Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20151030

De agua y arena


inspirado en Henry Lee de Nick Cave / PJ Harvey




El viento peinaba su pelo,
su pelo perfumado y revuelto.
El mar rugía a lo lejos y opacaba mi voz
que intentaba decirle absurdas palabras de amor.


Mis ojos lloraban de pena,
mi pecho estallaba.
Tanto fantasma de sueños sin acabar,
fantasías sin lograr,
rostros sin conocer,
canciones sin cantar,
palabras sin poder salir.


Salían por mis ojos
traicionando mi imagen, mi postura
de guardián impasible, de roca invencible.


Me volvía de arena,
derrumbándome grano a grano.


Seguía diciéndole frases absurdas,
lanzando promesas ilusas,
rogando por un beso de sus labios quemantes,
suplicando por una mirada,
algo de su encanto.


Todo se estrellaba contra su sonrisa de mármol.
Era hermosa en su simpleza, rebosante de paz.
En vano intentaba hacerla reaccionar.


Pasaban las horas y mi voz subía de tono,
rugía más que el mar, más que el viento.
Fue entonces que ví... ví el terror en sus ojos.
Intenté suplicarle, apagar ese miedo.


No entendía ella mi amor,
no entendía el tormento
de saberme solo por siempre
sin el calor de sus huesos,
sin su hermosura simple
y su pelo revuelto.


No entendí yo su horror, ni su miedo,
ni el sudor frío ni su temblor
cuando mis palabras absurdas
comenzaron a rugir más fuerte que el viento.


Huyó de mi,
despreció mis lamentos,
prefirió el abrazo de agua y sal
que gemía bajo sus pies en un abismo abierto.




Inspirado también en Annabel Lee de Edgar Allan Poe

20151028

Piénsalo bien

Por Ivonne Veciana
Texto inspirado en The Bad seeds de Nick Cave & PJ harvey

---*---

Piensa bien antes de querernos,
toma distancia de los cuerpos y piensa.
Aléjate de las ganas y la almohada,
escápate de las ideas e ideales y míranos bien.

Yo no peso palabras,
no mido significados ni pienso en simbolismos.
No abrazo a escondidas ni callo lo que quiero.

No disimulo miradas,
no me guardo lo que siento,
nunca negaré tu nombre,
no me esconderé para llorarte,
no pido permiso para verte,
no informo de intenciones ni me disculpo por los ímpetus.

No me conformo,
no sé esperar,
desayuno tarde,
ceno arte,
 y soy mala para olvidar.

Piensa bien si te ahoga lo incondicional.
Avisa con tiempo si el baile te asusta,
o las brisas y brujas nos las sabes llevar.

Piénsatelo bien si no estás dispuesto a volar,
o te molestan los sueños ajenos,
porque no pregunto antes de atreverme,
porque no mentiré para tu comodidad.

No serás mi héroe ni salvador,
no evito lo cursi ni lo imposible,
no necesito un proveedor,
no medito las locuras ni me adapto a la costumbre,
y ciertamente, no respondo bien a horarios ni autoridad.

Mis manos indiscretas siempre lo serán.
Mi lengua húmeda siempre te buscará.
Nunca veo a los flancos para saber quién mira,
y pierde importancia el cuerpo cuando encuentro tu mirar.

Piensa bien antes de querernos porque no hay regreso cuando logremos estar.

20151027

“Henry Lee” —Nick Cave & PJ Harvey


(fragmento de "Henry Lee" - texto en proceso)

     “¿Cuál es tu nombre?”, preguntó.
     “No tengo, Señor”, dijo la muchacha encogiéndose de hombros.
     “¿Cómo que no tienes nombre?”
     “Nunca me ha hecho falta señor. Cuando me necesitan me dicen '¡Hey tú! Ven acá'. Otras veces me llaman con silbidos. Sólo la señora de la panadería ocasionalmente me llama ‘Anabel’”, dijo mientras sus mejillas pecosas se sonrojaban ligeramente.
     “Anabel”, repitió pensativo.
     “Es un bonito nombre cuando lo dicen otras personas pero no creo que sea un nombre digno para mí”.
     “¿Por qué dices eso?”
     “Pues verá, Anabel suena bastante real. Uno de esos nombres que pasea por salones y baila de la mano de elegantes caballeros. No es un nombre para andar cortando ramas y dejar las manos en el campo. No. Para nada. Muchos dicen que la señora Lizbeth, la panadera, enloqueció desde que mataron a su marido. Yo no creo que haya sido eso. Yo más bien creo que fue porque no tiene a quien llamar por su nombre. Por eso prefiero seguir viviendo sin nombre, para que nadie enloquezca por mi culpa”.
     “¡Qué cosas dices!”, dijo con una mezcla de furia y ternura. “Nadie se vuelve loco por no tener nombres que mencionar. La verdadera locura es andar por ahí sin un nombre que mencionar ni recordar. Así que si alguien ha de llamarte Anabel, ese seré yo. No se hable más.”



     A la mañana siguiente, la recién bautizada Anabel despertó antes que los gallos. Salió a la oscuridad donde una luna curiosa espiaba sobre los tejados y el jardín. No sintió frío pues un fuego se encendía en su interior. ¿Sería la emoción de tener un nombre, de tener a alguien que se preocupara por ella? Nunca nadie se había fijado en ella, por eso no tenía ningún nombre que le fuera propio. Más bien se veía a sí misma como una herramienta para todas esas tareas que nadie quería hacer, todas esas actividades que los demás tachaban de impropias y desagradables. Había dejado de preocuparle desde hace mucho tiempo el no tener un nombre. Contrario a lo que cualquiera pudiera pensar, era fácil vivir sin nombre. Nadie sabía realmente nada de ella y nadie se preocupaba por ella. No tenía que rendirle explicaciones a nadie y era libre para ir y venir como le pareciera. Entonces lo supo. No era fuego lo que en su interior se había despertado. Era la preocupación de tener que responderle a alguien por las cosas que siempre había hecho pero que al no tener nombre no tenía que explicárselas a nadie. Lo pensó por un momento y se dio cuenta que era peligroso tener un nombre. Uno que todos pudieran pronunciar. Uno que todos pudieran recordar.
     Un amanecer naranja se vislumbraba en el horizonte. La puerta de la habitación principal se abrió. Trató de esconderse detrás de los arbustos pero fue demasiado tarde.
     “Buen día Anabel”, sonrió el indeseado visitante.
     Como un animal asustado, presa de un depredador, la muchacha retrocedió sin éxito. No había lugar dónde escapar.
     “Buenos días”, susurró.
     Una gallina pasaba por su lado. La recogió con sus brazos y desviando la mirada avanzó hacia el gallinero, escapando de la vista de tan atroz cazador. Henry Lee sonrió para sí mismo. Una ternura profunda se apoderó de su interior.
     En la cocina, el día comenzaba a calentar no sólo la estufa sino que la vida de la casa. Las criadas iban y venían cargando cubetas de leche, agua y mantequilla. Se preparaban para un gran día.
     Luego de un tibio baño, Henry Lee revisó con extremo detalle sus prendas habituales que Josefina, la mucama, había lavado el día anterior. No había ningún rastro de sangre. Se preguntó si la joven campesina sabría distinguir la sangre del lodo, pero al recordar la amabilidad de sus anfitriones, supo que ni siquiera podían distinguir la mantequilla de la manteca.
     Se vistió sin prisas. Por primera vez desde que dejó Villa Cavilha se permitió arreglarse sin la incertidumbre de la persecución. Se peinó los cabellos, se afeitó la barba al ras y se perfumó con el agua de maderas que le había dejado la mucama la noche anterior.
     Deambuló por las instancias de la habitación dubitativo de acercarse a la jovencita que horas antes le había esquivado. Se preguntaba si realmente tendría la intención de acercarse más, de ser responsable de ese nombre que tan despreocupadamente le había otorgado la tarde anterior. Recordó la mirada de la chica y comprendió que ese silencio no era timidez campesina como había pensado al principio, sino que miedo.  Supo que no era un juego. Que un nombre no era solamente una manifestación de simpatía, ni un apelativo para identificar a alguien más. Era una responsabilidad.
     Entendió entonces que más que un nombre, había creado la idea de una vida. La ilusión de una personalidad que no solo afectaría a la vida de una simple muchacha campesina, sino que el rumbo de todo un pueblo. 



—DA20151027/1230

20151021

De Nick Cave y dramas junto a PJ Harvey


Disfrazada en una canción de cuna, PJ Harvey y Nick Cave mezclan la gravedad, la pasión, el drama y las emociones restringidas en una historia de amor imposible, mientras dulces caricias nos despiden en un suave baile de vals.

Nick Cave es de mis grandes amores platónicos y descubrir esta pieza junto a PJ Harvey —y leer que además fueron de esas parejas explosivamente creativas en los 90s—, enciende aún más mi deseo y admiración por ambos artistas y sus propuestas creativas.

En mi imaginario, Henry Lee se presenta en una escena Shakesperiana, de campos verdes y tierras lejanas donde amores negados mueren trágicamente para nunca ser encontrados; donde la niebla y los días grises de lluvias, como los que este octubre trae, dibujan el paisaje habitual. Me pregunto qué otras imagenes puede evocar esta melodía. 


—Delmy Alvarenga

20151018

Not so blue

Relato inspirado en Azul Oscuro, de Zurdok.

Por: Mariana Belloso






Mandy sale corriendo del auditorio. La clase se atrasó y debe apurarse para llegar al trabajo. Mandy es periodista y trabaja en la redacción web del periódico más prestigioso de la ciudad.

Corre por los jardines, la mochila en un brazo y varios papeles en el otro. La melena obscura y abundante se mueve a uno y otro lado. Viste botas cafés, falda azul y suéter celeste. Mandy quiere ser una chica formal.

Al entrar a la redacción saluda con prisa, sube las gradas y llega a la sala asignada para el área web. Lo primero que encuentra es la isla del IT Crew. Los chicos de soporte son sólo dos, pero se encargan de todo, desde el diseño y mantenimiento del sitio, hasta resolver los problemas con las computadoras y tabletas del equipo. Cada día, cuando Mandy llega, lo primero que ve es el espacio de trabajo del equipo de soporte. Cada día, al llegar, a la primera persona que ve es a Phillip.
Mandy se aparta la melena de la cara y saluda a Phillip con su mejor sonrisa. Él apenas levanta la cabeza para devolverle el saludo y continúa trabajando. Phillip es un poco mayor que Mandy. Se encarga de la programación y el back end en el sitio del periódico. Es serio y reservado, además de excéntricamente formal. Parece un escolar disfrazado de abuelo, cubierto de tweed.

A Mandy le gusta que lo primero que ve al llegar sea el rostro cuadrado de Phillip, su cabello negro, sus grandes ojos verdes tras las gafas de marco gris, y los tiernos labios enmarcados por una perenne barba com crecimiento de dos días. Le gusta mucho Phillip, quisiera ser diferente y animarse a invitarlo. Se conforma con quererlo de lejos.

Continúa hacia su escritorio cuando un brazo, fuerte como un tronco, la levanta por los aires. Se le cae la mochila, se le sueltan los papeles y ahoga un grito mientras Danny la carga hacia el módulo de al lado, donde está la recepción. Mandy ríe mientras Danny simula gruñidos y levanta a Kim con el otro brazo. Ambas protestan, se carcajean y tratan de soltarse. Las chicas son menudas pero Danny es fuerte y mide dos metros, parecen muñecas presas en brazos de un gigante.

Danny las suelta finalmente y se dobla de risa. Las chicas lo regañan y le reclaman su falta de seriedad, sin dejar de reír. El juego se ha vuelto un ritual matutino para los tres, siempre y cuando no haya jefes a la vista.

Phillip los observa, pero luego se hunde más entre el teclado y el monitor. Danny se sienta a su lado, aún riendo. Es el otro IT guy del sitio web, el especialista en diseño y front end. Rubio y alto, siempre con jeans gastados y camisetas, parece más un surfista californiano.

Mandy recoge sus cosas y va a su escritorio, mientras le dice a Kim que debe ponerse al día con sus clases. Ha faltado mucho y los profesores han preguntado por ella. Kim asiente con una sonrisa mientras recoge en un moño sus rizos rojos. No se toma muy en serio los estudios desde que trabaja allí. Mandy y Kim son compañeras en la universidad y aplicaron al mismo tiempo a plazas de reporteo en el periódico. Mandy logró un puesto como redactora web, pero a Kim la colocaron como recepcionista. Asistente operativa, dice su ID, pero la decepción es la misma.

Ordena su escritorio y mira a Danny, que corta pedacitos de papel para luego hacerlos bolitas y tirárselos a Mandy. Ríe y su rostro enrojece. Kim suspira. Ha pensado mucho en renunciar, en buscar un trabajo en una redacción y demostrarles a todos que puede ser una excelente periodista. Kim aprecia y admira a Mandy, pero desea mucho estar a su nivel y en esa oficina lo ve difícil. Quiere irse. Quiere irse pero la detiene Danny, el niño grande que provoca sus sonrisas a diario. Ve sus ojos azules y piensa en cómo le gustaría ser más interesante, para que se fijara en ella. Quisiera ser diferente e invitarlo a salir. Baja la vista y vuelve a suspirar. Se conforma con quererlo de lejos.

Danny se levanta y les recuerda que el domingo es el cumpleaños de Phillip, y les propone ir por unos tragos esa noche al salir de la oficina. Es viernes, y aquella ciudad gris olvida su opacidad los viernes en la noche, y se tapiza de fiesta.

Mandy se ha quedado callada esperando la reacción de Phillip ha levantado la vista y se ha quedado congelado, como un niño al que han sorprendido tratando de escapar de la escuela. Es Kim la que pone fin al momento incómodo. ¡Qué buena idea! Hace mucho que no salimos los cuatro juntos, les dice, con una sonrisa amplia y despreocupada.

Danny la ve y le palpita fuerte el corazón. Le fascina esa pelirroja alegre, le cautiva su forma relajada de ver la vida, su facilidad para la risa, la ternura de su mirada. Esta puede ser la noche, se dice, sólo para contestarse con amargura, claro, siempre dices que este será el día, trozo de cobarde bueno para nada, y al final es lo mismo, tú jugando al payaso, a hacerla reír. Danny quisiera ser más decidido, tener suficiente valor para tomarla en sus brazos con suavidad, pero con firmeza, robarle un beso y decirle que le encanta, que ya no quiere pensar en vivir sin su risa. Nunca ha llegado siquiera a intentarlo. La única forma en la que logra acercársele es con chistes y bromas, y se siente mucho mas cómodo cuando Mandy es parte de la charada. Se conforma con hacer reír a Kim. Se ha resignado a quererla de lejos.

Phillip ve a Danny y le dice que no había pensado salir esa noche. Mandy lo escucha y se le encoge el corazón. Danny se voltea y le da un manotazo, vamos, hombre, es tu cumpleaños, qué más regalo que la compañía de estas tres bellezas. Todos ríen, hasta Phillip. La cita ha sido acordada.

*****

Es la 1 a.m. y la tibia noche, las risas y el alcohol han hecho que vuele el tiempo. Están en el Heaven's Pub y han conseguido una de las mejores mesas, justo al lado del muelle, con vista a la bahía.

La luna se asoma a ratos entre el entramado de nubes que permite prever que aquel inesperado clima cálido es antesala de lluvia.

Pero mientras tanto, la neblina que comienza a asomar por el muelle es apenas la materialización de la magia de aquella noche. Se han divertido más de lo que esperaban. Hasta Phillip ha hecho chistes, se ha quitado la chaqueta de tweed y se ha arremangado la camisa para acompañar sus bromas con mímica. Mandy está fascinada, lo ve y cree soñar. De pronto la despierta, bajo la mesa, el roce de una mano sobre la suya. Se sobresalta y la aparta. Phillip la mira fijamente y vuelve a intentar tomarle la mano, ella vuelve a apartarla y lo ve con un gesto de espanto. Se excusa y se levanta de la mesa. Kim y Danny ni siquiera la ven, están absortos en su propio idilio platónico, en el imaginario heroico del supuesto amor no correspondido.

Phillip se levanta tras Mandy, la sigue, la toma del brazo y la ve con un gesto suplicante. Te quiero, le dice, y trata de besarla. Mandy se aparta sin saber por qué, tiene un millón de lágrimas atoradas en la garganta y no entiende de dónde ni por qué han salido.

Phillip también está al borde del llanto. Te quiero, le repite. Te quiero, y no sé cómo hacer esto. Yo tampoco, le contesta ella, con la voz quebrada: ya me había resignado a quererte de lejos.

El extraño caso de aquella mujer azul

(Relato inspirado en Am I Blue?, aquí en la versión de Ray Charles, pero fue inspirada en la de Linda Ronstadt, que no la encontré en YouTube, tal y cual me gusta)



Que si podía tocarle una vez más la piel tan suave y pasarle los dedos despacio por los hombros mientras sentía los más mínimos bellos emocionarse y expandirse, le decía, acariciando despacio su espalda. El permiso era más una formalidad. Igual, no le habría importado que le dijera que no. Y se quedaban horas así. Ella, mirando el vacío en la mirada de él. Él, pasando sus manos por horas por el cuerpo desnudo de ella.

Se habían conocido tres meses atrás en la esquina más oscura de una fiesta a la que ninguno de los dos entendía por qué había sido invitado. Él, ciego de nacimiento. Ella, azul de pies a cabeza.Y sí, habían andado por la vida todos esos años. Ella, sin nadie que pudiera entender su condición. Él, sin saber que en el mundo pudiera existir alguien con la piel tan suave.

********

Lo de su color azul pasó hasta los 4 años, antes de eso fue una niña normal, con trenzas de puntas doradas y una gran facilidad para bailar y entretener a los familiares de los padres en las reuniones navideñas. Pero fue alrededor de los 5 o 6 que una de las puntas doradas apareció azul un día, una mañana cualquiera. Ella, la mamá, el papá y la abuela; pensaron que se había ido en algún bote de tinta o algo así. Lavaron el pelo por horas. Claro, sin resultados. A los diez años tenía el pelo completamente azul. La madre, para evitar las preguntas y burlas de los niños, se lo dejó corto, como de varón, y se lo pintaba una vez al mes. Pero a los 15 ya era imposible: la piel también había tomado un matiz azul. No volvió a salir de su casa por muchos años. El bachillerato lo terminó con un profesor particular que fue advertido de la situación y al cual se le pidió total discreción, ya había sucedido también que habían sido asediados por revistas y periódicos, querían la noticia de la niña Azulina. Por años también visitó médicos y especialistas en pigmentación, pero ninguno pudo darle la razón de tan extraño padecimiento. Así que a los 20 años, aceptando su vida y apariencia tal cual era, decidió volver a la vida, a la universidad, a tratar de ser como todos, aunque, claro, nunca lo logró. No pudo ser como todos, y todos no pudieron entender. Entenderla. Una mujer azul de pies a cabeza.

********


Hasta que él, ciego de los prejuicios y abarrotado de sensaciones en las manos, conoció la felicidad de una piel azul. Y se pasaron años encerrados. Ella, dejándose acariciar como nunca en la vida. Él, dejándose arrullar por todas las palabras que nunca eran suficientes. La lluvia a veces lloraba afuera, lloraba sin sonido y sin color y sin oscuridad. En su desnudez, ella podía admirar por fin todo el azul de su vida y hundirse en el vacío de aquellos ojos que nunca la podrían ver tal como era. Y cerraba los ojos también, y entonces las diferencias desaparecían para siempre. 

Blue - Joni Mitchell

Blue 

// That's why I became a confessional poet. I thought, "You better know who you're applauding up here." It was a compulsion to be honest with my audience. //

And I'm sorry for whichever man would meet my sorry state, watch this steady lonesome gate and be aware... y se quebraba su voz, recurrentemente ronca por el desvelo y los cigarros. Además que no solía hacer eso de agarrar la guitarra y tocar en público, pero esa noche se lo habían pedido. Dale, Andrea, tocá esa canción. Juan Camilo no tenía ni puta idea de quién era Andrea. Tenía años y años de ver a su círculo de amigos pero jamás hubiese podido decir "Ah, sí, la Andrea, yo la conozco..." Y ella reía de sí misma, pues aparentemente se estaba inventando la letra de la canción New Romantic, y fingiendo tener todo bajo control. Días pasaron, no sé cuántos días fueron exactamente, pero cuando él se acercó al balcón del segundo piso de la casa de sus papás, él vio de nuevo esa imagen de Andrea y su piel bronecada, con una voz talentosa y viciosa... ¡Chás! Aparecía ese rostros ordenado por el pelo desordenado, y unos versos bien sentidos y unas ganas de acercarse a conocer qué tantas pecas tiene. Qué mujer, Dios mío. Quizás habían estado antes en alguna reunión, alguna fiesta, alguna oportunidad de hacer cabuda para comprar más alcohol y terminar con Tic Tack sin admitirlo el día siguiente... Pero hoy, ese día, hace unos días, se había fijado en ella y al rededor de esta figura flotaba algo que había estado apagado, ¿quizás? No sabía qué pensar, y tosía.

Mientras Juan Camilo tosía, Andrea se hacía muchas preguntas. ¿Qué habrá querido decir J.P. Toussaint con Faire l'amour? ¿qué querrán decir dos cuerpos cuando se encuentras, cuando se acostumbran, cuando se separan? I don't love you anymore, you don't let me in, I won't let you in. ¿Porqué duele tanto? ¿Cuánto tiempo va a aguantar empujarlo con los pies y abrazarlo con los brazos? ¿O estará abrazando los ideales? Esos que da por sentado, por que ha pasado mucho tiempo desde aquel acto consciente de plasmar sobre un pedestal un conjunto de ideas, factores inexsitentes, dictadores invisibles de una marea de emociones. No sabés qué va a pasar, no te me acerqués. No es primera vez que hablaba sola, pero estaba sola, al final. Abandonó la preguntadera y se puso a bailar con su guitarra, en el delirio posterior al consumo excesivo de soledad, en el que las paredes desaparecen y se libran las manos de ataduras imaginarias. ¿Quién, yo? Yo no sé de qué estás hablando, y las llamadas seguían entrando irregularmente pero demasiado regular para alguien que sabe que Andrea, la nueva Andrea, no estaba disponible. Ojalá se le pase la adicción a terminarse sus frases y al placer del cariño y el perdón.


***

El le preguntó ¿Andrea? cuando creyó reconocera saliendo de la librería y ella le dijo Camilo, verdad, y él la corrigió, porque se llama Juan Camilo, si le dijo ella, es un nombre compuesto, no es un nombre con segundo nombre. Ella de hecho se llama Andrea Carolina, pero es un secreto que pocos saben. ¡Tan rápido y ya se cuentan secretos, mira! Ah, mira, de hecho si tenés tiempo, le dijo ella sin medir el impacto de sus palabras, podemos tomarnos un café acá, dicen que es muy bueno, y miticulosamente examinó los distintos tipos de café y pidió un molido específico y una palabra que él jamás había oído antes, "chemex". Él pidió un cappuccino y a los 10 minutos lo estaba endulzando con tres bolsitas de azúcar, mientras pensaba rápidamente en el sabor a café que prometían los labios resecos de Andrea, la amiga de alguien que se inventa las letras de canciones. Alguien muy suelto, en comparación a las demás de su edad. ¿Cuántos años tienen estso personajes? No lo sé, pero él es barbudo y a ella no le gusta, solo finge que sí; pero pasa que se anticipa a que si este señor la llegara a besar, la barba la molestaría, si no es que la lastimara. Hace tanto que no besaba a alguien que se dejó llevar por su imaginación pensando en que quizás no se nota, de todas formas. Sin embargo, justo cuando la conversación se tornó trivial pero apasionada con el debate de las producciones de Walt Disney, Juan Camilo atrapó el mensaje sutil de los ojos de ella, a lo cual él respondió que sí con su cuerpo, su pecho inclinado hacia delante con el pretexto de que las mesitas de café son muy bajas, hablando de lo que no existe, pensando lo que no se habla. Se muerde los labios y pregunta en voz alta que ¿por qué no nos conocimos antes? Podríamos ser vecinos pero cada uno había pasado desapercibido. Quizás es fatum, dijo ella, o quizás es el karma... Y en respuesta esto el cuerpo de él se enfrió porque ¿qué irá a pensar esta Andrea de su ateísmo?

Juan Camilo se llevó en el bolsillo esa sonrisa de ambos mostrando lo mejor de sí, de acuerdo con ideas que se deslizaban  pot la boca. Mientras saboreaba la promesa de acercársele más a Andrea, a los dedos que te dan ganas de vos también tocar guitarra  que... En eso se dio cuenta del posible sí Pero no. ¿Qué tal que esta sea la mujer que le rompa el corazón? Que esta vez haya un dolor del que No se repone, porque todos somos vulnerables a perder la Esperanza  y a cerrar puertas. ¿Qué tal que abrir sus piernas sobre sábanas frías borren lo que lo rodea, Lo que sucede, lo que él creía? Andrea, me tienes y aún no me tienes, ¿Qué me va a pasar cuando me tengás?

20151014

Azul como la felicidad






Relato inspirado en Mr. Blue Sky
de Electric Light Orchestra


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Hacía un día perfecto para caminar, era uno de esos días hermosos en los que la suerte brillaba y la acompañaba desde la salida de su casa. Brincaba por las lozas de la acera, le encantaba ir rebotando por las ramas de los árboles que se asomaban por el concreto, oler las flores que rebosaban de los arriates de las casas vecinas y dejarse despeinar por las hojas bajas de los sauces llorones. Venía cantando y sabía que en alguna parte la escuchaban y no importaba. No le importaba porque ya había volado en sus brazos alguna vez, porque la sensación de sentirse en el aire era liberadora. Tenía pocos compañeros de canto, pocas personas que entendieran lo mucho que la hacía feliz el poder cantar. Mientras divagaba en los versos de la próxima canción que cantaría, seguía por la acera hasta llegar al portón de hierro forjado que siempre la esperaba. Antes, pasó por la tienda por su María Luisa. Le gustaban con bastante azúcar colorada encima, era su tipo de pan dulce favorito y su placer culposo. Aunque lo pensó bien y pidió su canasta de leche habitual para poderla compartir, por si acaso. Su compañero de canto no entendía dónde podía caberle tanta azúcar. No le importaba. Siguió cantando y abrió el portón.


Ya dentro, recorrió el jardín con cuidado. Saludó al romero, le recitó un verso corto al mango, acarició a las albahacas y susurró una frase de aliento para el aguacate que se estaba marchitando. Tuvo la paciencia de regar todas las plantas mientras seguía cantando. Las notas la vestían de colores y le gustaba imaginar que llenaba de esos colores al jardín con su melodía. Cualquiera que la hubiera visto hubiera pensado que estaba loca, pero no le importaba. Tenía las manos ya llenas de tierra por el trabajo y soñaba con que era Blancanieves. La única diferencia era que ella no llevaba el vestido amarillo, el suyo hubiera sido azul, como ese cielo que la acompañaba siempre que iba a buscar a quien la oyera cantar siempre. Se reía de sus ideas. 


Terminó de cuidar de sus plantas y fue directo a su habitación a buscar el papel para las cartas. Ese que le habían mandado de Europa, el que olía a rosas, el que era ligero y podía usarse hasta para mandar correo aéreo. (¿Cuándo había sido la última vez que había ido a comprar estampillas o enviado una carta al otro lado del mundo? Habían pasado ya muchos años). Pensó en buscar la plumilla fina que guardaba para sus momentos de inspiración más dulces, la que usaba para practicar sus clases de caligrafía. Decía que si los reyes hubieran podido escribir, hubieran usado plumillas como esa. Solo le faltaba un sello de lacre con sus iniciales para sentir que iba a escribir la carta más hermosa del mundo. Respiró hondo y cerró los ojos, tarareando. Ya eran pasadas las cuatro, la hora en que se veía con su compañero de canto todos los días.


Justo cuando tomaba la plumilla entre sus manos, se acordó. No era tardanza de su parte, él nunca llegaba tarde. Ya no tendría compañero de canto nunca más. Le había dicho que lo mejor para ella era no estar con él. Se había despedido y ella había llorado. Había sido ayer. No entendía cómo había podido olvidar algo como eso. Había despertado esa mañana y el cielo azul la había engañado: no podía ser posible que el día estuviera tan hermoso a pesar de todo. Iba contra toda su lógica que ella fuera capaz de cantar sola. Fue entonces cuando sintió a las lágrimas anidar en sus ojos. Sintió un nudo en la garganta. Dejó la plumilla en la mesa, ya no fue a buscar la libreta de papel de arroz. Su mente le estaba jugando una mala pasada con esa amnesia temporal. Por eso sentía que nada le importaba. No estaba pensando en nada, realmente. Comprendió que el cielo seguía allí porque la vida continuaba y el planeta seguía girando, pero para ella nada sería igual. Fue la última vez que cantó.


