Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150906

El día que respiró profundo.

Era un domingo cualquiera y él se sentaba en una esquina de la casa a oír el Concierto Número Dos de Rachmaninov mientras caía la tarde. Lo hacía desde tiempos en los que no tenía recuerdos, cuando era un adolescente y no podía entender cómo la vida se iba escurriendo entre cosas irrelevantes. Sus tías eran unas viejas con las que había crecido y no entendían nada. Viejas de vestidos largos y olores a naftalina, viejas, que, a pesar de sus veintitantos años seguían mencionando su nombre en diminutivo. Nombre con el cual ya no se identificaba. Le gustaba la vecina de la esquina y cada tarde la miraba pasar arrastrando su vestido de señorita bien venida a menos. Lo sabía, su familia había perdido todo en una apuesta del tío, del tío que ahora no se tentaba el hígado para ofrecer a sus sobrinas e hijas como un tesoro preciado a los tipos más ricos de la calle y el barrio. Pero a él le gustaba ella. Esa sobrina. La que no se detenía para andar descalza en la calle y montar los caballos que ni siquiera los hombres querían montar. Los peores, los más cabríos.

Ahora la querida vecina, señorita bien venida a menos, era su esposa. Ahora tenían cinco hijos que crecían sin saber ni entender como una mujer tan fina podía andar en una casa en la que apenas había pan o las cosas necesarias. En una casa en la que él fumaba en todas las esquinas a cada momento y se llenaba de las notas de toda aquella música que nadie entendía. A la esposa se le iba en hacer malabares con el dinero y las raciones de comida; y a los niños, en estudiar para asegurarse el futuro que la mamá quería o soñaba para ellos.

Uno iba a ser doctor, el otro ingeniero, el otro economista, el otro maestro; pero de los de la universidad y la niña... La niña que se consiga un esposo doctor o ingeniero o economista o al menos profesor universitario.

Pero no, él se sentaba en una esquina de la casa mientras caía la tarde y la niña lo miraba desde la puerta de su cuarto entreabierta y ella quería hacer música como esa, o bailarla al menos y sentarse a fumar en la oscuridad como si nada más existiera. Eso quería. No quería usar vestidos a media pierna de algodón del más barato. Y quería ser como las mujeres de esos libros que leía en la tarde mientras la mamá no se daba cuenta y las baldosas rojas del piso se ponían cálidas con el sol que caía, que se esfumaba, que se iba.

Sabía que había demasiado en este mundo para seguir los deseos de una mamá frustrada y una familia en la que nunca iba a poder ser ella. Mientras el papá seguía fumando y la mamá construyendo el futuro de sus hijos y ella.

Ella.

Ella tenía doce años el día que respiro profundo y se paró frente al papá durante el minuet de Chopin. Que no quería ser la hija que se iba a casar con el profesor universitario, le dijo. Que su mamá no iba a entender, pero que él se la pasaba entre cigarros y música clásica y pensamientos que al parecer eran profundos. Que no quería, no iba a ser lo que los demás quisieran, que ni siquiera le llamaban la atención los profesores universitarios y que menos sabía para qué servían. Que no. El papá solo la miró entre otra bocanada de humo y algunas notas de Chopin que se deslizaban como si nada estuviera pasando. Respiró profundo y no supo qué decirle.

Era un domingo cualquiera y Chopin seguía sonando de fondo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario