Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]
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20131230

Julianne. "Love is Blindness" - Jack White.



          When Julianne came back home after three months of work on board “The Norwegian Cruise", she found nothing but a pale, fragile silhouette staring at her, moving from left to right in a trembling swing, result of the Scotch and hash she could notice he'd been abusing of. He was always too careful with his stuff but by the way it was all carelessly spilled over the wooden table, she could tell something was more than wrong.

          His bony face creeped her out, his smile was gone, and all she could notice was a pair of black hollow eyes glowing with some sort of curiosity… or fever… or hangover, she wasn’t sure.

          “Only three months.” she muttered.

          Julianne stood static at the front door, trapped in that empty face, trying to find reasons for her love not to fade away. She felt a weird butterfly sensation in her stomach, not the kind of funny butterflies she felt when amused, but some kind of cold empty pain instead, the same she always felt when things made her nervous. However, she wasn’t nervous. She was antsy. For the first time in eight years she started to notice where she was really standing. Suddenly, it all looked chaotic and stale. Had it always been that way? 

          She didn’t know exactly what to do. She hesitated for a moment, and leaving the luggage at the front door, she walked slowly towards him. He stopped swinging  abruptly but continued to follow her movements only with his eyes. As she came closer, he blinked twice as if he suddenly realised who she was. His thin lips drew a smile in his face.

          “I’m finally home.” she said.
          “Finally,” he repeated. “Long time… long time no seeing ya.”
          “Three months is not that long.” she excused "I can see a lot has been going on around here.” she said inspecting the place.
          “Naw. The usual stuff… ya’ know… he said looking over the place without any interest or surprise.

          His face revealed the tiredness of waiting. The bags under his eyes showed the endless nights of restless sleep. The once youthful face began to show thin wrinkled lines, the once lively freckles started to fade away. Was time really that cruel on some creatures? Was the distance and loneliness eating him away? 




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NGB DA20131229

20131225

Tengo un radar en el corazón



Hola. Te presento a Paola.

Paola tiene veintitanto años.

Dos corazones rotos.

Y un corazón en restauración.

Conocí a Paola en el verano pasado, mientras caminaba sola en la playa, su mirada estaba en todo. En el mar, en los niños que jugaban en la playa, en las parejas que se abrazaban, en aquellos que estaban apuntando miradas, usualmente no veo a las personas tan detenidamente, como cuando vi a Paola ese día y yo usualmente… no me enamoró de las personas que tienen un corazón como el de ella, pero eso se los cuento después. Lo importante es explicarles cómo conocí a Paola.

Por alguna razón, note que tenía algo diferente ese día en su vestuario, era casi mediodía y con un calor extremo, Paola lucía un suéter grueso, grueso. Mientras todos en la playa estaban en su semi-desnudez, ella estaba con ese grueso suéter. Me moría de la curiosidad saber que había en la siguiente capa de ese suéter, en un momento pensé que era lo único que andaba puesto, pero luego vi a detalle que abajo del suéter salía una camisa ¡Qué calor! Me dije.  Nunca había visto tantas ganas de alguien de cubrir un pecho, es decir, las razones por las que ocupas un suéter en medio verano es porque… estas enfermo o simplemente quieres ocultar algo.
Decidí caminar yo también. Y contemplar su comportamiento. Paola seguía caminando, un poco despistada, aún no estaba seguro hacia dónde iba, ya estábamos pronto para llegar al estero, ese lugar extraño de la playa donde se acaba todo pero inicia algo nuevo.

 Realmente… ese era uno de esos días en los que quieres conocer a alguien nuevo, hablar con alguien extraño o diferente, tener otra visión de la vida… yo quería hablar con ella. Sea como sea, creo que podía ayudar en algo, o conocerla o explicarle que simplemente en  40° centígrados es casi imposible llevar un suéter puesto, en verano, en la playa, cuando podes darte el lujo de mostrar tu cuerpo (y no es por nada, pero el cuerpo de Paola me parecía espectacular aún con ese sueter).

Seguí caminando, pero ella notó mi presencia y decidió parar, de esas paradas que haces para ver qué pasa. Te detienes, miras hacia el suelo y luego volteas a ver a tu izquierda (a la derecha teníamos el mar, que por cierto ese día estaba enojado). Justo eso fue lo que hizo Paola, detenerse y hacerlo de la forma menos obvia… y terminó siendo obvia.

En ese instante yo:

La vi y mire sus ojos azules inmediatamente.

