Dicen muchas cosas de mí, como que soy un narcisista empedernido por cuidar tan meticulosamente mi reluciente pelaje. Lo que no entienden es que se trata de un abrigo diseñado y otorgado por los mismísimos dioses que gestan la vida. No me ofendo pues de alguna forma intuitiva lo entiendo. Debe ser algo en su inteligencia (o falta de ésta) la que los hace llegar a tan abominables conclusiones. ¿Qué se puede esperar de seres como ellos que gastan su vida frente a planchas de cristal templado para contemplarse esos andrajos de tela con los que tan viciosamente adornan sus desnudos cuerpos? No sabrían apreciar jamás las características únicas de tal singular abrigo, que no sólo me protege e identifica, sino que además es único pues no hay otro ser este planeta que tenga ni la misma cantidad de pelos ni el mismo patrón de tonos que conforman mis rayas grises y botitas blancas recubriendo mis patas; mucho menos tendrán la textura sedosa que tanto procuro al acicalarme continuamente y, de la cual, en un gesto de extrema generosidad me desprendo mientras descanso en sus camas, sillones, cojines y sofás, con el fin último de recubrir esos trapos estériles y de mal gusto con los que suelen vestirse.
Otras veces dicen que soy un holgazán. Que no contento con consentirme todo el día, me desquito el arduo trabajo del acicalamiento en la desvergonzada actividad de haraganear todo el día, saltando de camas a sofás y de cojines a balcones. No contentos con fiscalizar mis actividades diarias, además afirman severas acusaciones pronunciadas con evidente envidia, cuando son ellos mismos quienes dedican gran parte del día, usualmente cuando está oscuro, para similar actividad. Ellos, contrario a nosotros, en su falta de imaginación, ocupan un mismo lugar por prolongados períodos de tiempo, cayendo en un despreocupado sueño que atenta no sólo con su vida, sino que con la de los demás. Por ahí pasan inertes por largas horas, haciendo cualquier cantidad de ruidos extraños. No puedo creer cómo no se den cuenta que esos ruidos, que aparte de impertinentes pues quiebran el amable silencio de la noche, pueden atraer a las más peligrosas bestias atentando contra su propia vida. Definitivamente no tienen sentido de supervivencia. Otras veces giran y se mueven de manera epilépticas, ciegos de que tales movimientos, además de anormales, son una visible advertencia del grave daño que les causa dormir en un mismo lugar y posición. Es por eso que nosotros los gatos, no permanecemos más que un par de horas en el mismo lugar. Además, contrario a lo que estos holgazanes piensan, nosotros siempre nos mantenemos alerta a cualquier movimiento y sonido que indique peligro o muestras de cariño no solicitadas.
Es terrible ser ciego a las faltas propias pero más grave aún es señalar a los demás por las mismas deficiencias que se padecen. No digo, ni pretendo ser un gato perfecto, de esos de carácter intachable, que cargan collares de cascabeles y actuar ejemplar. No, simplemente soy consciente que realizo actividades que a mi propia especie atañen. Tampoco aspiro ser idolatrado por esta raza bípeda y bipolar, pues mientras por un lado me acarician y se preocupan por mi alimentación y bienestar, por el otro, van quejándose entre ellos, y a mis espaldas lo que es peor, de todas esas cosas desagradables que en mi encuentran. Nosotros los gatos hablamos de frente y no evaluamos ni realizamos juicios sobre los hábitos de los demás felinos pues fácilmente comprendemos nuestras diferencias y particularidades tan evidentes que nos hacen tan únicos y especiales. Además, hacerlo sería una crítica imperdonable a los mismos dioses, cosa que ningún felino se atrevería a conjurar. Tampoco nos escondemos detrás de máscaras, engañando con falsa amistad. Para nosotros, convivir es simple: si se respeta, se aprecia; si se desea, se conquista y si se desprecia, se desecha. Es una muestra singular de simplicidad y efectividad. Lo único que pido, en nombre de nuestra especie, es un trato digno basado en el respeto, no porque seamos iguales, tal cosa es imposible, sino porque compartimos las mismas necesidades. Además, porque sus camas, especialmente esos huecos que quedan entre las almohadas, son de los mejores lugares que he encontrado hasta la fecha para descansar.
—DA20151005
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