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"A secret place in public"
escena de Frances Ha
relato inspirado en "Mala"-La Garfield |
Era imposible identificar en qué momento había aprendido a dar mordidas tan grandes, pero lo hacía, muda. A eso se debía su manera tosca de masticar y de allí venía también el ritmo acelerado con el cual Marielos se terminaba su comida. A menudo, el vacío pos-hamburguesa le dejaba chance de comer algo extra… Y si no era en el almuerzo, eran esos espacios entre comidas con boquitas saladas pero, ¿qué más va a comer? ¿Lechuga? Si nos malacostumbramos, comemos un montón y a Marielos no le molestaba la carga que tener aguante y buen diente, pero–
–...Entonces, eso fue lo que me dijo.–
Natalia no había tocado su comida, porque tiene la manía de hablar y hablar, más aún los días en los que tiene cosas que contar. Esto de salir a almorzar se había convertido en una rutina, al punto en el que si alguien mencionaba el nombre de ese restaurante de mariscos, Marielos no podía evitar asociarlo a su amiga y reaccionar con un mensajito de What’s App. Marielos solo había mantenido contacto con Natalia. Pero, ¿cómo así? Si es fácil mantener contacto con la gente. Lo es, pero Marielos exagera y lleva todo a un extremo: hay gente con quien habla, de la que se rodea para ir de un lugar a otro, pero solo con Natalia permanece ese contacto cercano que hace que uno vuelva a ver a la persona y sentirse entero. Natalia es una extensión de Marielos. Marielos, por ende, puede estar en dos lugares a la vez. Puede desplazarse, y estar quieta a la vez; un guiño basta y un pongámonos al día, al rato. Natalia es su extensión, su amiga del alma con quienes posaban en fotos llenas de brackets y espinillas, y estos almuerzos elegantes tienen todavía esa malicia y sencillez de las escapadas y los escondederos.
Ahora le tocaba hablar a Marielos, mientras Natalia tocaba con delicadeza su sándwich que ya se había enfriado. Le dio un par de mordiscos, mientras Marielos fingía no haber perdido el hilo de la tragedia greco-romana de la semana. Mostraba interés y daba consejos en vano como Ya no le hablés, Esta vez déjense de ver, pensando en que ¿y uno qué sabe de estar en los zapatos de los demás? Natalia y su novio habían jugado antes a un ping-pong de ruptura y esta vez probablemente iban a volver a hacer lo mismo, independientemente de qué opinaba Marielos. El tercer mordisco quedó a medias y Natalia casi que empujó su platillo cuando puso el sándwich.
–Deberías comer, Nat. Y dormir.
La solución a las ojeras no es el maquillaje. Es la salud. Y esa figura tan delicada de Natalia no es accidente, tampoco.
–Ya me llené, Mariel. Y me duele el pecho.
–No fumés. Y pidamos la cuenta, así te podés ir a descansar.–dijo Marielos, buscando al mesero y haciendo ademanes incómodos.
Nat se le quedó viendo al vacío, probablemente exteriorizando la confusión interna, buscando cómo manejar una situación que doblega lo racional.
–¿Vos cómo hiciste para estar tan tranquila cuando cortaste?–preguntó la amiga a Marielos, quien vive todo con una aparente resiliencia e integridad.
–La verdad, Nat, es que cuando el tipo cuyo nombre no quiero repetir (porque se me revuelven las tripas cuando digo su nombre y se me viene el de Ella) viene y me manda al chorizo, me pongo yo a pensar en Puta, yo he sido él. Así como él por x o y razón la regó al actuar como actuó, yo he sido estúpida e insensata, o como querrás llamarlo. Yo he sido la mala.
Y se extendió hasta que cada una firmó sus vouchers, recriminándose un poco por las veces en las que ella ha actuado mal a fuerza de no saber cómo actuar. Se culpa mucho, pues ha sido muy exigente con terceros como para no ser exigente con ella misma. Pero esos vaivenes del karma no iban a llevar a ningún lado, así que Marielos cerró con un apretón de mano y un:
–¿Sabés qué? Hacé lo que tengás que hacer y no perdás de vista que vos has hecho las cosas bien. Pensá en vos y que el resto siga. Y comé, Nat.
¿Qué más decir? Si cada una tiene su manera de comer, de caminar, de reaccionar.