Y como sus pupilas se dilataban.

Vi su corazón acelerándose.

Estremeciendose.

Quedandose quieto y viendo a hacia la derecha y a la izquierda.

Tratando de contenerse.

Hasta que ella grito fuerte: ¡MI CORAZON TIENE UN RADAR Y ES MEJOR QUE TE ALEJES! Y ya no me mires así, sé que te atraigo pero, creeme no soy la mejor persona del mundo.

¿Yo? ¿yo qué iba hacer? Bueno, reaccioné como siempre lo hago ante situaciones difíciles o...que no tienen tanto sentido: riéndome (mi sonrisa hace sentir cómoda a las personas, es mi don, al parecer) y seguí caminando hacia donde ella. Realmente había algo que me atraía, era algo sorprendente, ojos azules, su cuerpo envuelto en un sueter y quizás lo más importante pero que no podía ver: ¿un radar en el pecho?. Esta chica debe ser interesante, me dije.

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Hola

Soy Paola

Tengo 23 años.

No me gusta dar explicaciones sobre mi vida o las cosas que hago, pero hoy es uno de esos días en los que me siento obligada hacerlo.

Me gustan los amaneceres.

Las nubes que se detienen.

La lluvia que cae en el suelo.

El destino de las personas me hace pensar en el mío todo el tiempo.

Y bueno, lo peor de todo es que tengo un radar en el corazón. Puedo sentir cuando alguien esta triste, cuando alguien esta emocionado… cualquier tipo de emoción, la siento yo.  Este defecto de fábrica viene porque mi mamá cuando me tenía en su vientre decidió llevarme a uno de esos lugares en los que quieren conocer tu futuro, sí, los llamados Centros de Atención Para Corazones Futuros, estos lugares te permiten saber cómo será tu hijo en el futuro y sí tendrá las emociones estables para desarrollarse como buen ciudadano. A mi mamá le dijeron que yo probablemente no iba a sentir nada y que no tendría una personalidad definida, esto le preocupó mucho, pues en nuestro pueblo, más allá de los estudios, las emociones con las que se viven son las más importantes, dependiendo la emoción que tengas, así tu posición en la vida. Mi mamá se preocupó demasiado y tomó medidas agresivas para revertir este “mal congénito” de no sentir nada, así que desde bebé me contaba cómo se sentían las personas en el mundo exterior, me mostró cómo identificar cuando alguien estaba a punto de llorar por alegría, cuando estaba a punto de llorar por tristeza, cuando alguien estaba demasiado feliz.  Ella decía que dependiendo de que tanto sentías las emociones de los demás era tu personalidad y que con eso, definías tu rol en la sociedad. Gracias mamá, mi corazón hoy es un radar.

Y muchas cosas se resumen de esta forma:

Nací y no lloré. Supongo porque estaba feliz de estar afuera de la pansita de mamá.

Cuando aprendí a caminar pude sentir la preocupación de mi mamá cuando estaba a punto de caer. Cuando sentía que su corazón latía más fuerte me ponía más nerviosa y pues, fallaba.

Tenía seis cuando vi el corazón de mi papá reemplazar el amor de mi mamá por el de otra persona, era una mezcla extraña entre felicidad y tristeza ¿la han sentido? Se siente horrible pero también, bien.

Mi mamá decidió que nos mudaramos a otro pueblo, vivir en la ciudad no era nada bueno para ella, así que me dijo: aquí la gente no tiene sentimientos, viven porque deben de vivir, pero no porque sean felices. Sin embargo, cada vez que íbamos a la tienda y caminábamos por la calle, sentía que sus corazones estaban como contraídos, querían ser felices…  ¿Felicidad en potencia? quizás, pero era extraño, es como cuando estas emocionado y quieres decir algo y te quedas con las ganas o mejor aún, cuando quieres estornudar, pero tu estornudo se queda en la nariz y nada más, no estornudaste pero sabes que estaba ahí y pasó. Esa gente solo dejaba pasar las cosas. Nunca amaba de verdad.

Así que nos venimos a este pueblito, para mi mamá era perfecto, después que mi papá sustituyera su cariño por el de alguien más en su corazón, nunca la vi tan fuerte e independiente. Yo me sentía cómoda, siempre sentía su amor por mí.

A mis 11 mi mamá murió. Yo sentí su corazón en la escuela. Fue una mezcla extraña de sentimientos de ayuda, de auxilio, de piedad, de perdón y de amor. Yo solo pude gritar y llorar. Y sentir los corazones asustados de mis compañeros, no ayudó en nada..Mi mamá tuvo un ataque al corazón. Yo sentí que se llevaban el mío también. Pase días sin sentir nada, hasta que un día lloré y grite y mi corazón volvió a ser un radar de nuevo.

Me quedé a vivir con la mejor amiga de mi mamá quien siempre quiso tener una hija, su cariño era similar al de mi mamá, sentía su corazón solitario darme amor a mí. Hasta que un día se enamoró y pase a segundo plano, nunca la culpe solo decidí moverme sola, usualmente ella me preguntaba cosas del corazón, quizás mamá le dijo que era buena dando consejos de amor. Sí, yo a mis 12 años de experiencia hablando de amor. 

A medida que fui creciendo comencé a tener estas sensaciones extrañas en mi pecho, solo tenía que ver a alguien y sabía cómo se sentía, algunos le llaman intuición, pero era más que eso, yo podía sentir sus emociones y muchas veces, sabía las razones porque pasaba todo esto.

Cuando me enamoré por primera vez, fue de alguien quien no pude leerle el corazón, era increíble, todo era sorpresa. Hasta que un día, de repente sentí su corazón, sentí su distracción en otra persona, vi su emoción. Su alegría. Y así fue como me di cuenta que cuando a alguien le gustaba o me gustaba, le podía leer el corazón. ¿No creen que es injusto?

Así que después de todo esto. Decidí volver mi defecto de fábrica en una herramienta para ayudar al mundo.

La gurú del amor me decían. Sabía cuándo las cosas iban a funcionar o no. Así que me tomaba el tiempo para asesorar a la gente de la escuela y la universidad. Es gracioso, la gente llega con preguntas de todo tipo: ¿será el indicado? ¿tendré una posibilidad? ¿debería de alejarme?.  Solo tenía que pedir un par de días para averiguar,  acercarme y decirle a la otra persona que se acercará. En muchas ocasiones, todo era perfecto. En otras, no había nada. Ni siquiera un poco de intención. Pero usualmente la gente cree que el amor llega de la nada. Sin construir nada. Ni siquiera un "hola". ¿o será que el amor es así de inmediato? Aún no puedo leer amores en potencia, pero para mi que todos podemos amar en potencia. 

Y siendo una gurú del amor..

Todo iba bien, hasta que el amor se acababa. Esas cosas que yo ya no podía controlar. Los humanos amamos y dejamos de amar. Sí, de la noche a la mañana. El amor a primera vista existe. El amor puede sustituirse con un nuevo amor. Aún del carbón de un amor pasado se puede volver hacer una hoguera.


Y yo seguía con mi amor ciego… de aquellos de quienes no podía sentir sus sentimientos.

Hasta que lo conocí en la playa.

Con mi sueter grueso.

Tratando de ser lo menos obvia posible.

20131223

Anónimos


(Relato inspirado en Love Is Blindness de Jack White)

Un mes antes había decidido llamarla La Noche del Final. Y en ese momento, treinta días le habían parecido de lo más lejano. Treinta días no llegarían nunca, había pensado. Y sin embargo, allí estaba: sentado en la esquina más apagada del Bar Anónimo, en donde había empezado todo hace ocho meses. 

El Bar Anónimo era de esos lugares desconocidos en la ciudad, “underground” como solían llamarle elegantemente. Solo se podía ingresar por invitación y luego de una exhaustiva investigación acerca de los contactos, costumbres y discreción del sujeto. Todos habían oído hablar del lugar, muchos se morían por asistir, tal vez por curiosidad, tal vez por pertenecer a ese grupito cerrado; pocos podían decir haber estado cerca. Nadie había estado allí nunca. Esa noche de diciembre, nuestro amigo había recibido –sin mucha ceremonia- el sobre color gris plomo. Solo su nombre cubría el exterior. En el interior, una tarjeta negra con una dirección y la hora. Hora exacta, decía; si no estaba allí en punto, perdería la entrada... Para siempre. Al principio le pareció una de esas bromas tontas del Día de los Inocentes, ya que la había recibido ese día, el día en que todos se vuelven creativos para hacer caer a los más incautos en las más absurdas mentiras. Pero no, al parecer no era una broma. Estaba citado para el día 30 de diciembre a las 9 de la noche. Tenía todavía dos días para arrepentirse de la idea, a esas alturas, todo le parecía demasiado surreal como para vivirlo. Él, el tipo más equis de la ciudad, el que siempre pasaba desapercibido en las reuniones y en las fiestas, qué iba a hacer allí en el Bar Anónimo.

