el bus, cuando interactuaba con sus compañeros de clases y cuando hablaba con otras muchachas, no era igual con vos, cuando te veía, cuando te hablaba, cuando te llevaba esos malditos chocolates que tanto detestas, pero que igual se los agarras y los guardas para que tus hermanas los devoren, él tenía una forma de mirar que no la usaba con nadie más, solo con vos. 

Dos días antes te había llamado por teléfono, no recordabas si le habías dado el número, pero de repente su vos al contestar. El momento de vergüenza al no saber qué contestar te lo reservas para tu historia personal, menos mal que no había nadie a tu alrededor que fuera testigo de tu rubor, de tu vos tartamuda, de tu sorpresa al escuchar su voz invitándote al cine. El miércoles. 

Tenes 17 años y todo el miedo del mundo en tu piel... y todo el miedo del mundo para preguntarle a tu papá si te deja ir al cine el miércoles. Agarras todo el coraje del mundo, al fin y al cabo en algún momento tenes que preguntar. "¿Con quién vas a ir?" fue la pregunta que te hizo de entrada tu papá, no tuviste corazón para mentirle y decirle que irías con alguna amiga, le dijiste la verdad. No sabes cómo es que te dio permiso. Claro primero te interrogó hasta el último detalle... día, hora, lugar, película, de dónde lo conocías, a qué año iba, dónde vivía y si irían a otro lugar después. No sabes ni cómo pudiste darle toda la información requerida a tu papá, al parecer se quedó satisfecho, no tranquilo... satisfecho... de momento. Le prometiste que le llamarías a la oficina al regresar a casa.

Tenes 17 años y casi un mes de no verlo, algo que pocas veces has sentido llega a tu estómago, es de ese mismo tipo de vértigo que te da justo antes de un examen de matemáticas. Te da la impresión de que no sos como las demás muchachas de tu edad que se ven tan sueltas al relacionarse con los muchachos, a vos te cuesta, te da pena aburrirlos y otros simplemente no te interesan pero ni para hacerles un favor. Con él es diferente, te parece increíble todo lo que pueden hablar, durante horas pueden conversar de todo lo que les maravilla de la vida, de los libros leídos, de las películas vistas, de los lugares que quieren conocer, de lo que quieren ser cuando sean grandes. De los sueños, de los miedos, de los compañeros, de los amaneceres. ¿Será esto estar enamorada? Aún no lo sabes. Solo sabes que es algo que jamás habías sentido. 

Ya casi es navidad, con esa excusa buscas un libro que leíste hace poco, tuviste que ahorrar de tu mesada durante varias semanas para comprarlo, cuando lo leíste sentiste que el mundo tenía otro tono, otro impulso, otro latido. Decidiste que se lo regalarías porque sabías que a él también le impactaría. Lo envolviste con papel kraft, ese que es café y que a todo mundo le parecía feo, vos amabas ese papel, era hermoso, le encasquetaste un laza azul y te pereció el regalo más hermoso del mundo. 

Aquel miércoles tomaste el regalo y otros dos libros que le prestarías, los metiste en una bolsa plástica, te pusiste tus jeans, los tenis y una camisa a cuadros que le robaste a tu papá y con los ajustes necesarios para que fuera de tu medida. Peinaste tus cabellos negros y por fin usaste el brillo labial que tu mamá te regaló para tu cumpleaños meses atrás, te pusiste unos aritos y los lentes que no podías dejar de usar... te viste al espejo. Eras la misma y estabas cambiada. Tenés 17 y estas enamorada. 

La calle, el viento y el tráfico, la mitad de las cosas te dan miedo, pocas veces salías sola, pero la condición de ir en la mañana al cine era para protegerte, según tu papá, Llegas a la parada de buses, te había dicho tu mamá todo el recorrido que debías hacer, que tuvieras cuidado, que las cosas están difíciles, que los tiempos ya no eran los que eran cuando ella tenía 17, ahora es mucho más peligroso. Mientras tanto tu papá en su oficina veía el reloj y sabía que ibas en camino a encontrarte con el nefasto adolescente que te tenía pensando duro y tupido. 

Llega la 44, es la que te lleva hasta metro, lo abordas, pagas el pasaje y con los libros, primorosamente abrazados contra tu pecho, buscas un asiento, solo hay lugar al lado de una maitra con pinta de brava. Le pedis permiso por favor y ella te cede espacio para que te sentes, le preguntas "¿este bus llega a metro?"... "ajá" te contesta la mujer. 

Notas que ve de reojo la bolsa que contiene los libros, al parecer le interesa saber cuáles son, vos le sonreís, es tan fácil sonreír a los extraños a los 17, la maitra te mira y ha de pensar que sos otra cipota como cualquier otra, tan común, no tan corriente... después de todo llevas libros en tu regazo. 

¿Notará ella que una canción suena interminablemente en tu interior? ¿Habrá pasado esta mujer que viaja a tu lado, lo que estás pasando vos? Esa forma tan extraña de existir a través de la música, esa forma tan extraña de vivir pensando en un muchacho, en un tipo que te saca las mejores sonrisas de tu repertorio? ¿Sabrá esta adulta, como tantos otros adultos, el grito que llevas dentro? 

Y la ves ahí, es morena, bajita, pelo negro, muy negro.. como el tuyo, tendrá unos 30 y pico de años, lleva jeans y una blusa, lleva puestos unos audífonos, te agrada ver que los adultos escuchen música, aunque sea de esa aburrida que escuchan ellos. De repente ves que sonríe y empieza a mover la pierna izquierda, reconoces el ritmo que marca su pierna... alcanzas a escuchar el beat que sale de sus audífonos, te sorprende que esté escuchando tecno, de ese tecno empalagoso, de ese tecno inverosimil. Sonreís, pensas que el mundo tiene remedio si una adulta es capaz de disfrutar la música de tu generación.

Llegas a tu destino, te pones de pie y con la misma educación con la que pediste permiso al sentarte, igual pedis permiso para salir del asiento, alcanzas a ver que de la cartera de la mujer asoma un libro. Te sentís un poco cómplice. "Que le vaya bien" le decis y ella te sonríe. 

Te bajas del bus, el mundo es caótico, algo te dice que no te han dicho todo lo que implica salir a él, sabes que te vas a sorprender, que vas a llorar más de alguna vez, sabes que después de este miércoles nada será igual con él, algo va a cambiar, no sabes si tendrás tu primer beso, no sabes qué es lo que te recorre al ritmo de los beats, el viento te revuelve los cabellos y vos estás feliz con lo que sos, porque lo que sos le gusta a otra persona, porque lo que sos sigue en crecimiento pero estás segura que lo básico ya lo tenes. 

Allá va ella, con sus 17, sus libros, su música y su enamoramiento, la ves bajarse del bus... te pareció primorosa la forma en que había arreglado una camisa demasiado grande para que le quedara, sus tenis casi la hacían levitar... No sabes su circunstancia, ni sus timideces... la ves y te da la impresión de que va a encontrarse con alguien importante.

Vos seguis tu camino en la 44 mientras ella se interna en las entrañas del centro comercial... "tendrá unos 17" pensaste. Notaste su sorpresa cuando se percató de lo que vas escuchando. No se esperaba la muchachita eso.

Vos tenes 36 y a veces recordás cómo fue tener 17 y pedirle permiso a tu papá para ir por primera vez en toda la vida al cine con un muchacho.

Ella tiene 17, pero igual podría tener 21, o 30 o como vos, 36 y el corazón les va a latir siempre con el mismo ímpetu, con el mismo ritmo, con el mismo candor. Porque todas sentimos eso, porque todas nos enamoramos al menos una vez en la vida. Porque esa vida que a veces parece tan cabrona, también nos trae sorpresas agradables, como ver a una muchachita cargando unos libros para su primer amor. 



NOTA: Esta semana nos toca relato libre, con canción elegida al gusto, para mí es difícil salir de mis rutinas, de mis gustos establecidos y aunque me considero de otros géneros esta canción llegó a mis oídos la semana pasada mientras iba a la oficina. Es un pequeño homenaje a la niña que se sentó a mi lado y a tantas otras que viven los 17 de la manera más coherente que se puede: a través de la música dulzona, porque el corazón a esa edad es precisamente eso... un dulce. Por ti, que me recordaste que no importa la edad que tengamos, todas las mujeres tenemos el derecho de recordar que nuestro corazón también puede ser dulce.  KR