Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20151014

El castillo

Relato inspirado en "Azul" de Natalia Lafourcade





Aquella caja había sido el regalo más hermoso que había recibido en toda su vida. Nunca de los jamáses de los nevers iba recibir algo mejor que aquella inmensa caja.

¿De qué era esa caja? ¿Qué traía desde china? ¿Acaso una refrigeradora, una cocina o una lavadora? La niña Martita pensó que aquella caja iba a solucionar sus problemas de desorden de juguetes que su vástaga dejaba por todos lados.

- Vas a recoger todos tus juguetes y van a vivir aquí - dijo mientras metía los primeros. La niña se sintió dichosa, ella también quería vivir en la caja de cartón. Nadie se imaginó que aquella pequeñez iba a determinar toda una vida.

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- Shhhh... Tito, no hagas bulla, los fantasmas no pueden atraparnos acá.
- ¿Segura? - preguntó Tito, no es que desconfiara de ella, desconfiaba de los fantasmas. 
- Mi mamí dice que nadie nos puede hacer daño, ella sabe.
- Tengo miedo, Karla.
- Yo también tengo, pero ya vas a ver, nada nos va pasar si nos escondemos acá en el castillo - Tito la miraba y veía las fuertísimas estructuras del castillo imaginario, las antorchar inacabables que los alumbraba, se acurrucó para darle calor a su dueña.

Aquella niña abrazó a su ojo de peluche y se quedó dormida, soñó con los montes de Chalatenango, esos que veía cuando su papá la llevaba para ver a su abuela, eran enormes colinas tapizadas de florcitas blancas, minúsculas que le hacían cosquillas en las piernas, justo donde terminaban sus calcetitas blancas. Soñó con la abuela perdida, se había muerto, le habían dicho, pero para ella solo estaba en otro lugar. Posiblemente en aquel campo, comiendo mangos maduros, cortando flores para la mesa del corredor, cocinando quesadillas para su gigante papá, haciendo fresco de tamarindo para los que pasaban con los fusiles terciados, 

Soñó con la sonrisa del sol, la caricia del viento y el frío de la lluvia, corría por el monte junto a Tito y otros amigos imaginarios, ahí estaba Adolfo, el ardilla, también Adela, una osita amarilla, por supuesto, Adam, el mapache no se quedó en casa, todos llegaron de pronto frente a los muros impenetrables de una fortaleza, tocaron a la puerta y una hermosa mujer les abría la puerta, en sus manos traía una bandeja con tacitas llenas de leche poleada con canela molida coronando el preciado botín.

- La estábamos esperando, princesa - dijo la hermosa mujer - a usted y a sus señores amiguitos.

La niña, Tito y sus demás amiguitos imaginarios entraron al castillo como cuando mamá ha pasado el trapeador, de puntitas y con cuidado de no tocar el piso mojado, Tito iba agarrado de la niña por el ruedo de su short.

- Karla y si nos quedamos aquí toda la vida?
- ¿Para siempre? - preguntó la niña asustada.
- Si. - dijo el desfachatado oso.
- Pero no veríamos a mi papi y a mi mami...
- Pero mirá qué lindo es todo acá. Nadie nos molesta, nadie nos quita las crayolas en el kinder, ni nadie nos dice que somos raros y además, todo es azul!
- Yo sé que nos gusta todo lo azul, como las crayolas, las flores y el cielo, pero debemos regresar, solo tomémonos la leche poleada, lavamos la tacita y  nos regresamos.

Tito se puso un poco triste, para él, aquel lugar era maravilloso, pero la niña tenía razón, debían volver, se habían tardo ya y la niña Martita podía asustarse si no los veía. Karla supo que su amigo estaba triste.

- Siempre podemos regresar, Tito, acá va a ser nuestro refugio siempre, no estés triste, yo también quisiera quedarme, pero no podemos, tenemos que ir al kinder, también hay que darle pancitos a los pajaritos que llegan cada mañana a la ventana del cuarto, tenemos que terminar de aprendernos todos los colores, además, allá siempre vamos a estar juntos, te lo prometo.

Karla y Tito se despertaron, habían dormido en la caja, pero era hora de salir y echar ahí todos los juguetes. Ellos debían crecer un poquito.




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Nota de la autora: La felicidad en la primera infancia me llegó con una caja, era enorme, de cartón fuerte y resistente. Fue mi territorio liberado, mi dimensión desconocida, mi refugio antiaéreo, mi bastión contra los monstruos de la infancia, ahí convivimos Tito y yo; mi mítico oso de peluche y yo libramos batallas contra animales que nos atacaban para quitarnos la caja. Confirmo que, desde entonces, ser retraída era una cuestión de sobrevivencia, agradezco a la vida que llegara aquella caja para rescatarme de todos mis miedos infantiles. 

No se puede pedir más... una caja, música y un buen amigo como Tito. 








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