Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150630

Amor Líquido

Relato inspirado en Special to Me de Jessica Harper.
Por Flor Aragón

1.
Se había clavado, como dicen, por varios meses con el tema de los amores líquidos de Bauman, desde que le había conocido por referencia en una de sus clases de la maestría. Le atrajo el concepto de la liquidez de las cosas, la modernidad, la educación, el conocimiento, las relaciones; pero, sobre todo, el amor. El amor. Ese, en el que él había tenido tanta mala suerte, dejándolo solo y con escombros a sus recién estrenados treinta años. "Nada de enamorarse," decía Bauman en alguna parte de su libro. "Nada de esas súbitas marcas de emoción que lo dejan sin aliento: nada de esas emociones que llamamos amor, ni de esas a las que sobriamente llamamos deseo..." Amaneció esa mañana leyendo al maestro y, luego de que la última tipa en cuestión se había ido con algunos regalos de más y los mejores recuerdos de su vida en un viaje de fin de semana a Roatán, en donde habían departido y compartido con hippies de todas partes del mundo en una playa oscura y anodina; esa madrugada, todavía con el recuerdo del sabor a cerveza y marihuana de la boca de ella rondándole la mente, había decidido dedicarse al amor líquido. Esas relaciones que se dejan ir colándose entre las manos a capricho. No le costó mucho volverse un experto, ya había conocido de cerca todo tipo de relaciones, y se daba cuenta de que, de alguna manera, él había sido el amor líquido de muchas, de esas que nunca se dejaron atrapar, que se diluyeron sin mirar atrás, a las que no se les movió ni la más mínima fibra de sus átomos incoloros para irse con la corriente; dejándolo mudo e impávido frente a cada final. Así que, digamos que, en menos de una semana estaba estaba listo para salir al mundo en su nuevo estado fluido. En ese en el que no se iba permitir ni el más pequeño desliz. Ya no. Nunca más.

2.
Ni sus amigos le vieron por varios meses mientras se dedicaba a derramarse por los más insólitos lugares de San Salvador. Bares, fiestas privadas, fiestas sin invitación, antros, lugares anónimos que subrayaban más sus ganas de diluirse en cada relación. En donde conocía mujeres equis, mujeres genéricas, mujeres cero a la izquierda; como decidió llamarlas en su mismo juego, en su mismo ir y venir todas las noches probando que sí, que contra toda teoría, el amor y el deseo se podían medir y frenar. Se volvió todo un experto en callar y anular cualquier ansia y emoción, cualquier gana de despertar junto a un cuerpo que pudiera darle calor o cariño, sexo o ternura. Se volvió un experto en no volver a caer ante cualquier mirada que se derritiera bajo un rimmel bien puesto, ante unos labios que sonrieran con comisuras demasiado pronunciadas. No, ningún color de labios, ningún batir de pestañas lo podían conmover. Ni siquiera las palabras suaves y comprometidas de alguna mujer que en medio de la noche o la madrugada le pudiera hacer ninguna petición o reclamo. No. Era, finalmente inmune a cualquier luna que se deslizara por cualquier espalda cercana, a cualquier canción que le cantaran cualquier noche, al sonido callado de un par de lágrimas rodando por un rostro, a cada palabra que sonara como amor o cariño o seguridad o quedémonos a dormir o quiero que seas parte de mi vida y mis noches o no importa cuánto escondas o cuánto sentimiento acumulado o cuántas ganas te lleven a mirarme de esa forma o a soñar conmigo cada domingo en la tarde mientras tu mano se desliza suave entre tus piernas. No. Nada de eso le inmutaba. Quería ser alguien y para eso tenía que ser nadie. Anónimo. Sin amor. Sin deseos.

3.
Hasta que, claro, siempre hay un hasta que o un pero en cualquier historia de este tipo; pasaron varios años y nuestro querido y bastante anónimo personaje llego a aquel bar, aquella noche, de aquel abril medio cálido, medio lluvioso. No era como cualquier abril, como podrán ver, no en cualquier abril llueve suave y se apagan las luces en la fiesta. En ese sí, y nuestro amigo, buscando algún fósforo en la barra se la encontró a ella. Jimena. Lista, viva, envidiable. Sentada en un banco de madera como si nada. Como si esperara la vida o como su mirada estuviera dispuesta a matar o a derretir o solo a mirar como se miran las cosas que pasan y no tienen ningún sentido. Nuestro amigo le pidió un fósforo o fuego o lo que sea como se pide un taxi o se pide perdón. Ella le dio un encendedor como se da un buenos días o la propina o la vida. Él le dijo gracias o quién sabe...

No llegan hasta ningún lugar las palabras.

Porque el amor, el deseo, o como quieran llamarle; se solidifica de alguna manera, queridos amigos, que ninguna teoría o filosofía puede explicarlo.

Todo lo posible o

Relato inspirado en "Special to me" – OST Phantom of the Paradise 
La mesa de madera se tambaleó un poco cuando Sara dejó ir el shot glass sin tequila, luego de los 9 tequilas que llevaba encima, consecutivos, una competencia con ella misma. No, no es nada más que estaba chambona –como dispareja– y que había que decirle al mesera que, con la ayuda de una servilleta, les arreglara el desnivel de la mesa que habían escogido, porque si algo le molestaba a Alejandro eran las mesas disparejas, y si algo le molestaba a Sara era sentirse así de dispersa… Era que Sara sí le había pegado con fuerza a la mesa. Porque ya basta, ya no podía seguir así como estaba.

Al principio, la reciente relación de Sara, no tenía la misma pinta que tenía hoy, domingo 17 de julio de 2016. Retrocedamos un par de años, tal y como Sara se permite hacer cuando está en la ducha y se aferra, cerrando los ojos, a los altos y no a los bajos que definen el relieve de una relación tumultuosa. No, yo sé, había llegado a comprender más tarde que temprano que ya no se podía dar el lujo de una vez más perseguir el conflicto, ni de alimentarlo con sus conflictos. Sos una boba, Sara,  y ¿cómo así que es culpa de mis papás? Su reflejo era más apacible que el del Doctor y era claro que si seguía así Sara lo iba a perder, a este hombre amigo compañero amor.

Esa relación lucía una cara fresca y encantadora, cuando se presentó ante la pareja en un mirador en Valparaíso, y el día olía a rocío de madrugada y a lavanda. Ven, le dijo él, que estos son aceites esenciales de lavanda. Doctores, reyes y botanistas coinciden con que dicha fragancias tiene propiedades antidepresivas y se convertiría en el elixir en forma de olor para revivir a Sara de sus días grises. Bien dicen que la juventud enamora y que cuando enamorado, todo enamora: eran los primeros días de una promesa de besitos y pactos tácitos de hacer mucho. ¿Será que entonces no había nada que perder porque tenía tantísimo en común? El porvenir no había sido truncado por las amenazas de que una de las partes se fuera a trabajar al extranjero –a su país inventado en el que nadie envejece y los hoyos sin legado se llenan de trabajo– ni tampoco se había identificado bien los riesgos como para que ellos pudiesen mitigarlos.

Aceptar, resolver, seguir adelante. Él no quería hijos pero ya después de un rato no podés dejar que tu corazón se siga rompiendo, cuando está en vos estar en paz con las cosas. Y aunque nos hayamos aguantado los tires y encojes y pongamos nuestra mejor cara, a Sara le ardía tragarse las veces en las que él era inaccesible por sus trabazones. Los amigos en común no alcanzaban a tropezarse con estas tensiones y nudos en medio de un intercambio tan personal, pero ¿de qué nos sirve que todos nos crean bien?

En todo lo que Alejandro tenía de conocer a Sara, jamás la había visto tan enamorada. Lo sabía, pues, digo, ella tampoco se había visto tan enamorada. Debe ser, pensaba él, que quizás tenía razón, después de todo, cuando decía de que para todos existen alguien que te mueve el piso y que, pese las circunstancias y las opciones tendidas para regarlas, con todo; esa conexión impermeable que muta con el tiempo mas no desaparece. Eso suena muy bonito, pero ¿qué hago, Alejandro?

Su rostro estaba adormecido por el tequila pero el ánimo la estaba despertando. Cuesta pasar por estos lares disfuncionales que hacen que todo pese y que querrás arrojarle a tu pareja tu colección de DVD’s, habiendo bajado del pico en el que le gritaste que de todas formas siempre supiste en qué te mentía, pero Sara seguía, terca. Yo ya sé qué quiero, y lo voy a exigir, le dijo. “Después nuestés llorando” recuadraba Alejandro que eran las palabras de Sara, que entonces si nunca le dijiste a la tipa que la querías y que la querías de regreso, ¿qué putas vas a hacer cuando estés llorando? Cuando hemos hecho todo lo que podemos hacer, no podemos quedarnos llorando, punto final, le escribió una vez esta misma Sara en un correo electrónico, ¿te acordás? Nos mandábamos correos cuando vivías en Alemania y allí me imaginaba tus historias con las bichas.

La resaca no la afectó tanto al día siguiente como ese nudo en el estómago que le enderezaba la espalda con tensión, para dar vueltas en la cama vacía. Él volvería y lo van a resolver, así es como se deshacen los nudos de gastritis. Por mientras, café y tabaco para calmar lo sofocante que es saber lo que querés pero no estar segura de que si él va a querer. Lo más seguro es que me dice que no, porque él así es, mucho me aguantó ya. Y yo ya no aguanto pero quiero más.

Él regresó al apartamento hasta pasadas las 7 p.m. y no sabemos de donde venía. Fue la primera y la última vez que largaba así sin avisar, sin contestar llamadas, sin decir más nada. No lo volvería a hacer, Sara no tendría que acostumbrarse a él. Hacía mucho calor pero él estaba frío y ¿qué te pasa? ¿no me vas a escuchar? No, Sara. Esto no está funcionando. Lo he pensado ya mucho y creo que no estamos bien juntos.

Seguro volverás a lo que hacías antes y estarás mejor sin mí. Estoy seguro que en algún momento volveremos hablar, no estoy seguro en qué términos, pero por ahora no es el momento.

Las palabras que se añadieron a esta cola de ruptura se desvanecen, no alcanzan ya los oídos de la ahora exnovia. Lo perdí y un collage de palabras que acompañaban este sentimiento de que algo se salió al cuerpo de Sara, un extraño sentimiento de vacío que tardaría luego en convertirse en paz. Ya más no podíamos hacer.


20150629

"Special To Me" - Jessica Harper


          “Sí. tendrá unos cinco días que no aparece por acá. Ahora que lo menciona tampoco he visto a Jinix” respondió Castaneda cuando Roberto Aguilar apareció con unas llaves preguntando por Graciela Escobar. Castaneda, quien parecía más un adolescente disfrazado de vigilante quedó hipnotizado frente el baile nervioso del pequeño lagarto de felpa que colgaba como llavero.
          “¿Jinix?”
“Su gato. Perdón pero ¿cuál dijo que eras su nombre?”

          Roberto Aguilar se abrió paso entre la puerta y el muchacho. Avanzó por el corredor hasta llegar al apartamento 135.  Inspeccionó la puerta. Tenía doble cerradura. 
          “Mmm”
          Se asomó por las ventanas pero estaban bien cerradas. Las cortinas violetas cubrían todo muy bien impidiendo ver hacia el interior. 
          “¿Cinco días dices?”
          “Ehh… si… cinco.” 
          “¿Seguro?”
“Si. Cinco. ¿Cree que esté ahí adentro?” 
          “Mmmm” inspeccionó el aire con su nariz. “Definitivamente no. El olor sería la primera señal. Oye, ¿hay alguna otra forma de entrar a estos apartamentos que no sea por la puerta principal? Qué se yo, ¿Alguna ventana con truco? ¿Alguna puerta trasera?”
          “Ehh… nnnnnoo… No que yo sepa. ¿El olor? Oiga, ¡espere! ¡deténgase!… ¿De qué está hablando? ¿Qué tiene que ver Chela en todo esto? … digo, Graciela”
          “¿Y tú qué? ¿Cuál es tu interés en la tal 'Gra-cie-li-ta'? ¿No me digas que es de interés especial tuyo también?” 
          “¡No! ¡Pues no! es solamen—”  
          “¿Solamente qué? ¿Solamente qué? ¡Solamente estás aquí haciéndome preguntas como idiota en lugar de estar afuera asegurándote que nadie intente robar el edificio! ¿O qué? ¿Acaso ahora te pagan por interrogar policías?” 
          “Nnno…” 
          “¿Entonces?” 
“¡Ese lagarto!"
          “¿Qué? ¿Qué con eso?” 
          Sin decir más y sin hacer ningún ruido, Castaneda señaló hacia el segundo piso. Roberto Aguilar le devolvió una mirada incrédula y miró hacia el techo.
          “Más te vale que no se trate de una broma niño. ¡Quédate aquí y no hagas ningún ruido!”

          Roberto subió por las escaleras. Avanzó por un corredor al aire libre que servía como terraza. Era uno de esos edificios de apartamentuchos pequeños de dos habitaciones, de esos de clase obrera atiborrados por familias numerosas. Llegó a la apartamento 235. Contrario al resto de apartamentos, la puerta de éste era de metal con los bordes inferiores oxidados por la lluvia. 
“Busca adentro” murmuró Castaneda, tomando a Roberto por sorpresa.
          “¿Qué? ¿Qué carajos haces aquí?”
“En el lagarto”
          Abrió el pequeño llavero de felpa y encontró otra llave más. Una profunda desconfianza se apoderó de Roberto. Miró hacia ambos lados y abrió la puerta con cuidado.

          Una maleta esperaba junto a la mesa de la sala. Unas pesadas cortinas floreadas cerraban las ventanas. El plato de comida estaba vacío, sin rastros de mascotas. El olor a encierro delataba que el apartamento llevaba vacío más tiempo de lo que pensaba. Roberto Aguilar dejó caer un pasaporte con un nombre desconocido junto a un tiquete de autobús programado para las 7:30 de la mañana. Eran las 10:13.

          En el corredor-terraza quedaba solamente un reguero de tierra, allí donde estuvieron unas macetas de plástico con plantas que nunca florecieron y que le fueron regaladas a la niña Clarita, la octagenaria del edificio de enfrente.
          “Oiga, me parece que aquí hay una confusión”
          “¿Una confusión? ¡Una confusión! ¡Claro! ¿Y qué clase de confusión crees que hay aquí, tarado?”
          “Pues… es que aquí,” dijo señalando hacia el piso “aquí nunca ha vivido ninguna Graciela” 
          “Entonces, ¿por qué carajos me traes a este apartamento?” 
          “¡Que ya se lo dije hombre! ¡Ese llavero! Acá vive Rutilia Aparicio. Cada vez que sale del edificio me saluda y siempre veo que guarda cosas en ese lagarto. A veces guarda dinero también.
          “¿Y esa es qué? ¿Lógica de vigilante o cómo funciona? No estoy buscando a la dueña del llavero, estoy buscando a Graciela Escobar. Y algo me dice que tú sabes dónde está.”


TBC

NGB.DA20150713

Microcuento bailable


Relato inspirado en 'Special to me' de Jessica Harper
Por: Ivonne Veciana

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Cuando entró al antro, no podía creer que sus amigos le habían convencido de ir a ver bailes exóticos. Pensó que si su familia o compañeros de trabajos le vieran en ese estado: con una botella de ron en la mano y pagando el cover para ver nudistas bailar, se le armaría una revuelta.

Se sentaron en la mesa y pidieron la otra botella de ron, de todo modos, estaba en oferta para las fiestas grupales. Sintió todo el humo de quienes fuman cigarros -normales y chistosos- ponerle rojos los ojos, alguien le pellizcó una nalga y un mesero le pasó golpeando la cabeza con su bandeja al ir de prisa hacia la mesa VIP de la esquina donde celebraba su cumpleaños el empresario soltero del año junto a su grupo de amigos ricachones.

Justo cuando pensaba que quería irse a dormir a su casa porque no era parte de esa realidad nocturna, se apagaron las luces, se iluminó la pista central y el público aplaudió para dar la bienvenida al personaje de striptease más famoso del momento. Su coordinación con la música, los pasos modernos, la forma de bailar en el tubo, la canción particular con la que se quitaba los pantalones... era una locura la que desataba entre la gente que moría por ponerle todo tipo de cosas en la tanga: billetes, tarjetas de presentación, servilletas con números de teléfono y llaves del hotel de quieres llegaban como turistas a ese rincón de la capital siguiendo el mito.

Cuando no podía sentir más incomodidad ante ese espectáculo y sus amistades parecían absortas, sintió una mano sobre su hombro. No podía creer que semejante personaje se acercara para detener su partida: "espérame hasta que termine el show", le dijo entre los gritos de su grupo.

Se volvió a sentar con la cabeza girando entre el ron, el humo, los amigos y la música.

Cuando se encontraron en el pasillo de los baños, le preguntó si el show le había parecido aburrido como para levantarse así

_Eeeh... claro que sí, bailas muy bien...

_¿Pero?

_Nada... bueno...

_¿Nunca habías visto a un hombre hacer eso?

_Eeeh... no... la verdad no. Es nuevo estar en un club de striptease masculino

_Si te doy mi número de teléfono ¿llamarías?

_ [...]

_Jajaja... Que haga esto como trabajo nocturno, no significa que no me gusten las mujeres o que no pueda estudiar leyes durante el día

_Bueno, yo pensé que... la forma por como... es decir...

Le tomó la mano y con el lapicero que colgaba de la guía telefónica le anotó su número en la palma.

_Llama. En verdad me gustaría invitarte a salir.

En la noche



Relato inspirado en Special To Me de Jessica Harper



A lo largo de la Historia, muchos hombres y mujeres me han amado. Los poetas me han adorado y los sacerdotes me han temido, mientras las brujas me han admirado. He formado parte de profecías, canciones de amor, desvaríos de locos, teorías de científicos y supersticiones de toda clase.


Desde donde estoy veo toda clase de cosas. La noche me cubre de nubes y a veces lo de abajo se adivina entre brumas, otras veces puedo claramente mirar y disfrutar de una hermosa vista. No siempre pude ver lo que veo ahora. Pasé siglos, eras completas sin ver mayor cosa, solo la tierra respirando. Ahora es diferente. Cada noche hay algo distinto, a veces tristeza y a veces gozo y ruido... A veces muerte y otras veces la vida grita entre el silencio.


Hay una mujer que está siempre a la orilla de la ventana de su casa, mirándome y pidiéndome que le traiga a su hija de vuelta. Cada vez que oscurece abre las cortinas raídas y viejas para mirarme en un largo lamento sin palabras, rogando por ver a su retoño una vez más. Nadie la ha encontrado, está segura que es porque no la han buscado lo suficiente. Trata de no imaginársela en un río o entre unas piedras.


Al lado de un camino solo y sucio, hay un hombre acostado en el suelo, apesta a miseria, está recordando y balbuceando entre lágrimas y me cuenta sus glorias pasadas. Alguna vez tuvo hogar, familia, honor. Tirado en el suelo, atontado por el licor, apenas recuerda su nombre.  Su mente se ha perdido y no volverá.


En el mar, hay un pequeño bote. Padre e hijo pescan, esperando cubrir con la venta de esos peces lo suficiente para la semana. Veo la ilusión brillar en los ojos del hijo, la experiencia en la mano del padre. Suavemente, muevo su barca para calmarlos y señalo en el agua el lugar exacto donde deben tirar sus redes. El padre conoce mis señales y lo hace. Felices, recogen la red llena y se abrazan.


La parturienta sigue en su cama, sudorosa y delirante. Con paciencia, entro por la ventana y la veo, acariciando su frente, intentando hacerla olvidar. He visto tantas veces el mismo esfuerzo que puedo adivinar lo que sigue pero nunca deja de sorprenderme. Horas después, escucho dos llantos y un suspiro de alivio. La vida de nuevo se abre paso y compensa tanta podredumbre. La balanza vuelve a su lugar, como siempre lo ha hecho.



Veo lo que nadie más ve: prostitutas en las calles desviviéndose por buscar clientes, hombres de negocios escondiendo papeles y guardándose billetes ajenos, trabajadores aplanando calles, despojos de gente durmiendo en aceras que apenas y recuerdan que existo. Estas cosas quisiera no verlas, lloro por ellas.



Soy la niebla que se esconde en las esquinas, la sombra que proyecta fantasmas en las paredes de las casas donde hay niños, la frescura que se cuela en las ventanas, la musa de los insomnes, la compañera de los solitarios. Estoy allí siempre, he visto la infancia de este planeta y espero ver su final respiro.



Las noches son largas y todos se creen a salvo de miradas... Mas no saben que yo los veo.  Siempre.

20150618

Special to me, Jessica Harper y el Fantasma del Paraíso.
















Originalmente la canción de Jessica Harper que iba a recomendar era Old Souls, pero decidí que no era justo ponerlas a escribir basándose en una de las canciones más tristes de la historia de las canciones. No. No es momento.

Así que... Veamos.

Todo el disco de Phantom of Paradise es una maravilla y la película igual, a estas alturas de la historia es un clásico de culto y quien no haya "estribillado"

"All my dreams are lost
and I can't sleep,
and sleep alone
could ease my mind
All my tears have dried
and I can't weep..."

no sabe qué es la vida.

Debo confesar que me sé casi de memoria las letras de las 10 canciones que componen el álbum y que, movida por mi fascinación por ese disco y las líricas un tanto retorcidas de Paul Williams; hace poco adquirí el vinyl en una tienda de antigüedades en Ataco. Está bastante rayado, pero me sigue emocionando al punto de repetirlo cuantas veces sea necesario.

Jessica Harper se convierte en el amor platónico de Winslow el protagonista de la película y bueno... Ya se imaginaran. Jessica Harper era (o es) una mujer pequeñísima con una gran voz -por favor, oigan Old Souls-, una mujer que no parece que sea la dueña de esa voz.

Y para terminar de justificar mi recomendación -no sé si me he explicado hasta ahora-, tengo amigos de más de 20 años con quienes compartimos el gusto por oír este disco hasta la saciedad... siempre es bueno encontrar amigos así... Amigos de culto, pues, que de alguna manera puedan sentir lo mismo que vos por una canción o una letra o una voz.

Vean la película, también, es de Brian de Palma. Y es extraña. Bastante.

20150616

Susana, Leo, los perros y las cicatrices


Relato inspirado en 'Danzón'
Por: Ivonne Veciana
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Cuando llegó a la playa, no esperaba encontrarse con un torneo de surf femenino. Había viajado varios kilómetros para huir de los que en vacaciones inundaban como hordas las playas detrás de su casa y se veía obligado a llevar su amargura a otro lugar.

Por eso subía a sus tres mejores amigos a la vieja camioneta Chevy restaurada en casa: un labrador negro como el carbón, un pastor alemán con aires de nobleza y uno de raza incierta, más feroz y autónomo que los otros dos. Coal, Sergeant y Whiskey. Durante tres meses empacaba más pertenencias de sus perros que propias, el bastón con el que impulsaba su pierna desaparecida en Irak y soportaba que le doliera esa herida por varias horas al volante hasta llegar a otra playa lo más alejada posible de la civilización veraneante. Elegía ese otro lugar porque siempre tenía prohibición de nadar por las corrientes traicioneras y pasaba casi vacía; pero el vigilante de Clearwater Beach había sido amigo del abuelo de Leo cuando llegaron como inmigrantes a Nueva York y lo dejaba hospedarse en una cabaña abandonada que poco a poco iba reconstruyendo.

Ahora estaba igual de atestado de gente y debía ponerle correa a Whiskey, el único volátil de los tres, para evitar algún accidente.

Al entrar a la vieja casa fue directo a la cocina para guardar y ordenar las compras del mercado para sobrevivir las primeras dos semanas. Coal fue detrás de él, mientras que Sergeant y el criollo corrieron al cuarto de baño.

De inmediato escuchó un grito, varias cosas que caían en la ducha y Coal se unió a los otros dos canes en sus ladridos. Tomó su bastón,sacó su navaja suiza que escondía en su bota especial y fue en busca de sus perros y el grito. Encontró a una joven deteniendo la cortina de la ducha con una mano y un bote de shampoo en la otra para defenderse de sus tres agresores.

Se quedó en  la puerta y ella volvió a gritar. Leo hizo una señal de "afuera" a sus perros y cerró la puerta para que ella saliera de esa situación en paz.

A los 15 minutos, ella salió del baño con una mochila al hombro y más sonrojo que un atardecer.

_ ¿Quién eres y qué haces aquí? -Preguntó Leo si dejar de cortar filetes de pescado

_ Lo lamento mucho... no sabía que alguien venía aquí y yo necesitaba alejarme un poco de la gente del torneode surf porque...

_ No me interesa. Pregunté quién eres y qué haces aquí.

_ Susana. Me llamo Susana y no sabía que el viejo vigilante había dado permiso para que alguien...

_Yo pago por esta cabaña -interrumpió Leo- No me interesa lo que el viejo Joe te haya dicho. Esta casa está habitada los tres meses de verano, ¿Entendido? .

_ No pretendía quedarme, solo necesitaba una ducha en privado porque...

Y Leo dejó caer en el fuego las verduras picadas de su tabla de madera que hicieron un ruido suficiente para cortar la explicación de Susana. Al ver que su interlocutor ni siquiera la miraba, se acomodó la mochila en el otro hombro y salió dando un portazo que hizo temblar la pequeña ventana de la sala.

Leo se sentó en el sofá gigante con su plato recién servido y cuando estaba a punto de destapar la cerveza, se dio cuenta que ninguno de sus tres perros estaba en la casa. De un saltó en un solo pie llegó a la puerta, apoyó el bastón para bajar los escalones y se fue siguiendo el rastro a perfume que su invitada no deseada dejó al irse.

Ella casi llegaba a la playa donde estaban reunidas sus colegas de surf y no se había percatado que detrás venían los tres amigos que le habían dado un susto al salir de la ducha.

Escuchó que gritaban su nombre _¡¡Susana!!

Volvió a ver y era Leo tratando de correr en un solo pie y bastón con la cara descompuesta de pensar a sus perros como perdidos. Casi nunca se separaban de su lado. Los tres habían sido rescatados de un refugio de animales durante la guerra y estaban a punto de ser sacrificados hasta que él recibió su baja y decidió calmar sus demonios acompañándose de la soledad de esos tres desafortunados. Pagó una buena suma para traerlos hasta su casa y procurarles rehabilitación en una veterinaria mientras él aprendía a usar una pierna de acero y a cocinar comida que no saliera de latas con sello del gobierno federal.

Cuando ella identificó que era Leo, vio a unos metros que los tres perros venían siguiéndola emocionados, como si ella los guiara al agua donde tanto les gustaba jugar. Se agachó para abrazarlos y Leo vio cómo esos tres insoportables se dejaban acariciar por esa perfecta desconocida que les besaba la trompa como si no tuviera miedo a perder la nariz de una mordida.

_Tranquilo, no sabía que estaban aquí.

_Lo sé. Nunca se van así, no se qué pasó...

_¿Les gusta pasear? Podría pasar a traerlos cada tarde para sacarlos si es que tu no puedes

_No es necesario. Mi pierna no interfiere en su rutina de ejercicio. Están entrenados para ayudarme

_Lo siento, no quise decir eso. Me refería a que...

_Así déjalo. Nos vamos.

Hizo de nuevo la señal con su mano y los tres perros enfilaron de regreso a la casa.

La mañana siguiente Leo despertó sin el peso de los perros sobre su cama. Supuso que habían vuelto a huir buscando el mar -o a ella- y cuando salió del cuarto con el bastón, los vio echados en la alfombra de la sala mirando la puerta, como esperando a alguien.

Se asomó por la ventana y vio a Susana subiendo los escalones y antes que tocara le abrió

_Te dije que no necesito que los saquen a pasear

_No vine por los perros. Necesito que me dejes duchar aquí

_¿Ah?... pero qué...?

_Por favor

_Si eres competidora tienes tu propia ducha, ¿no?, ¿Se están hospedando en el...

_No, Algunas no alcanzamos habitación en el hotel y nos quedamos en una casa compartida. Con cocina y duchas compartidas y necesito ducharme aquí.

_No entiendo qué tiene que ver. No me parece correcto.

_¡Por favor! -Levantó la voz en tono demandante, como si estuviera harta de pedirlo

Leo le vio la expresión de súplica y en silencio se apartó dejándola entrar. Los perros se fueron detrás de ella al baño y Leo preparó dos cafés mientras veía las tres colas que casi nunca se movían por él.

Cuando la cafetera sirvió la segunda taza, regresó al sofá grande de la sala para esperar a que su autoinvitada siempre no deseada saliera y le diera alguna explicación. Vio la puerta del baño entreabierta, se inclinó un poco para evaluar si la vista y el ángulo alcanzaban para ver algo y... sí, la vio salir de la bañera con la toalla cubriéndole la espalda. Se volvió a sentar en la otra esquina del sofá pensando que estaba loco. Primeros sus perros actuaban extraño y ahora él. Tanto tiempo en entrenamiento y en guerra habían destrozado más su interacción con la sociedad que la soledad que siempre lo acompañó.

Volvió a inclinarse hacia el ángulo del baño y la vio de espalda frente al espejo ahumado por el agua caliente. Soltó su cabello. Era en verdad negro y más corto de lo que se notaba. Pasó su mano por el espejo para limpiarlo. Y en ese reflejo la vio acariciar dos grandes cicatrices.

Se quedó congelado aguantando la respiración tratando de entender cómo alguien tan joven y aparentemente sana podía no tener su cuerpo completo. En ese mismo segundo recordó las cicatrices de su pierna y cómo poco a poco la fue perdiendo hasta ganarse el apodo de 'Ironman' cuando le instalaron la de acero. Recordó despertar en la cama de un hospital cutre con gente agonizando a ambos lados. Recordó las veces que se ha despertado con dolor en una pierna que ya no existe.

Susana salió del baño con su mochila al hombro. Caminó hacia la puerta y cuando dijo "gracias", sacó a Leo de su s recuerdos y  la detuvo:

_Preparé café

_¿En serio?, pensé que no era bienvenida aquí

_No lo eres. Pero es importado y se enfría... -Le acercó la taza a la orilla de la mesa

Ella la tomó y se sentó en la esquina donde minutos antes había sido espiada.

Leo la observó de reojo tratando de ver cómo su ropa tenía la curva normal de sus senos y se preguntaba si esas prótesis funcionaban similar a su pierna...

_¿Puedo preguntar qué te pasó en la guerra? -Dijo ella

_¿Cómo sabes que...?

_Tus placas de metal cuelgan de tu cuello, y...también...tu....

_Pierna. -Leo la miró fijamente y sintió una profunda confianza con su desconocida nunca bienvenida.

Pasaron toda la mañana hablando de Irak, las Torres Gemelas, política internacional, los estudios de relaciones internacionales de Susana, su amor por el mar, su cáncer y doble mastectomía a los 28 años, la emboscada del escuadrón de Leo, la metralleta que vaciaron en su pierna, sus perros con sus propias cicatrices. Todos en esa sala tenían más de una herida física y varias emocionales que les costaba compartir con alguien más porque no soportaban la lástima ni los beneficios de discapacitados que la sociedad brinda para sentirse menos culpable.

Cocinaron el almuerzo entre las historias de sus respectivos padres. De cómo los de Leo lo convencieron de unirse al ejército siendo él un vegetariano pacifista y cómo los de Susana quisieron tomar decisiones por ella pensando que le ayudaban con su enfermedad pero en realidad la enfermaban más asfixiándola.

Las historias de la tarde surgieron caminando los cinco hacia el mercado de frutas frente al parque. Dejando que Coal, Sergeant y Whiskey disfrutaran el césped, la tierra y los charcos, que asustaran a los patos y se dejaran acariciar por los niños que los sobornaban con pan y dulces para acercarse.

El atardecer lo vieron a la orilla del lago de los patos. Vieron a todas las familiar regresar a sus casas, las aves esconderse para dormir y ellos continuar con sus aventuras de adolescentes y niños, mucho antes que sus pesadillas se hicieran realidad.

Leo no sabía cómo acercarla a él para besarla. Le daba miedo ponerle la mano en la espalda, en los hombros, no estaba seguro de dónde tocar. Había entendido porqué esa chica buscaba esconderse cada tanto de la multitud y necesitaba una ducha privada, un espacio solo para ella y su cuerpo en recuperación. Y él sabía exactamente cómo era eso.

Apenas estaba procesando lo que sentía al soltarle a ella cada una de sus historia; pero cada recuerdo que intercambiaban los hacía más ligeros. Cada palabra pronunciada era un alivio.

De regreso en la cabaña, Leo servía los tres platos a sus canes hambrientos que esperaban sentados en fila a la orilla del lavaplatos. Cuando sirvió el último y se apoyó sobre la mesa de la cocina para descansar su pierna, sintió las manos de Susana en su espalda. Eso lo paralizó aún más que verla a ella en la mañana en su baño frente al espejo. Cuidó de no mover sus manos. Ella se colocó frente a él, se inclinó tomándole la cara y lo besó.  Lo suficiente para cicatrizar.



