Relato inspirado en "Self esteem" de The Offspring
A mi confusión,
a mi prioridad
a mi silencio.
Se detuvo justo unos milímetros antes de introducir la llave en la cerradura de la casa, llegaba noche, como casi siempre, el mundo no lo entendía, no le gustaba la gentes, sus compañeros le parecían fatuos, solo algunos, alguna amiga le merecía cariño fuera de su casa.
La casa. Esa casa, habitada por personas que ya estaban ahí antes de que ella llegara. Ese espacio llamado hogar. Todo muy romántico, todo muy bien, hasta que la furia que corría en sus venas aparecía, galopaba a ritmo distinto y no soportaba las diferencias entre los demás y ella.
Aquella noche llegaba cansada, se detuvo justo antes de meter la llave en la cerradura, eso anunciaba su llegada, todos adentro hablaban o generaban su propio ruido: la tele, la otra tele del cuarto, los aparatos de música sonando, el tarareo de alguno con los audífonos puestos, el perro, el gato y todo aquello que generara ruido.
¿Cómo aguantaba? Siendo muy joven decidió vivir sola, para no enfrentarse al roce social, para tener poca gente al rededor, ¿cómo había llegado hasta ahí? Vivía con cinco adolescentes, un marido refunfuñón, un perro enorme y un gato psicótico y ella... ella y sus demonios, ella y sus alucinaciones, ella y las voces gritándole que salieran corriendo, ella y su conciencia deteniéndola, recordándole que el amor todo lo puede, claro... ella a veces lo ha dudado seriamente. Ahora se detuvo segundos antes de enfrentarse a un hogar, a una casa, a una familia. Nadie tenía su sangre, nadie tenía su mismo carácter, nadie había heredado su enfermedad y eso era lo único que la alegraba. Con ella terminaba una larga lista de gente loca, de gente impaciente, de gente a la que le cuesta concentrarse, a la que le cuesta terminar una tarea, a la que toda la vida pierde las llaves.
"De eso se trata" se dijo para sí misma, al escuchar a todos dentro de la casa, al marido diciéndole a las chicas "¡Arreglen ese cuarto!", a los chicos discutiendo el último gol de Dustin Corea contra Costa Rica, el sonido de los televisores, el sonido, el rumor, el rugido, el ensordecedor momento de meter la llave a la chapa llego, el clic de cada diente entrando en la maquinaria simple que abre una dimensión, llega ella, con su mochila cargada de cansancio, insomnio, libros, camisetas, de dudas, de expectativas, de alegrías, de recetas nuevas por hacer, de enojo con gente que nada tiene que ver con esa región perdida. La casa. La casa. La casa. La casa. "De esto se trata, ellos son mi prioridad".
Giró la llave y recordó la noche en la que, siendo muy joven, llegó de madrugada, intentando no ser escuchada y el silencio la encontró en la sala de la casa de sus padres. Sintió miedo. En aquel entonces y ahora siendo una maitra, ese silencio que abarcaba recuerdos y el presente le dijo que era mejor el enorme estruendo de una casa habitada.
No importa la molestia, un mal día, había llegado a la casa, en esos breves segundo en los que abrió la puerta, encontró alivio.
"Qué tal le fue" fue la primera frase con la que la saludaron, era Alejandro, el más joven de todos sus no-hijos. Ella sonrió y todo lo anterior lo olvidó y guardó sus llaves en el bolsillo del pantalón. Cerró la puerta.
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Nota de la nongirly autora: Como parte de un honesto y comprometido proceso de muchas cosas, a veces no he logrado escribir y cuando lo hago ha sido un proceso de parto muy grato, pero luego de consultarlo mucho con mi almohada, he decidido retirarme un momento del blog, para dedicarme a un proyecto personal. Agradezco la lectura de cada uno de nuestros visitantes, el cariño y empeño de mis compañeras. Espero regresar cuando este proyecto personal esté encaminado y pueda contarles con lujo de detalles muchas cosas que pasarán en el trayecto. Espero que, con mis relatos, haya sacado algunas alegrías o exorcizado alguna pena. Gracias por disfrutar conmigo tanta música y tanta locura.