Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20140417

Caminando





"Somos inmensamente ricos", decía el Tío Ramón.
(Isabel Allende, El Plan Infinito)


Relato inspirado por: "Magic" de Coldplay

Verán, no me fue fácil llegar a ser la mujer más afortunada sobre la tierra. Fue una hilera constante de cartas de amor, algunas flores y mucho esfuerzo: desvelos, sudor, ojos abiertos para saber qué importa y qué no. Hubo lágrimas, hubo cóleras y también amargura. Todo lo de esos años, en un instante, se convirtió en mi mayor tesoro, lleno no sólo de joyas, sino de mucho más que eso, de cosas que nadie me podría regalar ni que vender. 

Decía mi abuela que no hay árbol que dé frutos si no ha sido regado con lágrimas de tristeza y alegría y ahora ... veo que tenía razón. 

El día que me reveló mi enorme riqueza comenzó con silencio. Había una bruma deliciosa en el aire, soplaba una brisa fría y las calles estaban vacías. Me pregunté dónde estaban todas esas personas que llenan las aceras con sus canastos, su humo y sus cigarros. No habían muchas. Seguí caminando, sonriendo mientras oía a los pájaros cantar. Las nubes seguían moviéndose con su pereza de algodón y llovían rayos de sol en hilos de oro sobre mi cabeza. 

En la esquina, un anciano se reía mientras veía a una niña intentando caminar. Tenía la cara sucia y hablaba en su media lengua, furiosa por no poder mantener el paso. Volvió a soplar el viento y flores de maquilishuat cayeron. Era la niña la que reía después. Cantaban las chicharras.

Seguí caminando. El redondel, con su ceiba enorme al centro, brillaba de verdor. Pasó un bus con su pachangón y bajó una señora con su delantal de revuelos y su canasto. Armó su puesto de venta de galletas, chucherías. Pasé y le compré unos chicles. Me sonrió mientras le preguntaba si estaba allí todos los días. Dijo que sí, porque siempre allí pasaba gente que le comprara, así que gracias a Dios tenía un buen rato de estar vendiendo en la misma plaza.

El sol, perezoso, comenzaba a ocultarse. Llegué a casa y abrí la puerta rumbo al jardín. Estaban allí el macetero con la menta, la tortuga patoja, el gengibre tierroso, los helechos, el palo de mango con su sombra generosa y el papachús de yeso en el muro. Estaban allí también ustedes, dándome la bienvenida, uno con palabras y risas; y la otra con una sonrisa y manitas llenas de hojas. 

Fue entonces que supe: las flores de maquilishuat, las risas, el sol, el canasto, el pachangón, la lluvia de luz, esas nubes de algodón y el verdor eran todos míos. Míos eran los años para disfrutarlos a todos y a ustedes, amores. Nadie más que yo tiene eso. Y eso, queridos míos, me hace la mujer más afortunada sobre la tierra. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario