Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20140714

Cumpleaños en el apartamento


Ella casi nunca iba a la ciudad, siempre pasaba afuera, en la casa que tenían afuera de Antigua Guatemala. Ya se sentía como que los muebles habían crecido y madurado, acaparando más espacio, estables y casi robustos, aunque eran los mismísimos muebles del final de los 80’s, por decir algo. ¿Será que los muebles crecen como nosotros? ¿Madurarán con el tiempo? Antes eran novatos, pero ahora ya conocen a los cuerpos que atraviesan estos cuartos templados. No, no es un cementerio: es el hogar de muebles que maduran, historias que crecen, cuerpos que cambian. Todo vive aquí, en la paredes.

Entre más se extendían las estadías de Rosa María en aquella casa acogedora de las afueras de la Antigua, más crecían los lazos de sus hijas con la casa que tenían en Ciudad de Guatemala. Rosa María aceptó que entre más crecía la ausencia de ella, disminuía su espacio en lo que alguna fue la casa de ella y de Miguel, el padre de sus hijas. Ella casi nunca iba a la ciudad ya, siempre pasaba afuera, en la casa que tenían afuera de Antigua Guatemala, la casa que ahora era de ella. Los muebles habían crecido y ya se habían comido el vacío que dejó la división de bienes: el vacío en el que iban los vinilos de él, el cuadro de Zuñiga que compraron juntos se fue pero se quedó la escultura que compraron en Cuba… y ya el closet no olía al almidón de sus camisas planchadas, y ya su olfato no extrañaba el olor a almidón de camisas planchadas… (Aunque a veces el olor particular de una marca de desodorante la enviaba directamente a los brazos de Miguel, a la remembranza de no ser ni libre, ni aceptada, ni feliz; extraño…)

Ahora, habían crecido las raíces de su felicidad, desde hace mucho. Después de sus altos y bajos, su lucha contra la pasividad, los fracasos sentimentales en el intento de reemplazar la estabilidad que venía con las palabras que definían a su ahora exesposo, después de encontrar en intercambios el recuerdo de sus gustos más profundos y pasiones… ahora ya era feliz con su mente, su cuerpo, el sonido ronco de sus risas, los escotes de los vestidos viejos y pasados de moda, el sabor a alcohol fuerte que le queda después de una noches que se supone ser de cena pero termina siendo de copas. No sabe, ni se imagina, lo que dirán de ella, esa señora de 52 años que aún hoy modela para pintores-amigos-de-ella que pintan figura humana en acrílico. Su piel morena brilla más de lo que brillaba en su juventud, quizás porque sabe qué quiere de su vida, esta vida que no le pertenece a nadie más. Rosa María, divertidísima, como pasa que llega a echar tanto de menos a sus queridos amigos. Es que ella casi nunca va ya a la ciudad.

Pero era el cumpleaños de Rodrigo Antonio, y ya era hora de verse, igual. Ana y Rodrigo, el modelo de pareja al que trataron de llegar Rosa María y Miguel (pero se quedaron en el camino). ¿Será que escogieron bien al quedarse con la opción de no tener hijos? ¿Será que fue el hecho que Ana era divorciada para el momento en el que se conocieron viendo El lago de los Cisnes en el Teatro Nacional de Guatemala, el Centro Miguel Ángel Asturias? Pues aún se acuerda Rosa María, de encontrarse en la cocina ayudando a Ana a preparar el fiambre, anticipando el 1ero de noviembre y la ida al cementerio, comentandole el cambio de opinión que empezaba a habitar en ella… Todo este cuento de que ahora sí, ya, quizás tenga hijos con Miguel, a pesar de todo el discurso que había sostenido antes…

Rosa María mueve la cabeza, la sacude como para evacuar el pasado que estaba acechando a su presente.

Todo es gritos y abrazos. Ya, aquí estamos ya todos, que gusto, feliz cumpleaños. Rodrigo Antonio está cumpliendo 55 años, viste igual que cuando tenía 35, sonríe igual que cuando tenía 21, baila como cuando tenía 19. Un cumpleaños más de reencontrar a todas estas características que ha acumulado, de nuevo en el cuarto del apartamento de él y su novia de 25 años, Ana. Van a ser los cuatro de siempre y además esta vez nos acompañan los sobrinitos de Anna, que hora ya están grande. 28 ya es grande. Beso en el cachete, y adelante. Suena David Bowie en el fondo, como anunciando ese ansiado momento de cantar todos juntos, al unísono, Space Oddity. Pero ese momento no ha llegado: es hora de sentarnos todos alrededor de la mesita de madera. Jaime, el nuevo-amigo de México, cuenta sobre su viaje a Italia. Recién vino de Roma, o algo así; trajo grappa. Por supuesto que Rosa María recuerda el sabor y el efecto de grappa, recuerdos que la alientan a volver a recordar, un trago directo de la botella; la rola, se la pasan a Ana y a Rodrigo, y sus ojos siguen en Jaime; hasta que José Luis toma la palabra y nos cuenta acerca de lo que él aprendió en su último viaje a El Salvador.

***

Para este momento de la noche ya contaron las anécdotas que no fallan, las que los hacen reír con los ademanes y gestos y el detalle de la narrativa de Rosa María. Y ya sabemos todos qué ha pasado en Antigua, y qué tal están las hijas de Rosa María; que lástima que la grande cree que ya encontró el amor de su vida. Los hijos de Jaime, en cambio, hablan de piñatas y regalos y malcrían a los nietos. Jaime, con su barba blanca, creemos que se ha puesto de meta que se compagine el crecimiento de su barba blanca con el de su panza. Hay suficiente humito verde, pero no tanto: ya para estas altura la que más fuma es Anna, y el resto nos hemos calmado. Ya no vamos a volver a tener 23 años y correr desnudos por exceso de substancias en playa del Carmen, pero aún le permitimos algo a nuestros pulmones y nuestro paladar. Y no sabemos si hay eco de nuestro pasado en el presente de los nuevos, de los jóvenes de 28 años presentes en esta mesa. No sabemos, tampoco, si aguantan más que nosotros, porque, ajá, hemos tomado lo mismo.

Ya Rodrigo Antonio tiene seis canciones de estar bailando solo, y a medida crecen las risas, sube el volumen, alzamos las voces, Rosa María va agarrando energías para bailar. Los jóvenes deberían de seguirle la iniciativa, ¿no? Además ya son años de que bailan entre sí; una nueva pareja de baile estaría bien.

Pero ella y Ricardo ya han bailando, solo que no han sido pareja. Y ahora que se han vuelto a ver, que las risas van creciendo y el volumen y el ritmos también, allí se encuentran a bailar también. 28 años, con voz de 28 años que habla y coquetea con la voz de Rosa María. Mano en la cintura, bailan cerca, se cuentan cosas, y ríen. Los cachetes se acercan, también. Es una ocasión especial en donde se juntan dos personas con cotidianidad especial que esa noche sin ataduras se acercan más, y todo dice que pasarán a más…

Llega el momento de cortar con la música, pues el final de ese CD da para el regreso a David Bowie: el cumpleañero quiere y debe de cantar y gritar Space Oddity. Ground Control to Major Tom… Y cantamos todos, las edades, los rostros, los gustos, confundidos y mezclados en la alegría de hacer lo que a nos hace felices a cada uno.

Inspirado en "No es serio este cementerio"


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