Inspirado en "Con nombre de Guerra" - Héroes del Silencio
Inés nació en un lugar que desprecia, creció rodeada de paredes en las que no se veía reflejada, y vivía en conflicto con ella misma por esto mismo, su rechazo al mundo perfecto en el que sus padres desempañaban roles ejemplares y criaban a ciudadanos educados. Una vida que se trata de verse bien, y hacer las cosas bien, para que hablen bien. "Bien", ¿según quién? ¿Para qué? Para hacer más gruesas las paredes de la burbuja y, al perder todas las edificaciones de una vida semi-urbana y materialista, enfrentarte al final al sin fin de deseos reprimidos. La solución tiene que ser más que hacer un buen trabajo en mantener la cordura; debería de ser posible salir, escarbar, caerse, y seguir adelante.
Se puede decir que era rebeldía. Rebeldía y rechazo, como un poeta que adopta una postura crítica y rompe, además, con las formas tradicionales de hacer versos. Rebelarse contra los finales felices y los pactos sociables, buscar en los vicios y en los círculos bohemios lo contrario, las salidas; una rebeldía que fue mutando con el tiempo y fue esculpiendo aquella inseguridad que convertía a Inés en su propia enemiga y que Inés nunca enfrentó. Pasó de ser una adolescente a una mujer y le daba la espalda a esas punzadas que sentía en ciertas situaciones, como alfileres disfrazados de Esto es lo que de verdad valgo.
La sed que la llevó a las artes también la llevó a una pared que, aunque blanca, no fue posible de convertir en un lienzo ni en prosa ni en nada. Carecía del talento incluso teniendo todos los elementos en serio; y no podía engañar a nadie, ni a ella misma. Ella no es artista; ella va convertirse en otra cosa que no sea uno de estos personajes que admira y que no aburren. ¿En qué? Han pasado los años y no puede responder esta pregunta. Sin embargo, en secreto sí admite haber encontrado el punto medio, desde hace ratos: la musa. Le encanta esta zona de confort, el placer de desnudarse emocionalmente y de quitarse la ropa para que la usen, y ser un puente para algo más grande. En su rol de musa coexisten perfectamente lo encantador de sus ganas de vivir, salen a la luz sus ideas y le brillan los ojos mientras se muerde los labios; y se pelea su satisfacción con la inestabilidad e inseguridad. Aprende, inhala, lo interioriza, y dibuja la línea pues no puede dar más. No se puede encerrar, no podría vivir encerrada; las respuestas vienen en otros tamaños y en varios colores.
Quizás aún está en guerra, las partes de ella en conflicto; pero es más fuerte desde el día que aceptó una pérdida. Con el amargo sabor al pasado y débil de cuerpo y de alma, Inés se enfrentó, usada. Esto ya no era el buen vivir o la búsqueda de este, por huir de patrones conocidos por miedo a ser atrapada. Esto era otro patrón, con paredes más frías; por querer salir, se quedó atrapada. Lucha para romper con las raíces de lo que sembró, más fuerte y preparada para la guerra.
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