El castillo

Relato inspirado en "Azul" de Natalia Lafourcade





Aquella caja había sido el regalo más hermoso que había recibido en toda su vida. Nunca de los jamáses de los nevers iba recibir algo mejor que aquella inmensa caja.

¿De qué era esa caja? ¿Qué traía desde china? ¿Acaso una refrigeradora, una cocina o una lavadora? La niña Martita pensó que aquella caja iba a solucionar sus problemas de desorden de juguetes que su vástaga dejaba por todos lados.

- Vas a recoger todos tus juguetes y van a vivir aquí - dijo mientras metía los primeros. La niña se sintió dichosa, ella también quería vivir en la caja de cartón. Nadie se imaginó que aquella pequeñez iba a determinar toda una vida.

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- Shhhh... Tito, no hagas bulla, los fantasmas no pueden atraparnos acá.
- ¿Segura? - preguntó Tito, no es que desconfiara de ella, desconfiaba de los fantasmas. 
- Mi mamí dice que nadie nos puede hacer daño, ella sabe.
- Tengo miedo, Karla.
- Yo también tengo, pero ya vas a ver, nada nos va pasar si nos escondemos acá en el castillo - Tito la miraba y veía las fuertísimas estructuras del castillo imaginario, las antorchar inacabables que los alumbraba, se acurrucó para darle calor a su dueña.

Aquella niña abrazó a su ojo de peluche y se quedó dormida, soñó con los montes de Chalatenango, esos que veía cuando su papá la llevaba para ver a su abuela, eran enormes colinas tapizadas de florcitas blancas, minúsculas que le hacían cosquillas en las piernas, justo donde terminaban sus calcetitas blancas. Soñó con la abuela perdida, se había muerto, le habían dicho, pero para ella solo estaba en otro lugar. Posiblemente en aquel campo, comiendo mangos maduros, cortando flores para la mesa del corredor, cocinando quesadillas para su gigante papá, haciendo fresco de tamarindo para los que pasaban con los fusiles terciados, 

Soñó con la sonrisa del sol, la caricia del viento y el frío de la lluvia, corría por el monte junto a Tito y otros amigos imaginarios, ahí estaba Adolfo, el ardilla, también Adela, una osita amarilla, por supuesto, Adam, el mapache no se quedó en casa, todos llegaron de pronto frente a los muros impenetrables de una fortaleza, tocaron a la puerta y una hermosa mujer les abría la puerta, en sus manos traía una bandeja con tacitas llenas de leche poleada con canela molida coronando el preciado botín.

- La estábamos esperando, princesa - dijo la hermosa mujer - a usted y a sus señores amiguitos.

La niña, Tito y sus demás amiguitos imaginarios entraron al castillo como cuando mamá ha pasado el trapeador, de puntitas y con cuidado de no tocar el piso mojado, Tito iba agarrado de la niña por el ruedo de su short.

- Karla y si nos quedamos aquí toda la vida?
- ¿Para siempre? - preguntó la niña asustada.
- Si. - dijo el desfachatado oso.
- Pero no veríamos a mi papi y a mi mami...
- Pero mirá qué lindo es todo acá. Nadie nos molesta, nadie nos quita las crayolas en el kinder, ni nadie nos dice que somos raros y además, todo es azul!
- Yo sé que nos gusta todo lo azul, como las crayolas, las flores y el cielo, pero debemos regresar, solo tomémonos la leche poleada, lavamos la tacita y  nos regresamos.

Tito se puso un poco triste, para él, aquel lugar era maravilloso, pero la niña tenía razón, debían volver, se habían tardo ya y la niña Martita podía asustarse si no los veía. Karla supo que su amigo estaba triste.

- Siempre podemos regresar, Tito, acá va a ser nuestro refugio siempre, no estés triste, yo también quisiera quedarme, pero no podemos, tenemos que ir al kinder, también hay que darle pancitos a los pajaritos que llegan cada mañana a la ventana del cuarto, tenemos que terminar de aprendernos todos los colores, además, allá siempre vamos a estar juntos, te lo prometo.

Karla y Tito se despertaron, habían dormido en la caja, pero era hora de salir y echar ahí todos los juguetes. Ellos debían crecer un poquito.




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Nota de la autora: La felicidad en la primera infancia me llegó con una caja, era enorme, de cartón fuerte y resistente. Fue mi territorio liberado, mi dimensión desconocida, mi refugio antiaéreo, mi bastión contra los monstruos de la infancia, ahí convivimos Tito y yo; mi mítico oso de peluche y yo libramos batallas contra animales que nos atacaban para quitarnos la caja. Confirmo que, desde entonces, ser retraída era una cuestión de sobrevivencia, agradezco a la vida que llegara aquella caja para rescatarme de todos mis miedos infantiles. 

No se puede pedir más... una caja, música y un buen amigo como Tito. 








20151012

“Shade of Blue” —Black Rebel Motorcycle Club





Llueve sobre la ciudad. Llueve grande, mojado. Llueve helado. Llueve escurridizo, como el recuerdo que tu ausencia deslavó. ¿Puede el azul, desaparecerte junto al trueno? ¿Puede el azul azotar con su látigo de viento circular? ¿Puede ahogarse el pasado en olvidos, e inundar el presente para nunca encontrarnos en futuros fragmentados?

Desconozco los poderes que hacen que el azul insista en disfraces de sonoridad líquida, esa que toquetea las ventanas y hace las cortinas bailar. Esa que como emisario de guerra, tamborilea sobre el techo de la enemistad mientras los recuerdos se diluyen lentamente en el vicio de los ansiosos.  
¿Cuántos tonos de azul esconde el olvido? ¿Cuántas horas de ahogo colorean la piel de mortecino azul? ¿Cuántas vidas bajo el agua arruga la memoria mientras evitas convertirte en pez?

No lo sé. 

De momento llueven tintas de azul. Llueve grande. Llueve helado. Entre grietas y paredes se resbalan infiltradas grandes gotas, formando ríos, reclamando la atención a través de recuerdos trastocados; oxidando lentamente la voluntad férrea de los desalmados. ¿Puede el azul carecer de compasión y desangrarse en torrentes desmedidos? ¿Puede acaso, en su fluidez, escapar de cualquier cárcel? ¿Precipitarse en la destrucción de vertiginosos torbellinos?

Más que respuestas, siembra dudas el azul. Encierra enigmas. Traicionera mezcla de verdades e imaginación ¿Cuántos tonos de azul son necesarios para emprender un viaje express hacia el olvido? ¿Cuántas gotas para anestesiar la memoria de los desquiciados? ¿Cuántos escalones más para encontrar la ciudadela de los corazones, por amor, naufragados?