20150608

Marabunta

Relato inspirado en Danzón de Control Machete y Café Tacuba



Todos moviéndose, corriendo en las calles sucias,
sudando, gritando, jadeando,
gente que ríe, respira, corre como
ganado, con sangre que fluye, mugrientos, sedientos
no piensan en lo que viene, molestan
como las hormigas,
que pican, que irritan, como la arena, todos
idiotas, viviendo vacíos, obedeciendo a tantos
impulsos que los queman desde los pies hasta la cabeza
vacía que habla de tonterías huecas, sin nada que
ofrecer, siguen moviéndose entre la basura, apestan
e irritan, siempre adelante, siempre estorbando
siempre con ruido, con desperdicios entre la
tierra pegada a los pies, agua de mar pegajosa
que entra por la nariz, solo ven y sienten lo que hay afuera
de sus ojos no miran lo que hay adentro, ignoran
el mundo dentro de ellos, son ciegos y sordos
porque nada más interesa, viven o existen
sin más meta que
llegar hasta el otro día
de horas vacías, llenas de tonterías
huecas, sin nada que
crear ni proyectar, solo con pasar y respirar,
haciendo lo más sencillo porque qué espanto pensar,
trabajar, esforzarse,
es mejor solo esperar y extender
la mano por el trabajo de los demás menos
el propio porque el que vive sudando por bailar
es el único que ha vivido de verdad,
nada vale si no se ha ganado sin explotar al otro,
menos a uno porque para qué si hay
otro que lo hará,
solo basta pasar y vagar,
respirar, sentir y no planear
nada para el futuro
porque siempre habrá
otro que lo hará,
parásitos útiles, inútiles, cualquiera menos ellos
que como cucarachas se meten
en las rendijas de cualquier espacio entre
lo que sirve y sí rinde para aprovecharse del otro
que grita y lamenta lo perdido por la ola de
insectos que viven a costa de otros que
irritan, siempre adelante, siempre estorbando,
con la porquería que surge de su estampida
barriendo con todo porque en ningún lado caben
y se entierran en las rendijas que por algo
han quedado vacías y nadie las busca
esperando que que queden limpias y claras
porque nunca pasará,
nadie lo hará,
viven
haciendo lo más sencillo porque qué espanto pensar,
es mejor solo esperar y extender
la mano por el trabajo de los demás
menos el propio porque el que no ha vivido
a costa de los demás
no ha vivido de verdad.

20150603

Control Machete ft. Café Tacvba - 'Danzón'

Por: Ivonne Veciana

Admiro mucho la movida mexicana de esta época. Y estas dos bandas fueron 'picahielos' con ir rompiendo géneros y gustos. Particularmente 'Danzón' mezcla la base del género cubano con el hip hop y aunque Control Machete y los Tacubos ya nos tenían acostumbrados a revolver ritmos, la cadencia y el olor a Cuba de esta canción, me encantaron.

Lo fuerte de la voz de Fermín IV es la antítesis de la aguda voz de Rubén, una letra entre inspiradora de vida y rebeldía social, todo me recuerda a mi adolescencia tratando de encontrar ritmos que también fueran guía ante mi propia mezcla de ideas, decisiones y realidades que no tuvieron sentido hasta muchos años después. Estas bandas y sus letras a muchos nos sirvieron de aliciente para las propias confusiones.

Y es sexy... muy sexy...


"...nunca indiferente 
no acabó el danzón y sigue igual que siempre 
 continua el corazón, ritmos unidos sobre ilusión 
Noche a noche se escucha la voz 
los de tambores acordes y son 
mandar obedeciendo es el danzón..."

20150602

Telaraña


Relato inspirado en I don't think you anymore, but I don't think about you any less de Hungry Ghosts.

Enciende unas candelas y la música duele en alguna parte. Abre otra botella de vino. Su mirada se desliza en las sombras, con las sombras que van y vienen con la luz. Nada queda de esa sonrisa que solía lucir cuando en los días de diciembre nos conocimos y corríamos por la vida como si se fuera a terminar de pronto. Algo tiene la noche, la madrugada que ya no es una promesa como cuando teníamos veinte años, si no una amenaza.

"Así como sos", dice. "Así como sos", y lo repite. 

Así como soy le da la oportunidad a todos de saber que pueden confiar en mí, que puedo entender todo, por más difícil que sea, por más fuerte que sea verlo entramando su alma de una manera inesperada, desolada, desconsolada. 

"No entiendo en lo que te has convertido, pero no importa". Le digo.

No quiere decir que no esté allí sentada, sintiendo cómo algo se desliza entre nosotros, como una araña pequeña bordando hilos invisibles. Sintiendo cómo de una manera sincronizada la araña le va envolviendo el cuerpo en líneas. Líneas que antes no existían. 

"No hay lugar más solo que saber lo que los demás no saben." Dice, casi envuelto en el blanco de la araña.

Eso es lo que tengo. Lo que me da. Lo que no podía imaginar antes del vino y las velas y sus palabras sonando allí, vuelto un ovillo. Eso es lo que me ha dado. Lo que me queda. "Lo que los demás no saben".

Necesito huir y lo hago.

Abro la puerta. La cierro detrás con todas mis ganas.

Allá atrás queda el amigo que fue.

"I Don’t Think About You Anymore” - Hungry Ghosts.



          “Está bien. Las dejaré salir pero nada encontrarán, solo el vacío.”


          Con paciencia y diligencia abrió las 8 ventanas de cristal teñido de todos los colores por imaginar, elaborado por todos los artesanos de todos los mundos que habían existido y habrían de existir.

          Una por una salieron flotando en una especie de bruma incolora. Como fantasmas se desplazaron las ochenta y cuatro mil Penumbras a través de la vastedad del espacio para encontrar exactamente nada. Ni un sonido, ni un suspiro, ni una emoción para alimentarse y fabricar fantasías o ficción. Eleonor tenía razón: nada había para ellas allá afuera. Nada, solamente un espacio infinito sin tiempos ni dimensión.

          Por ocho mil trescientos cincuenta y seis milenios vagaron en necedad buscando esquinas, buscando rincones, buscando corazones dónde habitar pero fue todo vanidad. En el espacio ya no se encerraba, ni se emitían sombras ya. El mundo, de Penumbras, no necesitaba más.


--
NGB.DA20150602


Pasos perdidos


Relato inspirado en I don´t think about you anymore but i don´t think about you any less de Hungry Ghosts.

Al amor que me espera cada noche.



La sombra bañaba el piso mientras él sigilosamente los acariciaba con cada paso dado. Siempre se preguntaba por qué tanta soledad, por qué tanto silencio, no entendía... ella llegaba a penas unas horas por las noches, ¿era un fantasma? ¿era un recuerdo? ¿era una alucinación?

La espera cada hora del día, siempre veía el paso de la luz por las ventanas, desde la mañana, cuando ella desaparecía al filo de las 7 a.m. hasta su regreso. A veces regresaba temprano, a las 7 p.m., pero habían épocas en las que su ausencia era más larga y aparecía hasta en la madrugada.

Todo era parco, a pesar de la luz cuando ella no estaba, pero cuando aparecía con el manto oscuro de la noche su vida se iluminaba. Había alguien a quien acariciar, a quien mirar con amor, recorría la casa buscándola, guiado por el sonido de su voz... lo llamaba y él hipnotizado acudía a verla.

Sus pasos perdidos, su mirada llena de amor era el mejor regalo para la mujer. Cada noche ella regresaba del trabajo, cansada, pensando muchas cosas y él la esperaba, ella se quedaba dormida acariciando su bello pelaje. Amaba ser gato.


La última gota



Relato inspirado en
I don't think about you anymore but I don't think about you any less de Hungry Ghosts




Eran las seis de la mañana y ya había desayunado un huevo tibio, una tostada con sardinas y tomado un vaso de leche. Preparó la taza y la apartó, dejándola junto a la ventana. Se levantó, lavó los platos y fue a regar los geranios. El jardín se marchitaba lentamente, cocinándose en su propia sopa de vapores hediondos. Lamentó tener que dejar morirse a los helechos y de dejar que las rosas aguantaran sed, pero eso iba a tener que dejar paso a otras cosas más importantes. Miró de nuevo esa selva que tenía encerrada entre barrotes de hierro y suspiró por todas esas plantas ahogadas buscando algo de frescura. Hacía calor, pero era ese vapor espeso y pegajoso del verano, no un simple subidón de temperatura. De todas formas, donde él vivía siempre había niebla y lluvia, algo de calor era un buen cambio.


Seis y treinta. Cerró la puerta del jardín, revisó que no quedara nada sucio en la mesa y se adelantó a darse un baño. Revolvió el jabón, tomó la esponja y se propuso quedar muy limpio. "Ojalá el jabón también me limpiara por dentro", se dijo. Salió de la tina y dejó un sendero líquido en el piso. Apenas terminó de vestirse, tomó una toalla y con cuidado secó el piso, hasta el último azulejo. "Alguien puede caerse aquí, pero... ¿Quién?", pensó. Satisfecho, terminó de arreglarse. Tomó el perfume y usó unas gotas en su cuello, detrás de la oreja y cerca de la solapa. Con la mayor suavidad posible, acomodó su pelo y lo dejó justo como quería. Se arregló la corbata, confirmó que tenía un pañuelo en la bolsa derecha, revisó el pliegue de cada pierna de su pantalón y vio sus pies con cuidado. No quería ponerse algún par de calcetines con hoyos. Lustró bien sus zapatos hasta dejarlos relucientes. Se los puso y se miró en el espejo. Estaba listo para el día.



Ocho y cuarenta. Había pasado leyendo un buen rato el libro de la semana anterior, sentado en la terraza. En esa misma terraza había recibido sorpresas, alegrías y malas noticias. La misma terraza de siempre, mustia y gris. Tomó un trapo y comenzó a limpiar las tablas de la entrada, viendo a la gente pasar. Lo miraban extrañados de verlo limpiar su casa, se olvidaban de su soledad y él suponía que no habría problema en que pensaran algo distinto a la realidad. Barrió el suelo polvoso y por último enderezó una canasta colgante que estaba torcida desde hace ya algunos días. Ya no quiso pensar en cuánto había vivido en ese lugar, así que tomó una bolsa y se fue a la calle de los vendedores.



Once y veinte. Probó dulces, saludó al panadero, encargó una flauta de pan por la que no volvió, compró un par de ciruelas y se sentó en el parque después de haber caminado mucho. Había un niño jugando con barcos de papel en una fuente, un perro saltando, niñeras con vestidos largos, abuelas cosiendo sentadas y quejándose de sus males, un vendedor de globos. Todo demasiado feliz, demasiado brillante. La luz del sol en todo su esplendor comenzaba a ahogarlo, a dejarlo aturtido, a sofocarlo. Ya se acercaba el mediodía y el calor estaba mucho más fuerte en el parque que en su casa. Por más que lo intentó, la imagen de su cara se dibujaba en su mente una y otra vez. Eran los árboles, las flores. todo. Eran las risas, los amantes en las bancas de madera vieja, los susurros. Primero fue el movimiento de las hojas, como el de su pelo castaño. Luego, alguien fumando un cigarrillo y tarareando... justo como ella lo hacía cuando lavaba los platos. Los sonidos también tenían la culpa: en las piedras redondas y lisas de la acera, sonaban zapatos como cuando salía ella a recibirlo. Comenzó a caminar de vuelta a casa.



Doce y cincuenta y tres. Sentado, comiendo sus ciruelas después del almuerzo, volvió a pensar en ella. Habían pasado tres años, cuatro meses, veintisiete días y catorce horas desde que se había ido. Había vivido en paz durante todo ese tiempo, sumido en su rutina, limpiando la casa, cocinando su comida y saliendo a la calle, leyendo sus libros. Los días le habían parecido siempre lánguidos y aburridos pero los llenaba con algo que hacer para mantenerse despierto y ocupado. Pero los últimos días no habían sido así, algo había pasado aquella última noche del Jueves, cuando soñó con ella. Soñó que le hablaba, que aclaraban todo el misterio de su partida y que veía sus ojos claros mirándolo, haciéndolo sentir tan desnudo como cuando nació, obligándolo a confesar todos sus miedos, sus vacíos y todo aquello que le hacía rumiar su recuerdo todos los días. Hablaron y hablaron. Cuando despertó, ya no quiso seguir con su rutina. Ya la cumplía por el hábito de lo cotidiano nada más, quería seguir viendo esos ojos. Fue entonces que, a media ciruela, volteó a ver la taza tentadora que había dejado lista tan temprano. Pensó en los borrachos y sus excusas para beberse sus angustias. Sonrió.



"Sí, talvez tenga que beber para olvidar". Y acarició la porcelana curva de su taza favorita.