Relato inspirado en Just Breathe de Pearl Jam |
No te buscaba. Ni siquiera te imaginaba y apareciste cuando menos me lo esperaba. Que eras un hombre espantoso, me dijiste. "Buscá al enano, ese voy a ser yo". No ví a ningún enano; no fue nada de eso, no. Llegué y no ví al enano prometido.
Había demasiadas cosas que te quería decir porque te mandé al carajo cuando me tomaste demasiada confianza y ni siquiera te conocía. Esa primera vez que te dirigiste a mí personalmente no fue amistosa. Estaba a la defensiva, como siempre. Recuerdo bien. Cualquier otro hubiera desistido. No lo hiciste y seguiste hablándome entre una broma y otra. Sentí muchas cosas al verte, pero más que cualquier cosa, me sobraba curiosidad. No puedo decir que haya sido amor a primera vista, eso me había fallado antes. Me dije que iba a tomarme el tiempo que fuera necesario para aprender a entenderte, para ver si podías entenderme. Te ví frente a esa vitrina y no podía entender por qué había venido: no había visto tu cara antes, solo había leído tus chistes malos y críticas de películas. Poco me bastó para darme cuenta que hacerme reír tanto como hacerme enojar se iba a convertir en uno de tus mayores pasatiempos . Comenzaste por hacerme reír. Los enojos vinieron después, pero eso es lo menos importante. Nos saludamos torpemente como hacen los que no se conocen todavía y luego nos movimos de esa vitrina a un lugar con menos gente para platicar. Eso fue el comienzo de estos doce años.
Nunca he conocido a nadie que disfrute más del humor negro. Odiamos a las mismas personas: a los nuevos hippies creyentes de cristales y auras, a los pretenciosos yuppies que se creen muy exitosos y viven hablando del último libro de superación que han leído, a los estudiantes universitarios que piensan que lo saben todo, a las mujeres amargadas y resentidas con el mundo, a los hombres muy machitos que quieren parecer malos aunque no lo sean, a las cucas de iglesia, a los hijitos de mamá, a los que fingen vidas perfectas. Fue entonces que comprendí que quizás parte de eso que llamamos amor sea el odiar las mismas cosas y tipos de gente. Eso me lo enseñaste poco a poco.
Contigo no me han llovido rosas pero has estado callado junto a mí cuando más te he necesitado, fiel a tu costumbre de aparecer cuando menos se te espera. No han sido años melosos ni amelcochados llenos de cartas infantiles. Eso hubiera estado bien en la primera juventud, pero ya no estábamos tan jóvenes. Esas son mierdadas, al fin y al cabo. Me dí cuenta que al principio quizás lo hubiera deseado pero nada se compara a ver un par de ojos mirarte al despertar en una cama de hospital y que esos sean los ojos que más se desea ver. Ahora que estás tan lejos me doy cuenta de muchas cosas. Hay hechos que valen más que un asqueroso muñeco de cerámica o un cartón en forma de corazón o flores. En las mañanas casi anhelo oírte roncar. Casi.
Fueron años largos llenos de indirectas, de miradas incrédulas y para mi desgracia, de incontables chistes malos. No hubo citas, eran salidas. Te pasé sermoneando con estupideces como la forma correcta de tomar un tenedor o cómo distinguir un cuchillo para pescado de un cuchillo para carnes, pensando (inútilmente) que lo apreciarías.
Fueron otras cosas las que apreciaste y que consideré ordinarias como el desayuno de los domingos o llevarte chatarra para comer con tus películas.
Fueron más noches de las que pude contar, llenas de desvelos por darle vuelta a la misma porquería de "él no debería estar con ella sino conmigo y éste no debería de estar conmigo sino con ella".
Son hasta ahora cruces en el calendario, contando los días para que vuelvas a mí, pensándote en cada canción y adivinándote en cada instante. Hay cosas ínfimas con las que pienso entretenerte cuando regreses. Tengo ya una cadena larga de preguntas que hacerte para cobrarme los minutos que no has estado conmigo, para recompensarte todas las veces en las que quizás has querido abrazarme lleno de temor y no has podido... Para decirte que doce años se sienten cortos por el tiempo en que no te he visto y que estos malditos días parecen no terminar. Pienso además sacarme todo esto acumulado de no poder hablarte. Apesto a tristeza y silencio. Me muero de sed sin risas, sin tí.
Nunca te he escrito una verdadera carta de amor. Quizás esto lo sea. No pienses que esto se hará costumbre, eso sí. Es demasiado doloroso esto de verme expuesta. Mierda, ya escribí algo cursi y no hay vuelta atrás.
A lo mejor me insistas en que eres un hombre espantoso. Yo pudiera decirlo de otra forma porque no estoy de acuerdo: de ninguna manera pienso que seas perfecto, pero eres perfecto para mí.
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