Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150205

Robinson Snake

Relato inspirado en "Goodbye Horses de Q Lazzarus"


El Bulevar de Las Luces estaba lleno a esa hora, repleto de gente que quería salir. Salir un día de semana sin encontrar tráfico era un lujo. Ese miércoles no fue una excepción. Manejó aburrido por la avenida Principal, pasando por la calle llena de evangélicos esperando su milagro a cambio de su diezmo, vio a las escolares esperando el bus, a oficinistas con cartapacios y lentes negros, mujeres hastiadas queriendo vender galletas y chicles en las esquinas y después de varios minutos en carretera, llegó al portón de la colonia de militares donde vivía.


Allí estaba el Tata, tan amargado y serio como siempre. No sabía más que dar órdenes, gruñir a la gente y perseguir toda falda que se moviera. De vez en cuando tenía una sonrisa para él, pero últimamente era raro verlo sonreír. Que si el Pueblo lo iba a apreciar, que si la gente entendía la magnitud de lo que estaba haciendo por ellos, que si su familia no entendía que era un sacrificio por la patria abandonar la vida en la casa para servirle bien a la bandera, carajo.


Hablar con el Tata lo hostigaba, hacía que quisiera salir de allí. Eso mismo hizó esa noche: ir a la Zona Rosa, el lugar más brutal de la ciudad, donde se reunían los que sabían disfrutar la poca vida nocturna que había en ese lugar de mierda.


Pensó en qué llevar para impresionar. Impresionar era todo lo que le importaba. No quería que la sombra del Tata lo opacara, brillar con luz propia era su intención. Se vistió, despacio, disfrutando cada vuelta y beso hacia sí mismo esa noche. Abrió la puerta hacia el cajón de armas del Tata y buscó. Sabía que la llave la escondía abajo del asiento de su escritorio, ese sillón viejo de cuero y madera oscura que tenía un fondo falso abajo de la parte tapizada. Tomó la llave y sacó un revólver con mango de marfil, muy pequeño. Se podía esconder bien en la cangurera que llevaba en la cintura. Les gustaría verlo, daba gusto verlo y era muy antiguo. Les podía servir de modelo para su logo. Lo guardó entre su pañuelo antes de descargarlo. Después se acordó que no había terminado de arreglarse, sólo se había vestido.


Se amarró las cintas de los zapatos para no caer y los lustró bien por la noche para verse deslumbrante. Ese blanco en sus pies era lo que hacía falta para verse como quería. Sus pantalones con triple lavado, la cangurera lista, la chaqueta con pines, su camiseta en amarillo neón... todo estaba perfecto. Un toque de gotas de Drakkar para el toque seductor y Dep en el pelo no podían faltarle, porque estaba reservado para los guapos, como él.


Entró al salón y la luz lo deslumbró. El aire apestaba a cigarros y sacó el suyo, porque tenía que impresionar. Había aprendido a sacar el humo por la nariz, eso arrancaba suspiros de admiración de hombres y mujeres. Escogió una de las mesas de afuera del Méditerranée, esperando a los demás. Al rato fueron llegando, y allí estaba Rosalía. Con su pelo en cascadas negras, su vestido blanco con lazo rosa y aretes de perlas. Le encantaba verla con esos aretes.


Cuando ya estaba completo el grupo, les contó del acto musical que pensaba armar y por supuesto, quería que Rosalía fuera la vocalista. Se llamarían Robinson Snake y tenía el modelo perfecto para la portada de su disco nuevo, el dinero para el dibujante bien se lo iba a poder pedir al Tata diciendo que eran para los libros de la Universidad que iba a empezar en dos meses. Carlos le aplaudió, dijo que era buena idea y que luego podrían reunirse en su casa para tocar. Adrián se rió y el Rafa protestó porque el nombre sonaba gringo. Pero hubo una voz que no se dejó escuchar.


Puso el revólver en la mesa contando que esa iba a ser la cara de su disco. Saboreó ese suspiro largo de impresión. Miró la cara de Rosalía. No sonreía. ¿Y si lo había arruinado todo? Seguro pensaba que era como el Tata. No, no podía pasarle otra vez. Miró a Rosalía, pidiendo su opinión. Quiso oírla, pero los gringos de la mesa de al lado no lo dejaban oír. ¿Qué era ese ruido? Rosalía no decía nada, pero tenía los ojos muy abiertos. Todos se levantaron. Algo habían visto.


Rosalía gritó.


"¡Tenían un arma aquí! ¡Yo lo ví, éste es el hijo del Coronel!"


No alcanzó a decirles que no, que el Tata no tenía nada que ver con él, que no era como él. La vida se le fue a borbotones a través de ese hueco que la paranoia de otro le dejó en la garganta y no pudo terminar de arrepentirse.

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