Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20140204

Escape




El último disparo recibido le había dejado una de las alas dañada. Su vuelo era oscilante y apenas lograba mantener la dirección, mientras trataba de no reducir velocidad. Seis naves más lo perseguían y Sekhian sabía que no habría capturas en esa misión.

Sobrevoló la última cordillera y pudo divisar el bosque. A esa hora, en la oscuridad densa, la ciudad se perfilaba en la lejanía como una luz tenue, como la que había escuchado que veían los moribundos. Calculó las distancias, el tiempo que le tomaría, y se decidió. Envolvió la cápsula en su chaqueta y la apretó contra su pecho, activó el piloto automático, suspiró, y activó el mecanismo de eyección.

La obscuridad, a la que tanto temía, terminó siendo su aliada. La cuadrilla de perseguidores no notó cuando salió disparada de la nave para luego quedar en caída libre. Encender inmediatamente los propulsores habría sido alertarlos, así que aún esperó un poco, lo suficiente para dejar que los Ahdalls se alejaran, pero no demasiado como para no lograr evitar estrellarse.

A los Ahdalls no les tomó mucho tiempo alcanzar su nave. Como lo imaginó, dispararon al mismo tiempo y el destello de la explosión iluminó su descenso en medio de los árboles. Los propulsores lograron amortiguar su caída pero no la libraron del espeso follaje, en el que quedó atorada varios metros antes de tocar el suelo.  Usó todo su cuerpo para tratar de soltarse, menos los brazos, que mantenían presionada sobre su pecho la cápsula. Temía dejarla caer, perderla, que toda la misión fracasara por su desesperación, por el pánico profundo que sentía en ese momento, no debido al ataque, ni siquiera a la altura, sino a aquella obscuridad profunda y asfixiante que la envolvía como brea.

Finalmente logró liberarse y aún golpeó un par de ramas más antes de caer al suelo viscoso del bosque. Se levantó, encendió la linterna de su casco y comenzó a correr. "La cápsula, debo llevar la cápsula a la base", se repetía, mientras calculaba cuánto tiempo le duraría la batería del traje, de la que dependía la débil luz que ahora la guiaba.

Se detuvo un momento para orientarse. En la caída había calculado la dirección de la ciudad, y había terminado de precisársela la explosión de su nave, pero en ese bosque no podía permitirse errores. Se quitó un momento el casco y sintió el aire frío en el rostro. El viento le confirmó que iba bien, que no se había desorientado a pesar de la caída, se colocó de nuevo el casco y siguió corriendo.

La cápsula comenzó a emitir un sonido periódico y agudo: el aclimatador se quedaba sin energía y Sekhian no sabía cuánto tiempo más le quedaba. Orpher, el técnico especialista en fluidos, y quien había diseñado esa cápsula en específico, había muerto en las afueras de Hersthrel, al igual que el resto de integrantes de la misión. Sekhian, la piloto, era la única sobreviviente, y también la que menos sabía sobre la naturaleza de lo que transportaba, la utilidad que tendría o lo que pasaría si el aclimatador dejaba de funcionar. Solo sabía que el desenlace de la guerra podría estar en sus manos.

Agarró aún con más fuerza la cápsula y siguió corriendo. Pensaba en que le faltaría menos de una hora para salir del bosque cuando sintió que su pierna se hundía. Sus pupilas se dilataron y trató con todas sus fuerzas de salir del agujero, impulsándose con un brazo mientras aseguraba la cápsula con el otro. La explosión fue casi inmediata, sintió el estallido y cómo su cuerpo salía disparado del agujero.

Las aveonas eran trampas que los Ahdalls colocaban en sus territorios, pero nadie en Aluqah habría pensado siquiera que las habría en el bosque. Bombas de detonación vertical, aseguraban la muerta de quien cayera en unos de esos agujeros y no conociera su mecanismo.

Sekhian no supo cuánto tiempo pasó. La obscuridad era total. Lo primero que hizo fue tratar de tocar sus piernas. Le dolía todo el cuerpo, menos la pierna derecha, así que lo primero que pensó fue que la había perdido. No podía ver. Trató de incorporarse y confirmó que su pierna seguía allí, como una especie de peso muerto. Su traje no sería, no le daba lectura de signos vitales, y la luz del casco se había extinguido completamente. Se arrancó la armazón de metal y recordó la cápsula. La buscaba a tientas, arrastrando su cuerpo, con pánico. Trataba de guiarse por el sonido del aclimatador que se quedaba sin carga, pero el zumbido de sus oídos la confundía. Sacó su arma y comenzó a disparar para aprovechar la luz de cada descarga. Sabía que era una medida desesperada, si aquel era efectivamente territorio ganado por los Ahdalls, cualquier ruido los alertaría. Finalmente logró ver su chaqueta, se arrastró hacia ella pero la cápsula no estaba allí. Siguió disparando y logró divisar un bulto a algunos metros de distancia. La cápsula estaba intacta. No podía escuchar el indicador de la carga pero sí ver la pequeña luz que emitía.  Ese débil destello la reconfortó, pero el alivio duró poco al darse cuenta de que ya no podría pararse.

Continuó el camino a rastras por algún tiempo, hasta que el peso muerto de la pierna herida se volvió un ardor creciente que competía con el dolor que sentía en el resto del cuerpo. Trató de nuevo de pararse. Nada. Quería gritar, llorar, pedir auxilio. A esas alturas sabía que ser descubierta por los Ahdalls significaría el fracaso de la misión, que la cápsula nunca llegaría a Aluqah, que sus compañeros habrían muerto por nada y que todo lo que conocía pronto desaparecería a consecuencia de la guerra que ya perdían.

El pánico se apoderó de ella al ver una luz que se acercaba, y luego darse cuenta de que no era una, sino dos, tres, cuatro...  tomó la cápsula y la cubrió con su cuerpo. Se quedó en silencio, en la oscuridad, con su arma en la mano y la vista fija en aquellas luces, hasta que una se detuvo frente a ella y la cegó. Disparó pero falló. Sintió manos que la tomaban y la incorporaban y finalmente se sintió libre para gritar.

"¡Revísenla!", gritó una voz masculina. Sekhian abrió los ojos al reconocer, en su casi sordera, el idioma que comprendía. Logró distinguir los emblemas de la armada de Aluqah y respiró aliviada. "Teniente Adalli Sekhian, señor", dijo apenas, "traigo el W.I.N.E.". Soltó la cápsula y su último aliento. La misión había sido cumplida.

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