Llueve. Llueve helado. Llueve grande y despeinado. Las gotas se congregan y, prepotentes, se amarran como cortinas de hierro, intimidando a los débiles, reforzando la cobardía de escapar hacia cobertizos, mientras afuera se arremolina la suciedad junto a un azul de pesadillas insufribles, bajo un cielo inclemente que sumerge a la humanidad en sus propios deseos, de mantos sagrados, punzantes lágrimas y diluvios legendarios. ¿Así de insufrible es el azul? ¿Así de despiadadas sus corrientes? ¿Así de mortíferas sus confabulaciones ancestrales? 


Es intriga. Es misterio. Es silencio el azul.

Pasa el tiempo agitado, y entre dedos fríos y vueltas de ventilador, ya no sé si es azul eso que durante la noche aparece. ¿Cuántos días he pasado sumergida en sueños de mortífera intimidad? Ya no sé si llueve o si son torrentes de suspiros desmayados. Paso a paso, se disuelven los caminos que llevaban a un hogar fecundado en tu silencio. Las sombras azules me sumergen en la oscuridad de charcos mientras pasos desgastados devoran recuerdos, atragantándose con la avaricia de tu azul profundo, silencioso, infinito.

Llueve.
Llueve lento.
Llueve escaso. 

Ya no llueve.



—DA20151012
 



Historia de un "non-girly" blue


¿Cuántos tonos de azul puede el ojo percibir?

Cuando @florsypower me contó que el nombre de “non-girly blue” nació a causa de su cámara fotográfica (esa con la que además de capturar a su gata, captura nubes y cielos de muchos colores), jamás imaginé que sería víctima de la subjetividad del color. Será la foto o serán mis ojos, pero yo la sigo viendo más violeta que azul. Definitivamente no se puede argumentar contra la colorimetría del ojo ajeno.

Tendrá poco sentido relacionar el “azul” de una cámara fotográfica con el azul literario que tan orgullosamente ostentamos de ser “non-girly”; pero hoy, dos años de música e historias después, descubro que es una metáfora precisa que detrás de este azul (que no es “navy blue”, ni “baby blue”, ni azul cielo, ni azul bandera) se encuentran mujeres que, más que con los ojos, enfocan con la imaginación. Mujeres que, por dos años ya, continúan abriendo su corazón como un obturador para capturar sonoridad y, 
a través de historias de letras, revelar fragmentos de vida, de sueños, de anhelos, de reflexiones, pero sobre todo, de reencuentros con todo aquello que nos hace esencialmente humanos. 


Dos años van siend0 ya los que escuchamos y junto a este no-girly blue expresamos, más que letras, vida.

20151010

Dos maravillosos años de NonGirly Blue













Hay dos cosas me gustan mucho, demasiado: la música y escribir. Son dos de las cosas sin las cuales no podría vivir. Es oficial y es tan cierto como para decir que estar sin música me causa ansiedad y otro montón de cosas. Y es así, y es por esa razón que hace dos años, o bastante antes, nació la idea de NonGirly Blue. Y pueden leer toda la historia de cómo pasó y cómo nos juntamos aquí, aquí y aquí. Ha sido un camino, que la verdad, no ha parecido largo... Ha sido más bien de irnos conociendo, de ir conociendo los gustos musicales de cada una y de sorprenderse con canciones que no conocías, con canciones que nunca pensaste que podrían inspirar relatos tan fuertes, tan lindos, tan diferentes.

Hay varias cosas interesantes acerca de Nongirly Blue: todas las mujeres que aquí escribimos somos de diferentes edades, generaciones, todas con diferentes estructuras de vida, con diferentes profesiones; pero todas con el gusto por la música, por querer escribir, por querer hacer algo diferente con la vida.

Y ahora que llegamos a los dos años de toda esta interesante aventura queremos darles las gracias a todos los que nos han leído, a los que han compartido con nosotros sus ideas, sus comentarios. Todo esto lo vamos a celebrar la siguiente semana publicando relatos inspirados en canciones con AZUL.

Welcome to the blue!

20151005

Pero esa noche no había almohada

(Relato inspirado en Golden Slumbers de Los Beatles)

Once there was a way to get back homeward

Solo quería una almohada suave y una vista al mar por una puerta entreabierta. Solo quería el sonido ronco de las olas apaciguando cualquier pensamiento o duda o revoltijo de ideas, de esas ideas que a diario se le venían a la mente. Solo quería dormir al menos dos noches seguidas. Al menos más de seis horas por noche, pero sus pensamientos la llevaban a tener un sueño irreconciliable de solo dos horas, a veces; tres o cuatro, las noches de suerte. Por eso soñaba con esa almohada. Blanca, suave, para poner la cabeza, el amasijo de pelo, la telaraña de pensamientos, la maraña de problemas.

Pero esa noche no había almohada. Como otras noches tampoco la había. Tenía que escribir acerca de esa canción que le sonaba a canción de cuna, esa canción que había descubierto en un estante desgastado de una tienda en Adams Morgan. El descubrimiento total de la canción había sido un sábado, luego de su regreso a casa, y, obsesiva como era con la música; la había vuelto a tocar en el tornamesa veinticinco veces sin parar, una tras otra, mientras miraba el vacío repetido de un vaso de whisky. Sí, era de esperar, terminó llorando en la oscuridad del crepúsculo como se había imaginado tantas veces que tenían que llorar las heroínas oscuras de algunas historias. Lloró y se mandó mensajes a sí misma, mensajes sombríos e inexplicables. De esos que te mandás solo cuando sentís que no pertenecés a ninguna parte.

You're gonna carry that weight a long time

Pero esa noche no había almohada blanca, ni whisky ni canción sonando de fondo y tenía que escribir después de cada uno de los dramas que había sido el día. Después de todo lo que había pasado ese día, porque de alguna forma "le siguen importando las cosas", como le habría dicho el amigo cuando la llevaba a su trabajo dos, el de maestra; luego que las llaves quedaran adentro del carro desde la mañana. Luego que llegara tarde a la reunión, luego de todos los luegos que se fueron sumando y acumulando en su día, en su vida, en cada pequeña gota de deber que se desborda. Y hubiera querido escribir algo como una canción de cuna, algo que sonará como a sueño o arrullo, algo como las canciones que años atrás le cantaba en la cama al que pudo haber sido el amor de su vida, pero quedó en nada. Solo en canciones y sin almohada. Otra vez. Por primera vez.

And in the middle of the celebrations. I break down. 

Se pone a llorar en medio de la nada. En el oscuro paisaje en donde no hay mar, ni puerta entreabierta. Llorar le hace bien. Lo sabe. Le limpia los ojos y la mirada. Mañana va a estar bien. Tal vez ya no le importe tanto, tal vez se abra finalmente el precipicio. O tal vez encuentre otra vez su oasis. O su almohada blanca.

And in the end
The love you take
Is equal to
The love you make

Sin pies ni cabeza


Relato inspirado en
Golden Slumbers de
The Beatles


Imagínate que todos tuviéramos que asumir la responsabilidad de todo lo que decimos.

No existirían los chistes, los piropos, las promesas.

Quizás no tendríamos relaciones monógamas.
O bueno, la mayoría no las tendría. Sí, como ese idiota que decía que las mujeres le ofrecían su cuerpo. ¿Te acordás de ese infeliz? Es probable que haya terminado con alguna que no le importe no ser la única. Era genial como mentiroso y un asco de persona. Espero que ya esté muerto.


Esa responsabilidad, esa carga no es para cualquiera. Solo los cínicos son capaces de llevar el peso de sus palabras, por pesadas que sean. De eso sé lo suficiente como para darme cuenta que nadie lleva a cuestas sus errores con gusto.

Tendríamos especialistas en pesimismo.


Los doctores tendrían que dar diagnósticos fatales y siempre asumir lo peor, esperanzados por algo bueno solo en remotos casos. Nadie tendría infancia porque los cuentos no existirían, Santa Claus quedaría reducido al viejo panzón de algún tío que se quedó soltero, quizás apestoso a licor, quizás demasiado triste para que alguien lo quiera. No habrían ilusiones ni para niños ni para adultos. Los pájaros y las flores no tendrían razón de ser, lo que se llamaba por nombres de chistes o cariños tendría que conocerse entonces por su nombre clínico, los mocosos en su calentura no tendrían tiempo para descubrirse. Sería sencillo: se preguntarían de una vez si habría coito o no. Nada de seducción, nada de citas ni cartas románticas. En fin, se volvería una urgencia como cualquier otra, como comer o dormir y nadie se gozaría en ningún tipo de placer.

Los besos serían solo intercambios de saliva y no promesas de amor. Las visitas a los almacenes ya no serían planes para poblar una casa de sueños, los votos de la boda se borrarían de un plumazo porque no tendrían peso ni validez suficiente. Me pregunto si podrían existir los matrimonios en esas condiciones, los divorcios serían mil veces más engorrosos y ya no digamos las visitas y repartición de hijos. No, es cómodo eso de poder retractarse y arrepentirse.


Llevaría una insignia en el pecho, como medalla de guerra: "Miembro vitalicio del club de miserias y arrepentimientos". Sería uno de tantos hombres con ese dudoso galardón. Habrían graduados en Desgracia, profesores que enseñen el Arte de la Auto-compasión y maestrías en Manejo del Fracaso. Tendría que darles cátedra a todos, quizás sería la única forma de hacerme respetar. Yo, experto en todos los males resultantes de la incapacidad humana de razonar antes de hablar. ¡El mundo sería tan diferente!


¿Tendríamos comediantes? Lo más probable es que no. Todos se tomarían los monólogos como insultos y se desataría el caos con un dime-que-te-diré de nunca acabar. Ese afán de ser políticamente correcto me tiene podrido. Nada es peor que un insulto velado o una crítica asolapada. Los chinos ya no serían chinos sino asiáticos, ciudadanos de China Continental y a los negros todos les dirían Morenitos. No sé si los estaría insultando más con una sonrisa falsa con la que les diga que en realidad son demasiado estúpidos como para no detectar palabras condescendientes de otros. Si de verdad nos hiciéramos responsables por nuestras palabras, nos ahorraríamos miles de discursos políticos. Es más, casi el 100%  de ellos estuvieran presos, no estaría tan mal después de todo.


No tendría que disculparme por nada. Me tomaría el café de la mañana con un "Con permiso, voy a tragarme mi taza de suicidio diaria". ¿A quién le importaría? ¿Quién tendría que aparentar preocupación por mí sino aquel a quien de verdad le importe? Sería increíble contar con un filtro tan bueno. "Personas inservibles por acá, amigos potenciales por allá" y los dividiría a todos en estas categorías desde el primer día.


Cosas que por fuera parecen ser tan ínfimas podrían torcer la realidad hasta lo absurdo. Todo esto y mucho más porque nos podemos dar el lujo de mentir, de bromear, de prometer y ofrecer. Tiramos palabras al aire, a ver qué sale, como cazando posibilidades.


“Golden Slumbers” —The Beatles


Dicen muchas cosas de mí, como que soy un narcisista empedernido por cuidar tan meticulosamente mi reluciente pelaje. Lo que no entienden es que se trata de un abrigo diseñado y otorgado por los mismísimos dioses que gestan la vida. No me ofendo pues de alguna forma intuitiva lo entiendo. Debe ser algo en su inteligencia (o falta de ésta) la que los hace llegar a tan abominables conclusiones. ¿Qué se puede esperar de seres como ellos que gastan su vida frente a planchas de cristal templado para contemplarse esos andrajos de tela con los que tan viciosamente adornan sus desnudos cuerpos? No sabrían apreciar jamás las características únicas de tal singular abrigo, que no sólo me protege e identifica, sino que además es único pues no hay otro ser este planeta que tenga ni la misma cantidad de pelos ni el mismo patrón de tonos que conforman mis rayas grises y botitas blancas recubriendo mis patas; mucho menos tendrán la textura sedosa que tanto procuro al acicalarme continuamente y, de la cual, en un gesto de extrema generosidad me desprendo mientras descanso en sus camas, sillones, cojines y sofás, con el fin último de recubrir esos trapos estériles y de mal gusto con los que suelen vestirse.

Otras veces dicen que soy un holgazán. Que no contento con consentirme todo el día, me desquito el arduo trabajo del acicalamiento en la desvergonzada actividad de haraganear todo el día, saltando de camas a sofás y de cojines a balcones. No contentos con fiscalizar mis actividades diarias, además afirman severas acusaciones pronunciadas con evidente envidia, cuando son ellos mismos quienes dedican gran parte del día, usualmente cuando está oscuro, para similar actividad. Ellos, contrario a nosotros, en su falta de imaginación, ocupan un mismo lugar por prolongados períodos de tiempo, cayendo en un despreocupado sueño que atenta no sólo con su vida, sino que con la de los demás. Por ahí pasan inertes por largas horas, haciendo cualquier cantidad de ruidos extraños. No puedo creer cómo no se den cuenta que esos ruidos, que aparte de impertinentes pues quiebran el amable silencio de la noche, pueden atraer a las más peligrosas bestias atentando contra su propia vida. Definitivamente no tienen sentido de supervivencia. Otras veces giran y se mueven de manera epilépticas, ciegos de que tales movimientos, además de anormales, son una visible advertencia del grave daño que les causa dormir en un mismo lugar y posición. Es por eso que nosotros los gatos, no permanecemos más que un par de horas en el mismo lugar. Además, contrario a lo que estos holgazanes piensan, nosotros siempre nos mantenemos alerta a cualquier movimiento y sonido que indique peligro o muestras de cariño no solicitadas.

Es terrible ser ciego a las faltas propias pero más grave aún es señalar a los demás por las mismas deficiencias que se padecen. No digo, ni pretendo ser un gato perfecto, de esos de carácter intachable, que cargan collares de cascabeles y actuar ejemplar. No, simplemente soy consciente que realizo actividades que a mi propia especie atañen. Tampoco aspiro ser idolatrado por esta raza bípeda y bipolar, pues mientras por un lado me acarician y se preocupan por mi alimentación y bienestar, por el otro, van quejándose entre ellos, y a mis espaldas lo que es peor, de todas esas cosas desagradables que en mi encuentran. Nosotros los gatos hablamos de frente y no evaluamos ni realizamos juicios sobre los hábitos de los demás felinos pues fácilmente comprendemos nuestras diferencias y particularidades tan evidentes que nos hacen tan únicos y especiales. Además, hacerlo sería una crítica imperdonable a los mismos dioses, cosa que ningún felino se atrevería a conjurar. Tampoco nos escondemos detrás de máscaras, engañando con falsa amistad. Para nosotros, convivir es simple: si se respeta, se aprecia; si se desea, se conquista y si se desprecia, se desecha. Es una muestra singular de simplicidad y efectividad. Lo único que pido, en nombre de nuestra especie, es un trato digno basado en el respeto, no porque seamos iguales, tal cosa es imposible, sino porque compartimos las mismas necesidades. Además, porque sus camas, especialmente esos huecos que quedan entre las almohadas, son de los mejores lugares que he encontrado hasta la fecha para descansar. 


