La voz de ella

Yo la entiendo, pero no comparto sus idiosincrasias. Nos conocimos hace mucho, y no recuerdo hace exactamente cuanto fue. Hablamos de vez en cuando, pues nuestras diferencias en carácter y ritmo (lo que otros llaman “rutina”) nos separan más de lo que nos acercan. Físicamente nos parecemos; y hasta sonamos igual y compartimos ademanes. Ella es más insegura, más tímida, más retraída que yo; y no habla si es en confianza, si no es en privado, casi susurrando. A lo mejor sea mi culpa -- nunca le digo que hable más fuerte para que los otros la escuchen. Me atrae su candor pero me repele su negatividad, y su manera alrevesada de ver las cosas. Estoy de acuerdo con escarbar la superficie y traer a la mesa las preguntas que yacen en la profundidad de tu perspectiva, pero las de ella me hunden. Me mimetizo con la fatalidad de sus postulados, con el vaivén de sus inquietudes. Al final, es del mismo mundo del que se trata.

Al final, es porque ella es una parte de mí.

Y quizás necesito de ella.

Pero es mejor balancear a las voces que vienen y te hablan, no dejar que ninguna se ahogue, y tampoco perder una parte de tu identidad. Podemos vivir entendiéndonos.