Sin embargo, veinte minutos antes de la hora convenida estaba allí, en la esquina más oscura de una casa en la parte baja de la Colonia Escalón. A las nueve de la noche en punto un carro polarizado se detuvo despacio junto al andén. "Vamos", le dijo una voz saliendo de la penumbra del carro... Al verlo dudar, la voz le dijo desde adentro su nombre, apellido, dirección y hasta número de celular. En el interior, solo un motorista, casi una sombra y el tipo que lo había llamado. "Uno de los requisitos para poder entrar al bar Anónimo es que te tengo que vendar", le dijo el tipo, sentado a su lado, pero metido tanto en la oscuridad y en su papel, que no asomaba más que la mano blanca sosteniendo el pañuelo rojo. "Te podés bajar ahora, si querés, y aquí se olvida todo."

-No, dale.

Desde ese momento en adelante su vida no volvió a ser la misma. Claro, él no lo sabía en ese instante en que su vida se partió en dos: la real y la anónima. Por algunos minutos, diez, quince, veinte, el carro siguió y siguió por la calles desconocidas y secretas, esas que recorrió durante meses con la misma venda roja de ese primer día, con una emoción nueva recorriéndole cada milímetro de la sangre. Cada milímetro de noche de allí en adelante... Cuando el carro se detuvo el mismo tipo le ayudó a bajar, como un ciego en la penumbra de su ceguera -pensó-. Dos toc-toc y una puerta que se abrió. Los olores  y sonidos se confundieron de golpe con la noche. Voces, murmullos, una versión demasiado electrónica de la Toccata y Fuga de Bach. Humo de cigarro, alcohol, tal vez whisky, perfumes baratos. Voces y más murmullos sonándole en los oídos al pasar. Risas lejanas. Risas estridentes.

Silencio.

Perfume de jazmín envolviendo la noche.

-¿Qué querés tomar? Pregunta una voz diminuta de mujer en algún rincón de la habitación mientras la puerta se cierra detrás de él.

-¿Tenés whisky? Un doble. ¿Me puedo quitar la venda?

-No, todavía no. Nunca. Dice ella, con la misma voz tan profunda que pronunció todo a partir de esa noche.

"Todavía no. Nunca", llegó a ser como el lema de esos encuentros anónimos, una frase tan acariciada, como lejana y extraña. Le preguntó si ella también tenía venda en los ojos y le dijo que no, pero que podía tenerla cuantas veces él quisiera. Y así comenzó el juego de nunca acabar. Sus manos, las de ella, eran suaves, pequeñas y lisas, pero lo suficiente fuertes como para masajear su espalda si el día había sido duro. Pero lo suficiente leves como para deslizarse como mariposas entre sus piernas, para meterse como hilos entre los hilos finos de su pelo y su cuello. Esa parte que le gustaba acariciar tanto, le decía ella al oído, confundiéndose entre olores a whisky y jazmín, entre sonidos como vocales y consonantes. A veces eran pocas las palabras, porque los cuerpos eran largos y al tacto se proclamaban soberanos. A veces jugaban a ponerse los dos la vendas, a reconocerse los cuerpos en la oscuridad y al tacto, y todo era como si estuviera planeado. Como si estuviera escrito desde hace siglos. "Sos mi oasis", repetía ella entre besos y caricias.

-No olvidés que la mayoría de veces los oasis son un espejismo.-

Ocho meses había sido demasiada oscuridad como para seguir siendo anónimos, dos cuerpos y dos nombres extraños, dos pieles desconocidas a la vista. Dos ciegos, cegados quién sabe por qué.  Así que allí estaba él, sentado y sin venda en la Noche Final: "Todo esto se fue tan de nuestras manos", había dicho ella un mes antes, argumentando que había que darle fin, que no podía dormir ni vivir. Él, había accedido, apelando a lo imposible del asunto, el primer hijo de él estaba a punto de nacer en esos días. Todo era real ahora: paredes rojas, sábanas rojas, espejos en el cielo más falso de todos los cielos. Una rosa, inesperadamente, también roja, posada solitaria en un florero transparente. Todo el set iluminado apenas por dos velas blancas junto a la rosa.

-Apaga las velas.- Dice ella con la misma voz tan profunda de siempre.

-Todavía no. Nunca.- Repite él.