Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20151123

Después de la lluvia




Relato inspirado en
Hablando con mi Angel de Miguel Mateos



Otro gato histérico y mojado se le atravesó, casi se cayó de la impresión. Detestaba mojarse los pies de cualquier forma. Los pies se le resbalaban adentro de sus sandalias de correas y caminaba con cuidado para no quedar como ese maldito gato que la había asustado. Tenía tanta mala suerte que siempre que llovía resultaba que andaba algún tipo de zapatos poco práctico. Las aceras apestaban a fango y revoltijo de humo, chicle viejo y algo podrido. El cielo estaba poniéndose violeta, el tiempo estaba cambiando y anochecía más temprano. Le gustaba ver los celajes, se imaginaba que alguien allá arriba pintaba con brochazos gordos un lienzo con nubes y que lo que caía no eran gotas de agua, sino pintura perdida de quién sabe donde, pintura que no cobraba color sino hasta caer sobre algo.


Apretaba con amor su tesoro recién encontrado y cubierto con una bolsa plástica: era una edición limitada de un libro que había estado esperando por meses. Coqueteaba con la idea de tener algún día una librera hermosa con puertas de vidrio en la que pudiera mirar todos esos tomos guardados con primor. Los ojos se le iban al suelo puerco sobre el que caminaba para no caerse y de cuando en cuando se perdía tragándose esas imágenes de nubes de colores para llenarse de algo hermoso entre tanta porquería. Había terminado de anochecer y ya las nubes no se veían entre tantas luces.


La ciudad respiraba, se movía, cantaba como una vieja pasada de copas ese sábado. Entre tanto ruido,  no encontraba la tranquilidad necesaria para quedarse a solas con sus pensamientos y estaba apurada por llegar a su hogar, su rincón. Después de haber caminado poco más de media hora, sacó sus llaves y abrió la puerta de su cuchitril. No era más que una sección de un condominio de esos que habían construido durante el boom de viviendas hace quizás unos cincuenta años. En su época, el edificio debió haber sido hermoso, pero de eso ya no quedaba nada. Tenía buenos huesos, había resistido terremotos y dueños descuidados. Iba a aguantar un buen rato más, o al menos eso esperaba. Entró y se acomodó en el sofá. Poco le importó que hubiera sido sobre la ropa limpia, agradeció que al menos estaba seca porque se le había ocurrido meterla por la mañana, antes de irse a trabajar.


Fue entonces que cayó en cuenta que eso le era casi ajeno últimamente: agradecer. Se puso a pensar en todo aquello que tendría que agradecer. Todo, desde lo más banal hasta lo indispensable. Cerró los ojos y se puso a recordar. Dio las gracias en silencio por el huevo frito que pudo comer en tiempo récord, incluso agradeció la taza de café recalentado que la hizo terminar de despertar y por todo lo que había podido comprar para llenar la despensa y el refrigerador. Dio las gracias por no estar enferma, por el trabajo que la fastidiaba pero que la ayudaba a pagar las facturas y la mantenía cuerda. Fue recorriendo todo lo que llenaba su vida de novedad, de vida, de compañía y deleite. Abrazó más fuerte su libro y por sobre todas las cosas, dio las gracias por estar viva y tener sus ojos a su alcance, siempre listos para mostrarle el mundo real e imaginario.


20151103

La vie en rose

Su espalda se acalambró con una sensación de aprisonamiento, si es que existe tal cosa, se dijo a sí mismo tragando saliva a la fuerza. Elisa se llamaba y Elisa estaba dispuesta a seguir, a esperarlo a que Esteban se relajara y, pues, no hay prisa... Pero, como era de esperarse de aquel personaje un poco cínico en su manera de expresarse, huyó del cuarto de Elisa con afán de limpiarse el sudor helado en el comfort de su refugio alfombrado con perfume de libros y tabaco, mientras Elisa esperaba que diera la hora de un siguiente encuentro mediocre, migajas de una relación que uno acepta cuando no sabe lo que quiera. 

Llegó a casa mareado, a lo mejor porque de nuevo se le olvidó comer y terminó exhausto del juego de ceder a la insistencia de Elisa. ¿Será que el amor desamora? La idea de despertarse oliendo al champú de Elisa le parecía impensable, ¡guácala! (Ajá, con el tiempo se había agravado su aversión hacia las dinámicas de parejas, pero...)

Si Erica no está escuchando Edith Piaf con un trago en la mano, es que ya se durmió o que ha salido. Las luces apagadas eran una señal que esta vez no iba a exhalar su confusión en el costado de su roommate. 

Encendió la luz, no más que como un reflejo simple para apoyar el acto de aventar el abrigo y las llaves y en eso sorprendió a Erica en el sofá, fumando. Que qué hubo, dijo tosiendo, con cara de culpable. Su rostro decía que estaba relajándose después de vino y marijuana - hubieras visto, Esteban, yo no sabía cómo iba a volver si apenas conocía a los que estaban... Esa noche vino alguien , al parecer, y con su discurso disonante de Tengo novia pero te quiero a ti...

Mejor me vine sola, decía la roommate, y ssí fue que terminé fumando en la oscuridad. Que qué bueno que Esteban había entrado, pues interrumpió el simil que se manifestaba entre Erica yMargot  Tenenbaum. 

La convivencia había sido solo cuestión de conveniencia y, esquivos de sus emociones, no hablaban a menudo de la complicidad que habían adquirido tras años de vivir juntos. Era tácito pero visible en cómo Esteban la empujaba del sofá y le quitaba cigarros, acompañándola con una mano cerca de sus piernas. Erica, ¿vos porqué le hacés caso o, mejor dicho, dejás que te ha leña esos tipos? Y "yo qué culpa tengo de que ustedes son imbéciles?" repetía ella, con elocuencia particular y olor a vino rosado, de ese que te hace daño en El estómago al día siguiente. Y tan relajada se sentía que le sacó a cucharadas su Historia, con H mayúscula con la exnovia. Elisa solo es un episodio menor dentro de la Gran Historia, infería la roommate, su alera fumadora. Elisa no existiera si no existiera el resentimiento y las dudas de qué hubiera pasado sí... Y así, en el análisis barato del que solían ser partícipes con chistes de Freud y Jung, Erica insistió en que Esteban debía dejar de ver a Elisa. Una profecía, solemne, un "Vos sabés, Esteban, que son mentiras tuyas eso de huirle a la intimidad. Si vos estuvieras en el estado en el que estoy, me dijeras Ay, Erica, todo lo que quiero es alguien con quien despertarme, la familiarididad de..." Y ya empieza el sueño a joder la dicción, ¿sí ves? 

Esteban no quería aceptarlo, porque no entendía cómo dos personas estaban tan solas como él y Erica, quienes solían quejarse de problemas inexisten. Hoy se quejan de que las cosas son más complicadas de lo que parecen y añoran la sencillez que buscan en sus recuerdos idealizados. Ella se hubiera quedado con aquel exnovio, pero si no no estarían en el sofá dándole sentido al sábado en la noche llano e insostenible. Pero, mirá Esteban, nos hemos convertido en personas tan complicadas que hasta lo sencillo nos parece difícil. Y con un jalón de un pedazo de porro que levantaron de las cenizas, acordaron que la solución era retroceder en el tiempo y valorar la ausencia de complicaciones que existe cuando uno simplemente no ha pasado por los altos y bajos que perjudican nuestro disposición a amar.