Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20160113

Closing time



patrones 




Deberían bajarle la intensidad a la luz, está demasiado iluminado. Carol parpadeaba más de la cuenta y sentía que un ojo le lloraba, mientras los demás también parecían no estar del todo cómodos bajo el resplandor del candelabro, además de que se sentía que eran muchos. Al mismo tiempo, así son las fiestas al principio, ¿o no? A Carol siempre le había parecido que el inicio de una fiesta empieza con cuerpos tensos e incómodos y conversaciones casi estériles. A medida se van vaciando los platos de boquitas, las personas se relajan y las lenguas se sueltan. ¿O es solo su impresión? Con alguien había recién tenido esta plática sobre la pasividad del principio de una noche, pero... ¿Qué importa, de todas formas? Andaba de un buen humor particular: era un día de esos en los que todo y nada le importa, y se la puede pasar bien donde sea. Al paso que iba, iría a bailar rock alternativo, como "Closing Time", encima de una mesa, poniéndole cuidado a no enseñar los calzones rosados que andaba esa noche, justo debajo del algodón negro de su vestido. A pesar de la luz y el amalgama de caras medianamente conocidas, no dejaba de animar el ambiente, conforme se le acercaba a todos. Carol no baila, pero hacía pasos de baile por intervalos e iba saludando a cada uno de los invitados con un comentario astuto e íntimo, diseñado a la medida de recuerdos específicos. Habían pasado varias canciones y un par de copas del vino que le tiñe sus labios secos de morado cuando se encontró a Eduardo, en compañía de su prima. Hola, Eduardo, ¿cómo estás? ¡No sabía que ibas a venir! Pero claro que él iba a llegar, si es íntimo de Claudia, su prima. Carol no se imagina de dónde o cómo se forjó esa amistad entre Eduardo, el primer exnovio, y su querida prima, una hermana. Carol siempre se mantuvo a una distancia prudente, hasta que de pronto venía este pedazo del pasado a sentarse tan cerca de casa, tan íntimo de su prima, y reían juntos de alguna cosa que ambos recordaban. Cuando se demuestra en público una afinidad pasada, en forma de chistes teñidos de “tenemos ratos de no hablar”, la mesa entera participa en este juego de morbo, pues ellos se tuvieron algo, parece, y allí están hablando, miralos. No sabés, Eduardo, lo que encontré la vez pasada; sí, ese mismo DVD, ya nunca te lo devolví. Y así suena la no-inocencia, a un recuerdo de un concierto que alguna vez significó algo, pero ya no significa nada. Delante la fiesta, un aglomerado de testigos bajo luces que empiezan a suavizarse, no está pasando nada, son Carol y Eduardo, y la conexión existe solo a través de Claudia. Son educados, no son cercanos, no son más que caras conocidas que evidentemente tenían los mismos gustos musicales. Es debajo de esta lectura que Carol no deja de preguntarse una serie de cosas que jamás lo alcanzarán, que cómo decirle, que si será que se acuerda, cómo es que no sabe que ahora todo esa música le da igual, acaso se imagina lo que ella lee o no lee, acaso hablan, acaso son palabras; no son palabras, es vacío, no tenemos nada en común, ojalá no fuera amigo de Claudia, acaso le importa, qué diablos le importa, lo habrá repetido, será solo conmigo, qué dicen las demás, no creo que sepa no creo que entienda; que me diga algo, que me diga que entiende, que me pida perdón, que se aleje, ¿qué quiero que entienda? A Carol nunca nadie la había tocado, pero tampoco había querido más de la compañía de alguien como con Eduardo. Quería más que nada que esas tardes, que se perdieron con su adolescencia, tuvieran el tinte, el mismo color, que las películas que había visto. Se mezclaban en su cabeza The Virgin Suicides con Say Anything y subyacían las letras de canciones que cantaba desde la infancia, por supuesto que sabía de la vida, pero al mismo tiempo no entendía, solo no dejaba ir las ideas que perseguía y que arrastraba para que aterrizaran en él, en lo que creía saber de él, dándole vuelta a las palabras que le decía. Debe ser que no podemos hacer más que esto, vernos, escondámonos, veámonos. Y nunca la tocó, se quedaban allí en los labios y se sentía segura y confiada, allí en sus labios. Un poco más y se paraliza, ignorante, y Carol no lo puede describir. Nunca había sentido deseo de que alguien la tocara, pero tampoco había querido la compañía de alguien, no así. Desde el momento en el que le bajó el calzón y se le acercó, llevando en sus manos un poco de aquella ignorancia, Carol se sintió ajena y fuera de sí. Efímero pero prolongado. Esto no puede estar pasando, ¿qué está pasando? Y fueron años después, sin Eduardo, cuando Carol se sintió lista y podía hablarse a sí misma sobre placer y deseo, un poquito. Un trago más de aquel vino y con la copa vacía, Carol le había seguido la plática a este nuevo Eduardo, el que es mayor y que no tiene ni una marca de aquella relación con lagunas que Carol no ha llenado. Todo está muy bien y a Eduardo le da mucho gusto ver que ella esté bien, deberían verse más seguido. Deberíamos hacer algo algún día, ¿verdad? Con un intercambio de sonrisas, le dicen al público que se llevan bien y que nunca ha habido nada malo, nada grave, nada íntimo entre esas dos bocas. Y es mejor así, sin que Carol desee más que el se acerque y entienda, si se convirtieron en cuerpos aislados que se dejan llevar por motivaciones muy incompatibles. En esas corrientes opuestas, vendrán momentos que sumen y llenen lagunas.

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