—DA20151005






Sábado con L'étranger



El lunes llueve y cuesta tanto despegarse de la cama, que Estela se queda en la cama, algo que repercuta en trabajo acumulado y menos mal esta semana hay dos clases, porque implican un trayecto de 1 hora ida y una de vuelta… Eso es tiempo para leer y escribir, pero el miércoles y el jueves se pierden, por las noches, porque hay dos parciales: uno de Literatura Francesa y otro de Literatura Comparativa, y es a través de muchas horas de escribir un par de análisis a puño y letra que Estela termina de entender las consignas, que dependen del enfoque de la clase. Esta vez si se trataba de comparar dos marcos históricos, dos ritmos narrativos, dos estructuras… pero ya estaba ciega al final de la semana y odiaba los tiempos muertos entre una clase y otra. Esta semana debió haberlos aprovechado más. O, mejor aún, debió haberse encerrado con galletas y cigarrillos para ser más eficiente. Not now, I’m becoming an adult.

Cuando empezaba a contar de su vida, explicando las dos carreras que estaba llevando y lo extenuante de combinar la entrega de papers con las clases particulares necesarias para la subsistencia, de su semana, y que contame más, ¿cómo así? Estela se daba por vencida, porque no llegaba a ningún lado el recuento de los desvelos y la tensión que se acumulaba hasta estallar en una noche de exceso de vino y shots; nadie iba a dimensionarlo, nadie lo compartía, nadie la comprendía. (Y después se sorprende la gente cuando ve que encuentra a alguien que sí, que entiende…) Soy toda oídos, esa es su nueva filosofía, ya que eso el slogan de una calcomanía de 2001 "contar una pena es olvidar una pena" no aplica, ¿no? Y mientras le presta atención a los demás, antes de que se vuelva una dinámica recíproca como un juego de X Vs. 0, va y baila tango en su mente. Un pie adelante, la postura ultra firme, la barbilla imponente, y se deja llevar por los brazos de su pareja imaginaria. Es un gran ejercicio, eso del tango. ¿Quién sabe? A lo mejor y se inscribe a clases y se hace tan buena que la llevan a Buenos Aires a competir. ¡Y ganamos! Suficiente para sonrojar a solas y esconder sus cachetes en su copa, vaciándose a tragos de Bordeaux.

Y el tiempo pasaba tan rápido que luego amanece y, por fin, no hay de qué preocuparse por nada que antecede el sábado a la mañana y su olor a sábanas y almohadas que migraron de la cama al sofá de cuero. ¿Era cuero o cuerina? Yo no sé, pero sé que Estela solía arrinconarse en él, envuelta en capas protectoras de algodón, y ella había descifrado la manera de tomar té con leche en el sofá sin que este se derrumbara. Con una playlist de The Beatles que sonaba al fondo, cuando no había nada en la tele, Estela había construido un muro que no dejaba entrar el peso de la semana, de la rutina, de las caras desconocidas con historias familiares. Ya, no importa, y al estado de ánimo nervioso lo vencían este collage de voces y ritmos y canciones. Digan lo que quieran de los Beatles, a Estela le gusta toda su discografía. ¿Quién no le agarra cariño a algo que te hace sentir bien? Y desde allí, en su área privilegiada, se imaginaba quien ha de estar pasando por una resaca inmovilizadora. Quién estará ocupado perdiendo el tiempo boca arriba en una cama, a la par de alguien. Quien, a esta hora del día, ya fue al doctor y al mercado y a comer y a visitar a algún familiar, ocupado. ¿Y Gabriel andará ocupado? ¿Será que podría hablarle? Ha de estar en la calle para este momento. Si Gabriel estaría aquí, él y yo podríamos hacer cosas juntos. Me fuera a ver la presentación del libro a Shakespeare And Company, haríamos cuenta y caso de que somos Jesse y Céline, y fuera chistoso porque no lo somos. ¿Qué pasará cuando uno de los dos se case?

Pero Gabriel no estaba conectado en el chat y ya, pues, si todos están haciendo algo interesante, ¿por qué Estela ha de quedarse sola en el sofá de semicuero? Y octubre es ideal, porque un par de suéteres y una bufanda es suficiente; puede irse caminando y pasar comprándose unos bocadillos chinos, solo un poquito, porque si no sale muy caro. El día está gris, pero no está tan mal, no con el iPod y los audifonitos blancos que le dan un filtro vintage a las calles y avenidas, a través de la playlist de Velvet Undergound and everybody knows she’s a femme fatale. Hay quienes los conocen por herencia cultural y buen gusto aprendido, mientras que para latinoamericanos como Estela no son menos que un descubrimiento.

Aún suena cuando llega a la librería y escucha al autor debatir acerca de la melancolía. Su personaje está triste y estancado y parece que el argumento central es cómo lidia con esa situación que aparentemente, según la sinopsis, lo lleva a desarrollar una relación online. Hay que leerlo para ver cómo se resuelve, pero Estela decide no comprar el libro, porque Carmen lo tiene. Mejor que se lo preste. Si me gusta mucho, me lo quedo. Pero estando allí, se quita el suéter y la bufanda porque va a aprovechar para ver libros. Leer algo, quizás, pero más que todo ver. Nunca había visto un Zazie in the metro de 1959, pero entendía que debía ser más interesante en idioma original. Y ¿qué tal El Extranjero de Camus? Nunca está de más volver a leer ese incipit, un primer pasaje que define el tono de toda la novela.


"Hoy ha muerto mamá.”


Cuando lo leyó por primera vez fue acostada en casa de él, cuando él y ella eran ellos y conjugaban sus acciones en plural. Vamos a ir, estamos listos, queremos ir a Barcelona, vamos a comprar el pasaje. A él le encantaba L’étranger, mientras a ella le encantaba escuchar la historia de cuando él lo leyó, lejos del Shakespeare And Company y su olor a libros.

Si pudieran hablar aún, hablaran del robo tácito de libros, que quien tiene qué, o hablaran de las bandas sonoras que escuchan por separado… hasta que eso se deforme y tome el aura de algo más íntimo. No, no dejo de pensar en vos. Ya intentamos, no funcionó. ¿Qué hacemos? ¿Nos tomamos la última? Se dijo a ella misma que no iba a tomar esa noche, pero la verdad es que era tan tarde ya que no importaba su sobriedad. No, no podemos. Vámonos. Y terminarían perdiendo noción del tiempo y del espacio, con un viñedo interminable atrás, y sin saber dónde hospedarse.

Estela solo hablaba con él en estas conversaciones imaginarias que se presentaban en algunos libros, a las que ella les hacía caso. Le contaban a Estela de tantos escenarios que la separaban de ese sofá de semicuero. Podía ser muy firme, por fuera, y aguantar las barreras y la distancia, pero su soledad no interrumpe los lazos que ella mantiene en su mente.