Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20160116

La luz

Relato basado en Space Oddity, de David Bowie




Ilustración: Otto Meza




Día 1
¿Dónde está mi traje? ¿Es este el ajuar de la muerte, una desnudez fría? Es posible. Llegamos al mundo vestidos sólo con nuestra piel y la tibia viscosidad remanente del vientre de nuestras madres. En cambio, ahora tengo frío.

Día 2
Quiero moverme pero mis músculos se han vuelto plomo inmóvil. ¿Serán mis músculos? ¿Será que este cuerpo nuevo es así, helado e inamovible? Nunca imaginé así la muerte, la conciencia presa por siempre en el cadáver mustio que irremediablemente volverá a ser polvo... Pero no puede ser. Mi cuerpo material debería estar aún vestido, sí, debería tener mi traje, no hay modo de que fuera diferente.

Día 3
Me pesa pensar. Apenas logro ver. Todo es blanco aquí, tal y como lo pensé. La luz era blanca, blanquísima, me envolvió, me cegó. Estoy sobre una cama, quizá una mesa, o simplemente una plataforma de algo que parece metal. Creo que por eso tengo frío todo el tiempo. Lo que no me explico es esta alternancia entre conciencia e inconsciencia, este ir y venir entre recuerdos de mi colorida vida en la Tierra y este blanco despertar en ¿la muerte? Ya no sé, ya no estoy tan seguro.

Día 4
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que flotaba en el espacio? Recuerdo la angustia que me invadió cuando veía alejarse la nave, la opresión en el pecho, el galope de la ansiedad en mi pecho. Y luego, la luz. La paz que me dio esa luz me hizo suponer que, después de todo, estuve equivocado todo el tiempo y sí hay un dios, sí hay algo más allá, y que la muerte no es el final de todo. Pero ahora todo es confuso. Extraño las estrellas. Siempre fueron la única constante en mi vida. Desde el hueco del techo de la granja cuando me escapaba al cobertizo, desde la ventanilla del auto en los largos viajes con mi padre, desde las noches de desvelo en el tecnológico. Ellas, siempre ellas, y ese inexplicable anhelo por ir siempre más lejos. ¿Valió la pena? ¿Habrá algún  legado en mi sacrificio, más allá que una escuela que lleve mi nombre?

Día 5
La Tierra luce particularmente bella desde el espacio. Aquella es una visión sobrecogedora. Nos hace sentir pequeños, ínfimos. La vista de las estrellas lo es más aún, y aunque el rigor científico y mi natural escepticismo siempre me hicieron dudarlo, ahora creo que no estamos solos. Al menos yo no. No estoy muerto, pero no sé por cuánto tiempo más sea así. Supongo que una vez obtengan lo que quieran no les seré más útil y deberán desecharme. O querrán diseccionarme. La curiosidad con la que me observan me hace pensar que soy el primero que ven. ¿Será que no han llegado realmente hasta la Tierra? ¿No les atrae visitar esa peculiar esfera azul en un sistema planetario más bien muerto? Quizá no, quizá sea mejor así.

Día 6
No sé dónde floto ahora. Sé que no es aire, no es una cámara sin gravedad. Creo que es agua. Trato de entender cómo respiro en este líquido y sigo vivo y alerta de todo lo que pasa. Nunca me gustaron los acuarios, y ahora me observan como a uno de tantos delfines que soñé liberar en las visitas a Miami durante las vacaciones veraniegas. Me observan y los observo. No han intentado hablar conmigo, y yo no tengo intención de decir nada. Espero que me tomen por un bruto, por un espécimen de una raza radicalmente inferior a la que no vale la pena conocer. Mi única preocupación en este momento es la nave. Podría haber rogado al dios en el que creí brevemente que no encontraran mi nave.  

Día 7
Me han devuelto mi traje. Ha sido un alivio no padecer más de frío. Sigo inmóvil, de espaldas en la plataforma en la que desperté el primer día. Qué curioso que yo siga pensando en términos de días. No sé cuánto tiempo he estado aquí y los conceptos de días y horas de la Tierra no tienen ningún sentido. Mi equipo no funciona. Nada. Supongo que estas criaturas me han vestido por alguna consideración para con mi dignidad. Me río de mis propios pensamientos. No me han dado mejor trato que el que le daríamos a una chinchilla en un laboratorio de la tierra. Debo seguir siendo la chinchilla, uno no piensa que las chinchillas representan algún peligro ni considera siquiera la idea de aniquilar a la población completa de chinchillas.

Día 8
Abro los ojos y siento la brisa en mi rostro. El inconfundible olor del campo recién segado. El sol no me deja ver bien pero escucho a mi madre hablándome. "¡Qué bien lo has hecho! ¡Eres famoso ahora!", me dice. "Los periódicos no han dejado de llamar y tu padre refunfuña con cada solicitud de entrevistas". Me paro con dificultad, camino hacia ella y la abrazo, la aprieto, siento el olor a galletas de su cabello, el dulce roce de su delantal de algodón crudo. "¿Madre? ¿Cómo es posible?". Y lloro, lloro de felicidad y de alivio.

Día 9
Me duele el cuerpo. Las fantasías y los sueños vívidos durante los periodos de coma a los que me inducen son cada vez más reales, ahora dudo de mi cordura. Estoy en lo que creo es una celda. No hay puertas ni ventanas, qué maldita obsesión con el blanco. Pero me dejan moverme, puedo caminar, puedo tratar de explorar. Doy vueltas, recorro una y otra vez aquel confuso espacio sin formas particulares. Más bien pareciera que cambia para aumentar mi tormento. Finalmente abren la puerta y me ven. Les grito, les exijo saber qué quieren, les llamo cobardes, lloro, les pido que me maten. Luego un sonido fuerte y la nada. La nada.

Día 10

En la inmensidad de esta plataforma mi nave no es más que una pequeña y delgada lata. No sé cómo desperté acá dentro. No veo a nadie. No veo otras naves, solo la plataforma y, al final de esta, una esfera negra que pone fin al desesperante blanco, al maldito blanco de este lugar. Ese pequeño trozo de espacio me llena de alegría, puedo huir, puedo flotar entre las estrellas, puedo quitarme el casco y terminar con mis miserias. Quizá eso quieren. No me han matado ellos mismos pero saben que no duraré mucho allá afuera. Qué poco saben de los humanos. La muerte en libertad. La prefiero con creces sobre la vida como su conejillo-de-Indias-cautivo. La nave funciona.  ¿La han reparado ellos mismos? Se abre una puerta y los veo allí, pálidos y altos, inexpresivos, observándome. Un zumbido y se aparta el techo de la plataforma. Un segundo zumbido y mi nave comienza a flotar. Pruebo los controles y todo está bien. Me miran, sus ojos negros me retan, se preguntan si me atreveré. Y sí, claro que me atreveré, me atrevo, enciendo propulsores y salgo. Voy hacia la nada y, sin embargo, jamás fui tan feliz. No se me cruza siquiera la más mínima esperanza de volver a la Tierra, pero no me importa. Las lágrimas recorren mi rostro mientras un sonido de estática interrumpe la celebración de mi recién recuperada libertad. "Control de tierra al Mayor Tom, ¿nos escucha, Mayor Tom?". 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario