Olía a húmedo, siempre; como a madera humedecida por el pasar de inviernos, debajo del aroma espeso a cervezas pression como Guiness y New Castle Brown Ale... y, también, la neblina de humo de cigarros, como un cenicero que te acoge. Pero se sentía bien estar allí. Le haría falta el olor a fumadores una vez pasaran la ley antitabaco de Francia, en el 2008... Sobre todo que el Dick Turpin's no es un restaurante, ni nada así; el olor particular va bien con la música setentera inglesa y con los dardos en la pared, y con aquel viejo par de esquís que el dueño había abandonado en aquella pared. Clara no podría reprocharle el olor a bar mezclado con bodega, pues igual allí quedaban embodegados más de un par de recuerdos.
Esto es lo que necesitaba, pensamiento que venía con cada inhalación y parpadeo. El desvelo la empalidece y le irrita los ojos, pero allí va. Aunque asentara con la cabeza y rescatara algo de lo que estaban diciendo, Clara no podía evitar hacer un intento por embodegar otro recuero. Esa amarga imagen, la distracción en la que se sube y la hace capaz de irse. A penas llevaba cerveza y media, pero ¿cuántos meses van ya desde que conoció al imbécil? Ese hijo de puta; o hijo de puta con ella, al menos. ¡Y si tan solo fuera así de simple! Pero no se trata de él, sino de comprender este afán, el de Clara, por darle importancia y no dar media vuelta para salir del impasse físico y emocional. Traga, pero eso no ablanda el nudo en la garganta. Este nudo está mejor que llorar. No hay más por qué llorar, ha pasado suficiente. Darle vueltas entre dientes está mejor que fijarse detenidamente en deseos en contradicción con que recibe.
Por eso fue que le dijo a Eva que la sacara de la casa. Para soltar las esperanzas, soltar la ansiedad por saber qué va a pasar, todas esas cosas que no ha dejado ir. Ojalá no hubieran llegado los demás, pues la imposibilidad de hablarles la condiciona, estancada entre darle vueltas a lo más profundo y asentar la cabeza como que nada ha pasado, superficialmente. Sí, Clara también quiere otra ronda. Nada, sólo un poco cansada.
Por eso fue que le pidió a Eva que la sacara de la casa, porque estaba inmovilizada. Las manos acalambradas de tan fuerte aferro a deseos y ansias. Queriendo salir y cambiar de aire, pero con intención de no volver a una sala de espera. Querer, de verdad, dejar ir el miedo de no volver a sentir lo que sintió cuando lo conoció. El miedo de que esas sensaciones en la piel, y el comportamiento dirigido por la total satisfacción y felicidad de estar con alguien con quien se compenetra en muchos niveles, desaparezcan.
Cuando la música se convierte en inspiración
Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.
Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?
[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]
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