Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20140805

Canción de Amor

 
















 Escena Uno.

Érase una vez una tarde, una tormenta que se deslizaba escandalosa por la ventana y un montón de ingredientes para un festín al que nadie estaba convidado.

Días de eso, días de la querida madre con la misma cantaleta de siempre, con las típicas recriminaciones para una veintiochoañera como yo, sin una pareja fija, sin un hombre en el que depositar mis futuros y mis realizaciones como mujer. Mientras yo deletreaba mis ingredientes para juntarlos y darles sentido, érase la misma canción de la querida madre...

qué cuando sentar cabeza
qué cuando un novio formal
qué cuando hijos y nietos
qué cuándo una casa en serio

La misma de siempre, cantada por la misma madre que me había tocado, a la cual ya estaba acostumbrada –a la madre y a la canción, entiéndase-  y también acostumbrada a no contestar o al menos solo con un “mamá sí tenés razón algún día va a aparecer el hombre de mi vida y me voy a casar y vas a tener nietos y todo lo que has soñado”.

Uno se acostumbra a eso, a contestar érase una vez una mujer que no era y fin o no vivieron felices para siempre. Uno no deposita sus esperanzas en eso. Yo no las depositaba, al menos. Pero hace meses había decidido no discutir más con mi madre acerca de mis ideas, mi odio al llamado matrimonio, o al solo hecho de pensar juntarme con un hombre para crear algo, o a un hombre deambulando por espacios en lo que obviamente no cabría... Soy una mujer moderna, madre, le habría dicho en su momento, entenderás que no espero que un hombre le dé sentido a mi vida, no puedo congeniar con la idea de que el matrimonio y los hijos me puedan definir como mujer... Eso le había dicho, pero por poco muere de un ataque agudo de dolor de madre y desde entonces decidí que no volvería a tocar el tema. Y los ingredientes seguían estando allí, revolviéndose con la lluvia que corría estrepitosa por la calle, quién sabe a dónde, a dónde va a ir a parar todo esto. Los ingredientes infinitos de un festín al que nunca nadie estaba invitado.

Escena Dos.

Érase una vez una noche, una tormenta que se escabullía sigilosa entre el silencio de azafranes y mariscos, de arroces y salchichas, de carnes, ajos y cebollas, de pimientos de colores, de deseos infinitos saltéandose entre el mutismo del aceite de oliva.

Y llegaban los amigos, con sonrisas e historias, con parejas disparejas, con sus vidas juntándose entre las cosas que no son, o las que no podrían ser, y yo allí en la cocina con mis ingredientes de siempre, con los olores subiendo de aquí para allá, de allá para acá y la sonrisa, esa sonrisa, esa mirada azul ebullendo junto al arroz, creciendo. Érase una vez que me cantaba detrás de la barra del desayunador, que me cantaba

y no solo quiero verte cocinar
y también quisiera verte bailar
debajo de la luna te vas a reír
porque la vida, la vida así va
porque la vida, se va

Y luego se vieron desfilar muchos más ingredientes, los que, como en cualquier mesa de cocinera que se respete, eran un derroche de canelas y de azúcar, azúcar morena, la nuez mozcada y sus olores; olores por todas partes y sabores que surgían uno tras otro. Eso era todo lo que podía ser. Érase una mujer que era, que quería ser, sin fin y todas las metáforas del mundo; una mujer con todos sus ingredientes, una mujer y las ganas de quererlo mezclar todo, con las posibilidades de mezclarlo todo, con el poder de mezclarlo todo, quién sabe hacia donde, a dónde iba a parar todo eso. Los ingredientes infinitos de un festín con un único invitado.
 
Escena Tres.  (Próximamente)

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